Visión panorámica del Opus Dei.- Paulino
Fecha Wednesday, 04 April 2012
Tema 125. Iglesia y Opus Dei


Hola, amigos:

Últimamente saqué el tema de la validez de las ordenaciones de los sacerdotes de la Obra el pasado 16 de marzo. Josef Knecht comentó que este tema ya había sido tratado en 2009 (yo no conocía esos escritos, pues apenas comencé a colaborar en Opuslibros en noviembre de 2011, pero ya los leí y pienso que en nada substancial afectan a lo que voy a decir): Brian (2009-07-10), Zartan (2009-07-17), Mineru (2009-07-20). Tal vez yo abrí el tema de una manera más radical. Y luego hubo también respuestas al tema de parte de Perladeladriático, Haenobarbo y Sobreviviente. Me parece que el tema da para mucho; me refiero a tratar de lograr una visión panorámica del Opus Dei.

Estoy convencido de que la Obra es un mal, tanto en el mundo como en la Iglesia. A la pregunta de por qué permita Dios el mal, en general, he procurado dar una respuesta convincente en mi propio website.


Ahí mismo, más adelante, procuré responder también a las preguntas de por qué permita Dios el mal en la Iglesia y en cada uno de nosotros. En síntesis, las respuestas fueron que Dios quiere hacer el mejor mundo posible, la mejor Iglesia posible y lo mejor posible de cada uno de nosotros; todo conforme a lo dicho por el filósofo Leibniz. Yo procuré aclarar que el mejor de los mundos requiere la presencia de males, lo mismo que la Iglesia y cada uno de nosotros. Por recordar aquí tan sólo uno de los motivos, Dios quiere que amemos en plenitud, a toda nuestra capacidad; pero las creaturas no podemos amar así sin la experiencia del perdón. Y el perdón requiere de males, ya que sin males no hay nada qué perdonar...

Surge ahora la pregunta de por qué Dios permita la presencia, tanto en la Iglesia como en el mundo, de este mal concreto que es la Obra. A lo cual estoy tratando de encontrar una respuesta convincente, y eso requiere desarrollar una visión panorámica de la Obra, es decir, una visión desde un punto de vista más amplio, más filosófico. Mi interés por la Filosofía y el inicio de esta carrera fueron anteriores a pitar y aun anteriores a ningún interés mío por la Obra.

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En los últimos escritos hay algo muy interesante. Yo primero, y luego Perladeladriático y Sobreviviente ponemos el énfasis en la pregunta: ¿hay una llamada divina en el caso de los sacerdotes de la Obra? Y en estrecha relación: ¿es válida la ordenación de los sacerdotes de la Obra? Nosotros hemos puesto el énfasis en la realidad, en lo ontológico. Haenobarbo y Josef Knecht han respondido que sí, que la ordenación es válida, porque se realiza conforme a derecho, y, en consecuencia, debe haber también una llamada divina. Ellos han puesto el énfasis en los procedimientos jurídicos, en el derecho.

Indudablemente la realidad y el derecho, lo ontológico y lo jurídico, son dos aspectos importantes, valederos, complementarios. Sin embargo, esta complementariedad puede viciarse, manipularse, y sólo del lado del derecho; en efecto, al tratar de manipular la realidad, aunque sea un solo segundo después, ésta ya paso a ser historia, granito inalterable, imposible de manipular. La doctrina sana, rectamente complementaria de realidad y derecho, es el iusnaturalismo, donde lo jurídico se adapta a lo ontológico. La doctrina viciada, no complementaria, es el iuspositivismo, donde se pretende que lo jurídico sea independiente de lo ontológico, e incluso superior a lo ontológico. En el iuspositivismo todo lo que importa es que la ley sea promulgada por la autoridad humana, incluso de manera democrática. Y así se han legislado las permisiones del aborto, la eutanasia, la guerra preventiva, etcétera.

