Servir a la Iglesia como Ella quiere ser servida (II).- Ana Azanza
Fecha Wednesday, 16 May 2012
Tema 115. Aspectos históricos


“Servir a la Iglesia como Ella quiere ser servida” (II)

Ana Azanza

 

A pesar de los pequeños incidentes la Asamblea de obispos y sacerdotes se cerró en un muy buen ambiente. Había entusiasmo generalizado, incluso por parte de los que al principio no eran partidarios. Sólo los representantes de Europa Press y de Nuevo Diario –los dos eran del Opus Dei- no participaban de esas manifestaciones de alegría de los demás periodistas.

 

El entusiasmo se desbordó tras el discurso de clausura del cardenal Quiroga, fueron bastantes los sacerdotes que manifestaron su convencimiento de que se había producido un hecho trascendental en la Iglesia de España; el hecho más trascendental, decían algunos, en los últimos años...



El cardenal Quiroga, presidente en funciones de la conferencia episcopal española le pidió a Tarancón que dijera las últimas palabras. En ellas reconocía el cansancio por el trabajo y la satisfacción por haber realizado una obra buena en servicio de la Iglesia.

Se alegraba de que los momentos de tensión se hubieran superado con serenidad, humildad y respeto. Sin embargo Tarancón no quiso obviar las dificultades por las que se había pasado:

“Creo que conviene subrayar el proceso que ha seguido este clima de diálogo. Porque el primer día todos estábamos un poco nerviosos. Se trataba de una experiencia nueva que –conviene decirlo con claridad- tenía sus riesgos. Riesgos que podían ser magnificados por la imprudencia de unos u otros o por la presión de agentes exteriores. Se había hecho tal propaganda desde los medios de comunicación social con un trasfondo político evidente que todos estábamos un poco impactados. Aunque todos sonreíamos al encontrarnos reunidos por primera vez en este local la procesión iba por dentro. Daba la impresión de que no estábamos integrados, ni los distintos grupos de sacerdotes entre sí, ni los sacerdotes y los obispos. Pero todos hemos podido comprobar que la integración se produjo fácilmente y que cada día iba progresando el clima de diálogo y de responsabilidad”

 

Tarancón recordaba que todos debían avanzar al unísono en la iglesia, que había que hacer una labor de catequesis con el pueblo para que los fieles asimilaran la renovación impulsada por el concilio y para que fueran capaces de entender el porqué de las decisiones tomadas.

 

También intuía la tormenta que se podía desencadenar, por eso dejó claro que la Asamblea se había celebrado por iniciativa y decisión de la Conferencia Episcopal y que esta la tomaba como suya, por lo que estudiaría todas las conclusiones de la misma para tomar las decisiones pertinentes.

 

Al terminar se leyó un telegrama firmado por el cardenal primado que se enviaba al Santo padre. En él se transmitía el homenaje de fidelidad inquebrantable del episcopado español y 160 sacerdotes asambleístas representantes de los presbíteros.

 

Se las prometían muy felices, “todos creíamos que habían acabado las tensiones –señala Tarancón-. Lo más difícil sin embargo, de la Asamblea, vino después.”

 

Y el Opus Dei, perdón, “algunos miembros del Opus Dei”, hijos fidelísimos de la Iglesia, jugó un papel de primer orden en las dificultades como veremos.

 

Terminada la Asamblea marchó el cardenal a un Sínodo de obispos en Roma. El ambiente parecía en calma. El cardenal Quiroga apoyó la iniciativa del Secretariado de la Comisión del Clero de publicar en la BAC la colección de todos los documentos de la Asamblea Conjunta. El volumen se pudo enviar a Pablo VI y a los padres sinodales. Quedaron admirados de la seriedad con que se había celebrado y del tono de las ponencias.

 

Pablo VI tenía el tomo sobre su mesa cuando recibió a Tarancón al final del Sínodo. Le pareció que no lo había leído pero al mencionarle la Asamblea, el Papa elogió la iniciativa y le dijo que era natural que hubiese resultado bien porque la preparación había sido esmerada y porque siempre es fructuoso un diálogo entre obispos y sacerdotes.

