“El espíritu de la Obra es que sus socios varones ocupen cargos oficiales y, en general, puestos de dirección” (Espíritu, 28).
“Todos los trabajos apostólicos de los socios del Opus Dei (la Obra no actúa: como si no existiera) se ejercitarán inmediatamente a través de las actividades oficiales públicas, o mediante asociaciones legales que oportunamente constituirán los socios, adaptándose siempre a las circunstancias de los tiempos y lugares, sin uniformidad” (Régimen, 8).
“Los nuestros nunca hablarán de la Obra a los extraños, ni manifestarán a nadie que pertenecen a ella” (Espíritu, 12).
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“Debo decir también ‑aunque no me gusta hablar de estas cosas‑ que en nuestro caso no faltó además una campaña organizada y perseverante de calumnias. Hubo quienes dijeron que trabajábamos secretamente ‑esto quizá lo hacían ellos‑, que queríamos ocupar puestos elevados, etc. Le puedo decir, concretamente, que esa campaña la inició, hace aproximadamente treinta años, un religioso español que luego dejó su orden y la Iglesia, contrajo matrimonio civil, y ahora es pastor protestante” (Conversaciones, n. 64)
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“La Obra pasa oculta. Por eso no puede asistir a ningún acto de la vida social, ni ser representada; y del nombre de la Obra, desconocido para los extraños, jamás debe derivarse un apelativo común para los socios” (Espíritu, 9).
“Por esta humilad colectiva de los socios, que hace que la Obra pase oculta, nunca se podrá atribuir a la Obra la fama o mérito de las actividades de sus miembros… De aquí que tampoco se comunique a nadie la consagración que a la Obra hacen algunos de sus socios” (Espíritu, 10).
“Este mismo espíritu de humildad colectiva impone la norma de no decir el número de socios que forman parte de la Obra. (Espíritu, 11).
“Los nuestros nunca hablarán de la Obra a los extraños, ni manifestarán a nadie que pertenecen a ella” (Espíritu, 12).
“Por la misma razón, la existencia de los centros en que los socios numerarios realizan su labor de apostolado -obra de San Miguel- no debe ser conocida más que por los que en ellos trabajan” (Espíritu, 13).
“Los Reglamentos, Instrucciones, etc., están numerados; y hay prohibición absoluta de mostrarlos a los extraños y aún de verterlos al idioma vulgar, si están escritos en latín” (Espíritu, 15).
“No hablemos de nuestra vocación, bajo ningún pretexto, si no es con nuestros hermanos, y con sacerdotes que íntimamente conozcan y amen el espíritu de la Obra” (Espíritu, 61).
“En los Centros no habrá libro de visitas, ni quedará constancia del paso del Visitador” (Ordo art. 4, 3)
“Su parentesco espiritual, que une a los socios de la Obra, no tiene manifestaciones exteriores en la vida social” (Costumbres, 27)
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“Habla usted de acusación de secreto. Eso es ya historia antigua. Podría decirle, punto por punto, el origen histórico de esa acusación calumniosa. Durante muchos años una poderosa organización, de la que prefiero no hablar ‑la amamos y la hemos amado siempre‑, se dedicó a falsear lo que no conocía. Insistían en considerarnos como religiosos, y se preguntaban: ¿por qué no piensan todos del mismo modo?, ¿por qué no llevan hábito o un distintivo? Y sacaban ilógicamente como consecuencia que constituíamos una sociedad secreta. Hoy eso ha pasado, y cualquier persona medianamente informada sabe que no hay secreto alguno” (Conversaciones, n. 30).
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