Es un hecho que en las escuelas de negocios de la Obra, y en la Obra en general, se predica el cristianismo y se practica el capitalismo. Lo que quiero ahora destacar es que en la Obra, en lo jurídico, se predica el iusnaturalismo y se practica el iuspositivismo. La Obra pretende justificar su capitalismo como una forma eficaz de incidir cristianamente en nuestro capitalista mundo, siempre que haya un desprendimiento personal de los bienes materiales. Pero la Obra no puede justificar su iuspositivismo de manera semejante, porque la Obra no legisla en el mundo, sino dentro de la Iglesia, y la Iglesia es jurídicamente iusnaturalista.

Lo que la Obra hace es camuflar su iuspositivismo para que parezca iusnaturalismo: falsedad e imagen. Y lo hace manipulando el derecho, retorciendo los procedimientos jurídicos, es decir, falseándolos. En la Obra son expertos en eso, pues a eso se dedican. En el mundo hay personas que se dedican a trabajar en beneficio de los demás, como puede ser cultivando el trigo; y a la vez hay personas que se dedican a acaparar el beneficio económico de los que honestamente trabajan (agiotistas, algunas instituciones financieras, etcétera). De manera semejante, en la Iglesia hay personas que se dedican a legislar en beneficio del pueblo cristiano; y a la vez hay personas (Opus Dei, Legionarios de Cristo y tal vez algunos más) que se dedican a legislar para acaparar el poder. Y para lograrlo necesitan aparecer como iusnaturalistas, cuando en la realidad son iuspositivistas. El capitalismo tiende a acaparar el dinero; el iuspositivismo tiende a acaparar el poder.

Lo anterior puede apreciarse con claridad en el tema de la llamada al sacerdocio dentro de la Obra. El iusnaturalismo pide procedimientos jurídicos para averiguar si la llamada divina es real, y adaptarse a ella, a lo ontológico. Y como la llamada divina no es evidente, esto se logra hablando con el interesado (el posible ordenando), ponderando su idoneidad, su rectitud de intención, su libre voluntad, su inclinación o deseo, sus puntos de vista, etcétera; y esto es lo que hacen con seriedad los Obispos. El iuspositivismo quiere imponer la autoridad humana y poner lo jurídico por encima de lo ontológico.

En la Obra se retuercen los procedimientos jurídicos para lograr imponer la autoridad humana: lo jurídico por encima de lo ontológico, la llamada del Prelado por encima de la llamada de Dios. Veamos cómo se logra en la Obra este falseamiento.

Antes de que un joven pite, él depende de los criterios naturales y elcesiales, y si él siente una llamada divina al sacerdocio habría que atender debidamente a esa posible llamada. Eso en la Obra no se acepta, y no se le permite pitar. Sólo se le permite pitar si no siente esa llamada divina, o si renuncia a ella por confiar más en los directores de la Obra que en sí mismo (rendir el juicio). Pero a la vez se le pide que tenga la disponibilidad de ordenarse en el remoto caso de que el Prelado lo llame al sacerdocio; lo cual el joven acepta con muy poco conocimiento y con mucha docilidad e ingenuidad (presión psicológica y plano inclinado). Con esto ya se dejó de lado la posible llamada divina antes de pitar y al momento de pitar.

Luego viene mucho plan de vida, mucho proselitismo y algunas labores internas, como atender clubes, cursos, etcétera. Después viene el Centro de Estudios, con mucha formación y adoctrinamiento: mucho “hacerse Opus Dei”. Y en seguida aparece el traslado al Colegio Romano, recordándole al numerario su compromiso inicial de estar disponible para una posible llamada al sacerdocio de parte del Prelado (más plano inclinado). Y ya en el Colegio Romano se le apremia para que le manifiste verbalmente al padre su “libre” disponibilidad para ordenarse, si él lo llamara al sacerdocio (más plano inclinado).

Entrecomillé la palabra “libre” porque en el Colegio Romano el numerario está sometido a una mayor presión psicológica que a la que estuvo sometido para pitar. En efecto, la presión psicológica ejercida en un joven de unos 15 años por unos amigos de su edad, el director de un centro y algún sacerdote, es mucho menor que la presión psicológica ejercida en alguien de unos 25 años por sus hermanos del Colegio Romano, sus directores y el gobierno central de la Obra, incluido el Prelado. El numerario prácticamente no puede negarse a la llamada del Prelado; y si lo hace tendrá sentimiento de culpa por no cumplir con su compromiso inicial de disponibilidad para ordenarse, y en gran medida habrá perdido también el buen espíritu; además será posible que en el futuro sea relegado.

