La rodillera del obispo.- Dionisio
Fecha Friday, 02 March 2012
Tema 115. Aspectos históricos


Queridos amigos:

La anécdota de Ex-apéndice me ha gustado mucho. Es realmente genial, es el puro estilo orweliano. Lo que has visto no es verdad. Te lo has inventado. Genial.  Asombroso.  Las de resopon y supOmal también muy buenas.

Pues ya que estamos de anécdotas yo me he acordado de una. Esta involucra a Álvaro del Portillo. Cuando este señor recibió la ordenación episcopal, dos o tres del centro en el que yo vivía se fueron a Roma a asistir a esa ceremonia y las naturales celebraciones consecuentes. Cuando volvieron, contentos, eufóricos y muy edificados contaron toda clase de anécdotas. Entre éstas una que quizá algunos no conozcáis. Dijeron que como la ceremonia era larga, había que pasar bastante tiempo de rodillas y probablemente el ordenando no tendría a su disposición alguno de sus habituales acolchados reclinatorios, o no quiso tenerlo para no llamar la atención, se le recomendó usar unas rodilleras, como las que usan los deportistas, del estilo portero de fútbol, con la misión de que las viejas rodillas del ordenando pudieran pasar razonablemente la prueba. Así pues, Álvaro apareció en la ceremonia protegido por unas poco litúrgicas rodilleras, perfectamente ocultas por la sotana y demás ornamentos que le revestían.

A todos nos pareció un detalle simpático y una forma ingeniosa de resolver un problema que para una persona de la edad de Álvaro no era una minucia. No invalidaba su obispado. No desdecía de su cargo y función, ni de su vida mortificada y desprendida, y mostraba flexibilidad y humor para la solución. Se comentó en una tertulia y eso fue todo.

En otra tertulia, no me acuerdo en qué circunstancias, se me ocurrió a mí recordar el asunto de la rodillera. Y sin más vueltas que darle la tertulia continuó con alguna otra cosa. Pero, aquí viene el detalle, un tiempo después de la tertulia, vino un circunspecto hermano a hacerme una corrección fraterna diciéndome que el asunto de la rodillera era algo muy delicado y que sería mejor que no lo volviera a mencionar. No me dijeron que eso no era cierto y que me lo había imaginado, sólo me dijeron que cerrara la boca y no volviera a mencionarlo jamás.

Por cierto, si se lo contáis a otro, no vayáis a decir que yo os lo he contado.

Un abrazo muy fuerte.

Dionisio, desde el Areópago.









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