Campos de concentración.- Coplasuelta
Fecha Friday, 27 July 2012
Tema 010. Testimonios


Habrá tantos casos como personas. ¿Cómo sí no cuando la dignidad se predica de las personas y no de los grupos? La entrega durante décadas se presume dentro de las sectas por definición: sólo se dedican a esa entrega impersonal y mediada, manipulando con toda profesionalidad a esa entrega. En casos en los que ven necesario realizar, por ejemplo, curas con psicofármacos lo hacen. Lo que da la medida de hasta dónde llega su carácter sectario.

Cuándo alguien quiere echar la responsabilidad en las personas manipuladas de seguir durante décadas, el dejarse manipular, desconocen los mínimos de la moral católica y en Santo Tomás se ve con claridad el grado de responsabilidad sobre quien actúa forzando su autoridad hasta el pecado, y grave. Además, si para muchas cuestiones, el avance de las ciencias y el conocimiento dentro de las sectas, tienen una crítica cruel y cínica como avances del mal y del Demonio, sorprende que la parte de ese conocimiento y de esos avances en lo que abunda en el control de la conciencia y de la personalidad, se aceptan sin esa crítica...



Se aceptan los sistemas de manipulación psicológica que usan los militares y los fármacos que se han desarrollado para ello. He visto casos de manipulación delictiva, desde antes de la adolescencia, con la colaboración de los padres o sin ella. Luego llegan los amigos de esos descerebrados en la adolescencia. Conozco quien ha aguantado 2, 3, 4, 5, 6, 7, 8, 9, 10… años dependiendo, siempre, del buen corazón. Cómo dice Frankl, los peores, los más duros de pelar, los más egoístas, sobrevivieron al campo de concentración, y lo decía por él y por lo que vió.

No sobrevivieron los que no tenían fuerzas para ello y quienes entregaron sus vidas por ellos, por esos pobres que no tenían fuerzas. He visto todo y eso y más. Pero además, para lo logrado, todo ese esfuerzo y sacrificio, ha sido inútil y falso. Lo que hace más noble y grande esa entrega durante años. Esos que han soportado todo el cómo por un porqué, tienen ante sí el honor y la gloria de haberlo hecho sin pensar en las consecuencias y en que la vida vale la pena entregarla, sí o sí, por los demás.

Quien ha dejado la cosa tras años de entrega tiene la doble condición del honor de la entrega y la valentía de superar la presión más cruel de las conocidas dentro de la Iglesia. Doble honor y doble coherencia: lo que parecía ser, un fiel católico, no ha sido y además han roto con las manipulaciones sectarias. No hay mejor demostración de que las personas son libres, que nada puede con ellas, y que esa libertad se ejerce aún a costa del mal inmediato, a costa de comenzar desde cero. Dependiendo del momento en que comienza eso de comenzar desde cero, por una manifestación clara de la bondad divina, y a pesar del desconcierto, el cierre de la vida interior a cualquier relación con la Iglesia, muchos o la gran mayoría acaba por encontrar un lugar en la vida.

La proporción entre la entrega y lo logrado fuera es absoluta y entramos dentro de la voluntad de Dios de forma más consciente que pueda darse: de tanto reflexionar, llorar, rezar, soportar y aguantar la negación de uno mismo para la pérfida ambición de unos clérigos, los laicos detectamos con toda claridad quienes somos, que nos hace diferentes y hasta donde eso ocurre. De forma más o menos consciente, entramos en la corriente divina de por qué hemos sido creados. Eso podrá ser o no puesto en valor en la Iglesia. Algunos podrán seguir creyendo o no. Es indiferente. La realidad, el día a día, de todos los que conozco es una altura moral y ética a prueba de prelaturas. Si alguno entra en la Iglesia y se encuentra con lugares para poder ser lo que es, mejor que mejor. Pero la Iglesia no está para fiestas y no podemos dejar de cumplir la voluntad de Dios por culpa de que, unos u otros, aún no han llegado al poder que persiguen. Y esto enlaza con el estado de la Iglesia hoy. Que, de la crisis de identidad, resuelta sólo en parte por el Concilio Vaticano II, se precipitará la crisis de la vida consagrada, del activismo y la reducción de un complejo, que aún no se ha explicado con detalle, a corrientes ideológicas a vida o muerte.

Entiendo que la vida clerical o consagrada, en esa crisis de identidad, haya sufrido la caída de vocaciones. Las nuevas formas de presentarse ante el mundo no dejaban mucho lugar a las diferencias con él. Lo que es llamativo es que algo nuevo, algo que viene a refundar la Iglesia, lo que es un signo visible de la acción del Espíritu Santo para renovar la Iglesia, a los pocos años, se convierta en una secta y que pierda cualquier esperanza de sobrevivir. Esa es la gran diferencia y el juicio que tenemos que hacer desde la prudencia más elemental: ni lo nuevo es tan diabólico ni la encerrona sectaria la solución.

Y ese ritmo sectario, fanático y superficial define a la prelatura es la definición de su falta de contenido y que su esfuerzo diferenciador ha sido una farsa de modos y modales que nada tiene que ver con la riqueza personal de cada uno de nosotros. Por eso el paso por la prelatura tiene el “engaño” de la vida católica pero la estafa de un reduccionismo totalitario, de una ideología a la altura del enemigo que combate que está sufriendo la mismas suerte: fariseos y saduceos. El alarde de que Dios hará que pivote sobre la prelatura la conquista del mundo, o sea, que tendrá no sólo vocaciones sino, además, selectas, para poder dirigir a la Humanidad pecadora, no se casa con el fracaso de esas vocaciones. Sólo los que son capaces de sobrevivir al campo de concentración, sólo los peores, los más posesos al poder y al reconocimiento personal a costa de víctimas o tontos útiles que podrán acomodarse a la esclavitud o enfermar en ella.

Como con el comunismo, la gerontocracia habrá hecho heredar a sus hijos el poder pero ese poder se está ejerciendo para vivir como nuevos ricos. Tras ellos, el caos y las peleas de mafias. Tras los que vivieron el fanatismo fundacional, llegan los que burocratizaron ese fanatismo y sólo quedarán los hijos que heredarán los restos del naufragio: empresas, colegios, revistas, editoriales, universidades… Se pasa de explotar a numerarios, se pasa a los supernumerarios y se pasa a ponerse en manos de profesionales que nada tienen que ver con esa supuesta llamada especial.

La pregunta es la siguiente: sin la cantidad ingente de dinero que usa en mantener obras deficitarias y sin los favores políticos de la derecha de cada país, ¿la prelatura podría soportar esas actividades? Si es sólo dinero, es que Dios no las quiere. Y Teresa de Calcuta es de las pocas cosas claras que tenía: si hay dinero, no sabrá que Dios quiere su obra.

Coplasuelta







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