¿Cuántos casos como el de Víctor son necesarios?.- Luciana
Fecha Wednesday, 12 September 2012
Tema 125. Iglesia y Opus Dei


La carta de despedida de Víctor, como a muchos otros, me ha conmocionado enormemente. Es una carta sincera, clara, escrita desde el corazón de una persona humilde, quien en su afán de dar lo mejor de sí mismo a Dios y a los demás, entregó su vida a una causa que lo destruyó, contribuyendo –según afirma- al surgimiento de una enfermedad que lo llevó a tomar la decisión que todos conocemos.

¡Qué pena Dios mío! ¡Y qué dolor!

Me pregunto, y se lo preguntaría a la Jerarquía de nuestra Santa Madre Iglesia, ¿cuántos casos como el de Víctor son necesarios, cuántos son suficientes para que tomen cartas en el asunto? ¿Por qué siempre tengo la sensación de que cuando se mueven ya es demasiado tarde, pues se podrían haber ahorrado sufrimientos innecesarios?

Y apelo a la Iglesia de Roma pues hacer un llamamiento a los Directores del OD es en vano. Los abusos denunciados incansablemente ante la institución (de los que dan cuenta numerosos testimonios en esta página) no la han llevado ni a pedir disculpas ni mucho menos a enmendar. En este sentido, recuerdo el testimonio de “novaliolapena” (15.06.2011), en donde expone que efectivamente –y por si queda alguna duda- el Prelado y sus allegados conocen perfectamente lo que sucede “puertas adentro”, y sin embargo no veo ánimo de rectificar. Por eso, precisamente, pongo toda mi esperanza en que sea la Institución fundada por Jesucristo quien intervenga con la autoridad que Él le otorgó y ponga un freno a quien lo tenga que poner para que casos como el de Víctor no se repitan nunca más.

Víctor querido: ¡Qué tristeza me produjo leer tu carta! Sobre todo porque tengo el convencimiento de que tu enfermedad fue inducida. Tal vez eras propenso a la depresión, pero en circunstancias diferentes, seguramente la evolución de la enfermedad habría sido diferente también.

Has decidido marcharte, ya no tienes fuerzas para luchar, necesitas descansar. Te entiendo, sabe Dios que te entiendo. Te vas con el convencimiento de que el Cielo es tu destino, y en el fondo de mi corazón yo también lo creo así. Tú lo dices bien, Dios es Amor, y ese Dios seguramente ahora te estará haciendo gozar de la paz que te fue privada en esta vida y que tanto necesitas. Elevo una oración para que así sea.

Y me despido, si me lo permites, con una frase tomada de tu carta: “…Dios es Amor y el Cristianismo puede ser una aventura y un camino muy bello, siempre y cuando se respete la libertad, la dignidad, la conciencia”.

Descansa en paz, querido amigo.

Luciana









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