 

Algunos obispos españoles se molestaron por la publicación, esos documentos no tenían valor hasta que no fueran revisados y aprobador por la Conferencia Episcopal.

 

Me parece que la españolísima expresión “ser más papista que el Papa” nos viene aquí como anillo al dedo. Me gustaría saber cuándo y como se fraguó, ¿pudiera ser entonces?, en toda esta historia, los más papistas que el papa juegan un papel fundamental.

 

Daba la impresión de que ese grupo de eclesiásticos utilizaban los documentos para mantenerse en oposición a la Asamblea y para crear un clima de franca rebeldía hacia ella. Excepto las revistas de ultraderecha Iglesia-Mundo y Fuerza Nueva en todas las demás, no sólo en las de carácter religioso, se consideraba que había sido uno de los pasos más importantes que había dado la Iglesia española.

 

En la sombra la Hermandad Sacerdotal dirigían escritos al gobierno asegurando que la Asamblea era una desviación eclesial y un reto al régimen.

 

En noviembre de 1971 hubo reunión de la plenaria de la conferencia episcopal, Tarancón observó que se había preparado una maniobra para retrasar la toma de decisiones en relación a la Asamblea. Se trataba primero de hacer imposible su aplicación con informes tendenciosos a Roma y al gobierno. Tarancón no estaba informado de una carta que se leyó en la sala, era una carta de unos pocos obispos que contenía un juicio condenatorio de la Asamblea y en la que se pretendía dar carpetazo al tema. El tono que puso al leerla el obispo Guerra Campos desagradó a la mayoría. Y tuvo un colofón inesperado cuando se leyó otra carta de don Marcelo González que en si misma era casi anodina pero fue presentada como si don Marcelo hiciese suya todas las afirmaciones de la anterior misiva.

 

El ambiente se caldeó y hubo una discusión acalorada incluso violenta. Con el voto en contra de 20 se publicó una nota en la que se decía que la Asamblea había sido una realidad positiva y que ya se vería como se utilizaban sus conclusiones. En definitiva: la minoría ultramontana se había casi salido con la suya. Muchos obispos no se dieron cuenta dice Tarancón de la maniobra. Pero eso no fue todo.

 

Ahora viene lo mejor, la entrada en escena del Opus Dei “oficial” en todo este asunto, que no lo olvidemos, se refiere a la aplicación del concilio vaticano II en España por los legítimos pastores, obispos y sacerdotes españoles. Lo pongo de relieve, puesto que los que entonces entorpecieron la necesaria renovación con consecuencias graves para nuestro país y para la iglesia, hoy aparecen como los defensores acérrimos del concilio frente a “sus enemigos”. Han pasado sólo 40 años y habría que ver si Fernando Ocáriz, el defensor, no estaba ya ocupando algún cargo o al menos formaba parte del Opus Dei.

 

Tarancón se expresa así de duramente, el subrayado es mío:

 

“Para entender, de alguna manera lo que acaeció en febrero de 1972 con la publicación del documento de la sagrada Congregación del Clero y por qué se había fraguado todo ello en un secreto absoluto a fin de que públicamente quedase desautorizada la Asamblea Conjunta y puestos en entredicho, ante la Santa Sede y ante la opinión pública española, los obispos que habíamos intervenido personalmente en su preparación y realización, es interesante tener presentes unos cuantos datos.”

 

Los datos que recuerda son:

 

-Que esa Asamblea Conjunta fue el primer acto público de la iglesia española en el que se había puesto en tela de juicio la conexión Iglesia-Régimen de Franco desde la guerra civil. Los políticos se alarmaban porque la iglesia era uno de los pilares que sostenía el régimen. Ciertos obispos partidarios de la España “esencialmente católica”, confundían régimen de Franco con Patria, no veían el cambio con buenos ojos. No eran la mayoría de los obispos, pero parece que se llevaron el gato al agua.

