Correspondencia privada en el opus dei
Quisiera contestar sobre la cuestión planteada por “Ex apéndice” el viernes pasado. Voy a contestar en base a lo que a mí me sucedió desconociendo si esto que me ocurrió es un protocolo a seguir en el opus, aunque casi todo lo que allí ocurre es un protocolo a seguir.
Nunca pertenecí a Consejo Local alguno, por tanto, alguien que nos lea y que sí haya pertenecido podrá completar mi información afirmando o no si esto se hace de forma generalizada. Al lector que lo haga, le estaré agradecida...
En la charla o confidencia que realizaba con la directora del centro semanalmente, me recomendó, que para entregarme más, fomentar la confianza en las directoras y ser salvajemente sincera [1] sin dejar ni un rincón en el alma con secretos, le diera mi correo electrónico y mi contraseña.
Dócilmente, fiándome de que lo que me pedían en la charla era voluntad de Dios muy a mi pesar y violentando mi conciencia, accedí y le facilité aquellos datos.
Una semana más tarde, cuando – como está indicado- toqué el tema de la fe [2] en mi charla con la directora, ésta me dijo que había leído mis correos haciéndome indicaciones sobre cuáles sobraban y cuáles eran adecuados al proselitismo. No se me indicó cómo debía responder, (escuetamente o con detenimiento), pero sí que comentarios o correos a determinadas personas sobraban.
¿Era así como Dios quería que me entregara más [3]? Sin duda no, Dios nunca quiso para mí este tipo de “entrega” que viola derechos fundamentales y contradice lo que me dice mi conciencia a pesar de que me lo indicaba una directora.
“Obedeciendo, no nos equivocamos nunca”…. y sí me equivoqué haciéndome daño a mi misma y a otros muchos.
Por lo tanto, “Ex Apéndice”, no sé si es este el caso de tu hermana, pero sí que puedo afirmar que a mí me pasó.
Aprovecho este escrito para agradecer a Guillaume su valiosísima aportación a la web y a Agustina por su continua lucha contra la censura periodística que el opus dei intenta imponer.
A Janabenito le mando un abrazo y le agradezco su interés por ayudarme contestando a mi anterior escrito.
Y, para los miembros del opus dei que nos leen, les recuerdo artículo 18.3 de la Constitución Española: Se garantiza el secreto de las comunicaciones y, en especial, de las postales, telegráficas y telefónicas, salvo resolución judicial.
Saludos,
Andrómeda
[1]“Si el demonio mudo se introduce en un alma, lo echa todo a perder; en cambio, si se le arroja fuera inmediatamente, todo sale bien, somos felices, la vida marcha rectamente: seamos siempre salvajemente sinceros, pero con prudente educación" (Amigos de Dios, 188)
[2]”Hay que dedicar el tiempo que sea necesario a esa preparación, estando prevenidos contra las dificultades que puedan presentarse: reales, algunas veces, como la escasez de tiempo o alguna circunstancia imprevisible; pero que pueden responder también a simple pereza. Para evitarlo, debemos examinamos -tal como ha señalado el Padre- sobre el cumplimiento de las Normas y Costumbres; especialmente sobre el modo de vivir la oración, la mortificación y los exámenes de conciencia; también de cuanto se refiere a la fe, a la pureza y a la vocación; del espíritu de filiación, de fraternidad y de proselitismo; de las preocupaciones, tristezas o alegrías; del amor a la Santa Iglesia y a la Obra; de la petición por el Romano Pontífice y por los Obispos en comunión con la Santa Sede; de la oración y mortificación por el Padre y por todos los socios de la Obra. Se ha de hablar también del desempeño de las labores apostólicas y de las otras tareas encomendadas, especialmente del encargo apostólico; del trabajo profesional y de las relaciones sociales y familiares en su dimensión apostólica y en cuanto influyen en la propia vida interior”. (Cuadernos 3. Vivir en Cristo. La charla fraterna)
[3]”Porque vivirla bien es entregarse: es quedar voluntariamente inermes, entregar los pensamientos y recuerdos, las aspiraciones, quizá ilusorias; las intenciones verdaderas que nos mueven; poner de manifiesto la real condición de nuestra vida, sin ceder nada a una protectora apariencia. Es quedar en manos de quien nos dirige, entregando las defensas de nuestra intimidad”. (Cuadernos 3. Vivir en Cristo. La charla fraterna)