Ser creíbles frente a la Santa Sede.- E.B.E.
Fecha Wednesday, 08 February 2012
Tema 125. Iglesia y Opus Dei


Ser creíbles frente a la Santa Sede – E.B.E.

Hablaba hace unos días con un amigo, quien me decía que los testigos deben ser creíbles si quieren ser tomados en cuenta, algo que me resultó completamente razonable. Y muchas veces, agregaba, sucede que los testigos que acusan al Opus Dei de fraude, y tantas otras cosas más, no son creíbles, entre otros motivos porque se han vuelto abiertamente contra la Iglesia o contra el Opus Dei de manera visceral, es decir más que testigos son enemigos manifiestos.

Razonable todo ello, pensaba. Pero luego de unos días, comencé a reflexionar que el problema aquí –en el tema del Opus Dei al menos- no es la falta de credibilidad sino justamente lo contrario. Quien es más creíble es justamente el que más daño hace, y lo hace gracias a ello. Por eso pienso que no es un buen criterio –para los casos de fraude patológico- dejarse guiar principalmente por quién es más creíble. O al menos, habría que revisar los criterios de credibilidad...



Los psicópatas son tal vez los más creíbles del universo y justamente por ello producen grandes daños. Y lo que se les pide entonces a las víctimas –sin decirlo explícitamente- es que compitan con los psicópatas hasta ser tan creíbles como ellos. Además de ser imposible, creo que no es el camino adecuado.

Lo que se necesitan aquí son psicólogos, aunque parezca una broma. Bueno, le parecerá una broma a quienes piensen que la psicología no es más que una ciencia de charlatanes o bastante relativa en sus afirmaciones (desde luego, no es una ciencia dogmática, y menos mal). Esas mismas personas son –entre otras- las que no se dan cuenta de cómo los psicópatas se aprovechan de su don de fingir y crear confianza.

La confianza depositada en el Opus Dei no hace más que confirmar la falta de criterios sólidos para evaluar la presencia de personas o instituciones defraudadoras dentro de la Iglesia (ni hablemos ya de la canonización de Escrivá). Desde el punto de vista de las víctimas, esto es comprensible, más si su contacto comenzó a los 14 años. Desde el punto de vista de los responsables de evaluar al Opus Dei, ello ya no es tan comprensible, al menos luego de lo sucedido estas últimas décadas dentro de la Iglesia (y fuera también, desde luego, porque defraudadores hay en todos lados).

Por lo visto (según el respaldo público que le otorga) la Santa Sede sigue “creyendo” más en el Opus Dei que en sus críticos porque –al parecer- el Opus Dei le resulta más creíble. Si fuera así, en la Santa Sede deberían revisar los criterios con los que evalúan a las instituciones y a los superiores que están bajo su mando, es decir, bajo la supervisión de la Santa Sede. Luego de haber visto el caso Maciel y tantos otros de pederastia, esos criterios de evaluación deberían cambiar profundamente, porque se han demostrado totalmente insuficientes e ineficientes, o más bien contraproducentes. Esos criterios no sólo no detectan al defraudador sino que además le otorgan condecoraciones. Es el mundo al revés, el mundo del disparate.

El Opus Dei es un maestro en el arte de defraudar y si la Santa Sede evalúa al Opus Dei por lo creíble que es, pues seguirá sin ver lo que sucede detrás del escenario que tan bien presenta y arregla el Opus Dei cada vez que tiene que dar un espectáculo. La otra posibilidad –el otro extremo- es que sí vea lo que sucede y no quiera hacer nada; pero si fuera así, ni habría que molestarse en dedicarle un minuto más al asunto.

***

Los criterios para evaluar a las víctimas, aún a las menos creíbles, y para evaluar al Opus Dei (contrastando testimonios, versiones, y discursos entre ambas partes) los han de definir los especialistas en detectar mentiras, y en ello la psicología es una pionera.

La gran “virtud” del Opus Dei es que engaña de una forma cuasi perfecta –Escrivá se jactaba de ello sin decirlo, con su “pillería”- y muy difícil de detectar para quienes se dejan llevar por criterios exclusivamente de credibilidad. Escrivá era un pillo y presumía de serlo (curiosa santidad). Así como el Opus Dei tiembla frente a los periodistas (Escrivá jamás se dejó entrevistar, siempre las preguntas eran por escrito), pues saben descubrir los resquicios de la incoherencia, también el Opus Dei tiembla frente a los psicólogos, porque engañar y manipular a psicólogos es mucho más difícil.

De la misma forma, aún frente a las víctimas menos creíbles, los especialistas en detectar mentiras sabrían obtener aquél mínimo de verdad que se oculta detrás de los testimonios exagerados o productos de una cierta animadversión (difícilmente sea todo mentira, especialmente si es un testimonio que se sostiene en el tiempo).

Por otro lado, no es este el caso de un individuo acusado y unos pocos testimonios que podrían estar “preparados” para condenarlo (dando lugar al peligro de “una justicia injusta”). Es una institución –un sistema- y miles de personas que pueden testimoniar desde distintas partes del planeta. Es prácticamente imposible que exista una confabulación o una equivocación de percepción generalizada. Distintos países, distintos idiomas, distintos tiempos históricos y un solo acusado, siempre el mismo.

Si una persona está ofuscada y es enemiga manifiesta del Opus Dei, tendrá sus razones (válidas o no): habrá que investigar cuáles son y ver si entre ellas las hay legítimas. Es lo más natural perder “la objetividad” frente a los abusos del Opus Dei y de cualquier otra instancia semejante. No hay que exigirles objetividad ni credibilidad a las víctimas, porque en muchos casos va más allá de sus posibilidades: hay que dejarlas hablar y ver qué verdades surgen de todo ello. Es un error descartar testimonios de personas que no son creíbles, de la misma forma que aceptar solamente aquellos que lo sean.

Es la razón por la cual hoy el Opus Dei sigue siendo intocable y burlándose de sus víctimas como de sus superiores, del mismo modo que lo hizo Maciel. Con los años algunos dirán: “no había pruebas”, como dijeron con Maciel, cuando se cuestionó la lentitud de la Iglesia para reaccionar. Más bien deberán decir: nuestros criterios de evaluación fueron completamente equivocados y ayudaron a propagar el daño de manera irreparable. Pruebas no faltaban, estaban todas a la vista (las víctimas y el defraudador). Al menos no supieron verlas, debido a criterios equivocados de evaluación.

Saludos,
E.B.E.







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