Educar en el miedo.- Ramón
Fecha Wednesday, 19 September 2012
Tema 030. Adolescentes y jóvenes


Hola Orejas,

 

Es desolador que muera gente joven, sobre todo cuando no ha podido "vivir" su vida. El caso de Victor es paradigmático de cómo el integrismo religioso puede destrozar a una persona. No sé, ni quiero saber si este hombre se ha suicidado, cansado de tanto sufrimiento; o si se lo ha llevado una enfermedad común, agravada cuando no causada por la angustia, el miedo y la desesperanza.

 

No entiendo la respuesta de Pensando diciendo, sin más ni más, que la enfermedad mental es algo biológico y que si le ha pasado, era algo inevitable. Es cómodo pensar eso: nadie tendrá nada que reprocharse por ello, nadie se habrá pasado dándole el turre a Victor, llenándole de miedo, fraguando para él un destino que no había pedido ni quería. Todo será ¡oh maravilla! obra de una molécula de muy pocos átomos que está dentro de su propio cerebro. No creo tampoco que esto vaya en contra de la naturaleza del sufrimiento, ni sea motivo para echar por tierra la psiquiatría cada día más biologicista. El hecho de que esté alterado un neurotransmisor no quita para que el dolor exista. También lo están la felicidad, o el sentimiento religioso, o el amor, y nadie en el Opus ni fuera de él se atreven a echarlos por tierra por ese motivo. La cosa es más compleja.

 

En su propio escrito, Pensando deja entrever que la enfermedad mental, si bien es un trastorno biológico, para el que la persona tiene una predisposición, esa predisposición puede acabar de distintas maneras, según el ambiente en el que viva la persona. Si una persona crece desde niño en un ambiente que le programa el futuro a sus espaldas, como decía Victor en su carta, si ese futuro implica el sacrificio personal absoluto, si el rechazar esa propuesta supone romper todas las expectativas que se le han creado, y que espera la familia, resulta bastante lógico que la persona (si, ese nosotros que vive en nuestro cerebro) se resienta. Pero ahí no acaba la cosa: todo eso se adereza con disciplina, miedo, condenación, traición, sublimación y culpa. Es el integrismo religioso trasformado en Opus familiar, sociológico y asfixiante.

 

Cómo un joven en los años 90 del siglo pasado puede tener miedo a la condenación eterna, a no se sabe qué pecados, resulta bastante sorprendente, pero por lo visto todavía hoy hay gente que educa así a los muchachos. El problema, por tanto, es de integrismo religioso, como ya se ha debatido en OpusLibros durante muchos y muchos párrafos. No es un problema sólo del Opus Dei: es un problema eclesial. Hace años, muchos jóvenes, presionados por sus familias, entraban al seminario. Muchos salían, la mayoría bien, pero unos cuantos seguían con estigmas de culpabilidad, de fallo personal, de ruptura con los deseos familiares. Ahora, suceden casos como los de Victor.

 

En efecto, nadie le ha inyectado nada. En efecto, probablemente Victor tuviera algún gen alterado. Lo que nadie podrá negar es que el "tratamiento" que recibió ese muchacho durante años no ayudaba, por lo que él contaba, a que todo eso se canalizara armónicamente, sino que por decirlo vulgarmente "le ponía en el disparadero". Y lo peor es que todos lo hacían -empezando por sus padres, que estarán destrozados- con la mejor de las intenciones.

 

Que descanse en paz en brazos del Padre de todos, y que nadie se siga tomando en vano el nombre de Dios, y menos todavía las ilusiones, esperanzas, alegrías, miedos y sufrimientos de los jóvenes.

 

Que dios os guarde

Ramón









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