 

Cito textualmente al cardenal Tarancón, salvo mi subrayado:

 

“- El Opus Dei que participaba de esa misma opinión, pero más radicalmente, ya que su ascética individual y su sentido de cristiandad les hace considerar el poder político y las riquezas como los instrumentos eficaces de evangelización –no puede olvidarse que, como consecuencia de este convencimiento, que yo considero sincero, ellos estaban abiertamente comprometidos con el Régimen, y tenían en él una gran influencia; y promovían la riqueza entre los suyos y que, por otra parte, ejercían en muchas Congregaciones romanas cierta influencia, en alguna como la del Clero, decisiva-, juzgase escandalosa y herética la postura de la Asamblea. La verdad es que esa institución, entonces, no había aceptado el concilio.

 

Ellos podían tener medios para evitar que las conclusiones de la Asamblea Conjunta fueran a orientar la nueva postura de la Iglesia española y podía ser el gran instrumento del gobierno y de ciertos obispos para conseguir anularla, como todos pretendían.

 

-La conferencia episcopal se había renovado en los últimos años. La mayoría por Régimen que había sido muy fuerte en un principio, se había ido debilitando por el ingreso de nuevos obispos hasta pasar a ser una minoría –poco más de una cuarta parte de los votos en esa época- aunque tuviese todavía fuerza en la Permanente que había sido constituida en la época anterior.”

 

Se comprende que el Opus Dei haya puesto toda la carne en el asador por alcanzar la curia y dominarla. Los nombramientos episcopales son claves para que las diversas iglesias en cada país vayan en un sentido o en otro. Entonces Roma, sin el Opus Dei metiendo mano en esos nombramientos, fue una ayuda para que nuestro país se renovara eclesialmente, que bien necesitados que estábamos. Hoy, en la iglesia de Ratzinger, nos pasa lo contrario, un presbítero “aireado” no tiene boleto ninguno para alcanzar el episcopado. Además no hay que olvidar la trascendencia de todo esto dado que la iglesia católica en España era y es una instancia cultural y moral de primer orden.

 

Sigo con el relato de Tarancón. Asegura que los de la antigua mayoría episcopal temían a las elecciones a la presidencia de la conferencia episcopal que se iban a celebrar en marzo de 1972. Parecía que iba a cambiar el secretario, Guerra Campos obispo a la usanza franquista, y temían que si Tarancón asumía la presidencia, los “retro” iban a perder influencia en la marcha y orientación de la Conferencia. De ahí que fuera lógico que pensasen en anular al cardenal Tarancón y a todos los partidarios de la Asamblea Conjunta.

 

Tarancón salva la cara de todo el mundo. Desconozco si cuando escribió estas Confesiones había recibido quejas de personas o familias dañadas por el Opus Dei y sus métodos internos de recluta, formación y manipulación. Pienso que cuando alguien miente o actúa secretamente, por detrás de las personas a las que ataca, es porque sabe que lo que está haciendo no es correcto. Cuando se hacen las cosas por detrás del interesado no suele ser por el bien de nadie.. Al que hace el mal no le conviene aparecer como malo, hay que dar razones plausibles, autoengañarse antes de intentar engañar a los demás. En todo caso esto dice Tarancón sobre los que “le hicieron la cama” a la renovada y renovadora mayoría episcopal española:

 

“-Creyendo sin duda, hacer un servicio a la Iglesia –yo creo que ellos, aunque equivocados, procedían de buena fe, aunque después tuvieran que utilizar medios y procedimientos no sólo impropios de una conciencia cristiana sino de una conciencia medianamente honrada- buscaron el procedimiento adecuado para asestar el golpe de gracia a la Conjunta, poner en tela de juicio la ortodoxia o, al menos la prudencia de la mayoría actual y, de rechazo, anularnos ante la Santa Sede y ante la opinión pública a los que podíamos ser elegidos para los cargos directivos de la Conferencia en la nueva etapa.

 

La sagrada Congregación para el Clero, que es a la que correspondía esta materia, tenía unos cuantos consultores del Opus Dei –Alvaro del Portillo, Julián Herranz, etc, - y de ella era secretario monseñor Palazzini, vinculado íntimamente al Opus Dei, como era notorio en Roma.”

 

Teniendo en cuenta estos datos puede explicarse el hecho que siguió que casi parece de novela por los procedimientos que se utilizaron.

 

Ya tardó Dan Brown en sacarle partido a los procedimientos habituales de esta institución.

 

(Continuará)

Ana Azanza

 

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