En confirmación de lo anterior obsérvese que el porcentaje de los numerarios que se niegan a la llamada del Prelado es mucho menor que el de los jóvenes que se niegan a pitar. Me parece que también, de los sacerdotes que dejan la Obra, el porcentaje que escribe en Opuslibros es menor que el de los laicos que dejan la Obra. La vergüenza de haber permitido ser sometidos, mencionada por EBE, es mucho mayor por haber permitido ser sometidos a ordenarse que por haber permitido ser sometidos a muchas otras cosas.

En las circunstancias del Colegio Romano, es claro que el numerario tiene idoneidad, y rectitud de intención, y disponibilidad. Entonces el Prelado puede llamarlo al sacerdocio sin mayor discenimieno de la llamada divina, que se da por supuesta ante lo único que faltaba conforme a derecho, que era la llamada del Prelado. El Prelado llama y con ello se cumple todo lo pedido por el derecho: ¡y ya está!, la ordenación es válida... ¡sin que se haya discernido la llamada divina!, ni antes de pitar, ni en el momento de pitar, ni después de pitar.

Se debe aclarar que la ordenación es válida desde un iuspositivismo maquillado de iusnaturalismo, pero que desde un naturalismo real la ordenación no es válida. O sea que en realidad la ordenación no es válida. Sería válida sólo si Dios quisiera hacer su llamada adhiriéndose a la del Prelado, aun si éste no hiciera el debido discernimiento. Pero esto habría que preguntárselo directamente a Dios, y esperar de Él una respuesta explícita (tentar a Dios).

Conforme al derecho manipulado por la Obra, el Prelado no tiene por qué discernir cuidadosamente la llamada divina, como lo hacen los demás Obispos (claro que el Prelado podría discernir cuidadosamente la llamada divina si así lo quisiera, pero el derecho establecido en la Obra no lo considera necesario). El derecho ha sido retorcido para que el Prelado tenga todo el poder y el absoluto control sobre las ordenaciones sacerdotales de los numerarios, al margen de la llamada divina. Y el Prelado usa ese poder administrativamente, para atender logísticamente a las necesidades socerdotales de la Obra, como si se tratara de libros o de automóviles. Con todo esto también se deja de lado la posible llamada divina después de pitar.

Tal retorcimiento del derecho ha logrado que en la Obra lo que interese sea la llamada del Prelado, y no la llamada de Dios. Y así en este tema, como en muchos otros, en la Obra va quedando establecido el iuspositivismo maquillado de iusnaturalismo. Y todo sin que la Santa Sede se entere como es debido.

Y si le preguntáramos a Dios: “¿Llamaste al sacerdocio a Fulano de Tal?”... quizá Él respondería más o menos así:

Yo no me presto a tales manipulaciones; está muy mal que no disciernan cuidadosamente la realidad, o no, de mi posible llamada; pero lo peor es que ni siquiera les interese.

Ojalá negaran o afirmaran la llamada divina; que fueran fríos o calientes... pero... que ni siquiera les interese...

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A fin de lograr una visión panorámica de la Obra es necesario notar que hay tres males importantes que contribuyen al mal conjunto de la Obra: el capitalismo, el iuspositivismo y el gnosticismo.

El capitalismo tiende a acaparar las riquezas. El iuspositivismo tiende a acaparar el poder. Y el gnosticismo tiende a acaparar la imagen de una superioridad espiritual y doctrinal de una peculiar elite de iniciados.

La Obra predica el cristianismo y practica el capitalismo. La Obra predica el iusnaturalismo y practica el iuspositivismo. La Obra predica el catolicismo (universal) y practica el gnosticismo (plano inclinado y elite de grandes maestros).

En Opuslibros se ha hablado mucho del capitalismo de la Obra, y también se ha hablado algo de su gnosticismo; pero al menos en todo lo que llevo leído, que ya es mucho, no he encontrado prácticamente nada sobre su iuspositivismo, pese a diversos estudios de tipo jurídico. Pienso que sería bueno empezar a desenmascarar esta otra faceta de la Obra.

La Obra no ha inventado ninguno de estos tres males, sino que los tres ya existían en el mundo. Sin embargo, la Obra ha desarrollado desde su interior su propio capitalismo y su propio iuspositivismo. En cambio, la Obra no ha desarrollado desde su interior su propio gnosticismo, al menos no del todo, sino que éste le ha llegado inicial y principalmente desde afuera, desde la parte humana y pecadora de la Iglesia.

En la Iglesia militante se han dado muchos males de parte de los Pastores y del pueblo, pero principalmente de los Pastores. Casi todos lo cismas y herejías –un prudente “casi”-- han sido provocados por Pastores. Por ejemplo, durante unos años en la Iglesia militante imperó el arrianismo, y luego se corrigió. También hubo fuertes ataques de gnosticismo, que también se corrigieron. Sin embargo, en la Iglesia militante han quedado residuos de gnosticismo que prevalecen hasta la fecha.

El gnosticismo que ha permanecido en la Iglesia militante es el referente al celibato y a una fuerte dosis de horror al sexo; y también el referente a lo que la vida de celibato pide o exige, que es la dirección espiritual humana. Y estos dos males gnósticos, el celibato (con su horror al sexo) y la dirección espiritual humana, se han exacerbado enormemente en la vida y en el desarrollo de la Obra.

Todo indica que Dios ha suscitado la Obra –a través de Josemaría--, con su llamada a la santidad plena en medio del mundo, para que los Pastores de la Iglesia se enteren y se convenzan de que la llamada universal a la santidad es incompatible con el celibato, y que también es incompatible con la dirección espiritual humana; y para que finalmente se corrijan.

Y a fin de que los Pastores de la Iglesia logren enterarse de todo esto, y corregirse, la mayéutica divina les ha puesto a la vista y en el seno de la Iglesia el ejemplo vivo, plástico, clamoroso y dramático de que la Obra, en su fallido intento de hacer compatible el celibato y la dirección espiritual humana con la llamada universal a la santidad, ha terminado por ser un desastre: una institución falsaria y humanamente destructiva, que ha hecho enormes y profundos daños a miles de personas, y además está contribuyendo al actual desprestigio de la Iglesia a los ojos del mundo.

Sostener que la santidad plena exige el celibato, como dijo Tomás de Aquino, y se decretó sin infalibilidad en el Concilio de Trento, y Pío XII lo repitió en la Sacra Virginitas, sólo lleva a dos posibles consecuencias, ambas anticristianas:

1. El celibato no es vivido por todos, y lo que tenemos es una santidad elitista, sin llamada universal.

2. El celibato es vivido por todos, y la humanidad se extingue en poco más de un siglo.

El proyecto de Dios fue la familia humana; pero nosotros inventamos el celibato y dijimos que es superior al matrimonio y la familia. El proyecto de Dios fue que nuestro director espiritual fuera el Espíritu Santo; pero nosotros inventamos la dirección espiritual humana y la preferimos a la dirección del Paráclito.

Hemos puesto nuestros humanos inventos eclesiales por encima del proyecto divino. Y la consecuencia ha sido que hoy estemos todavía en la crisis del incumplimiento, es decir, que los cristianos estemos divididos, y que después de dos milenios sólo hayamos hecho discipulos de Cristo --razonablemente buenos-- al 0.4% de la población mundial actual.

Josemaría hizo la Obra como mejor pudo, a su modo y estilo; y finalmente fue canonizado. O como dijo Miguel Fisac: que Josemaría quiso hacer una cosa buena... pero le salió mal.

Mucho de lo que he dicho aquí está más detallado en mis escritos Rompecabezas Religioso (1,  234), en noviembre de 2011. Lo que importa es que sigamos escribiendo, rezando y luchando para que se acabe esta locura.

Paulino





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