Muere el filósofo Eugenio Trias, ex numerario del Opus Dei.- Aloevera
Fecha Monday, 11 February 2013
Tema 010. Testimonios


Eugenio Trias, el filósofo que pensó al ser humano como un ser fronterizo entre la razón y sus sombras, entre el pasado inmemorial y el futuro trascendente, falleció ayer en Barcelona a los 70 años, arrastrado por la última arremetida de un cáncer de pulmón.

Trias había ido construyendo su pensamiento filosófico libro a libro, dejando atrás algunas influencias de la época hasta llegar a establecer una filosofía personal. En su itinerario vital también fue quemando etapas, como cuenta en sus memorias intelectuales y vitales, desde la infancia hasta los 33 años en El árbol de la vida, título que alude a su influencia orientalista, pero que toma del filme de Dmytryk, donde se dice que el joven para madurar debe buscar el árbol oculto en el bosque cuyos frutos "abren todas las cerraduras y cierran todas las heridas". Nacido de una familia conservadora, pasó por el Opus Dei (tras un sermón de su madre y con el cine-club Monterols como banderín de enganche).

Del libro El árbol de la vida, extraigo los siguientes párrafos: 

 

“Creo también que nunca en mi vida he cometido un error de tal envergadura. Y no porque errase en mis apreciaciones respecto a lo que la Obra era. No es que esta me desilusionase o defraudase; esto sucedió, pero eso no fue lo importante. Lo grave del asunto es que no había calibrado la radical incompatibilidad de mi naturaleza y carácter con esa institución. Esta tenía un modo organizativo sui géneris que hubiera desquiciado hasta el paroxismo mis personales condiciones y aptitudes...



“El Opus Dei imponía un orden objetivo externo, controlaba y supervisaba mi conducta, sometía mi vida a un constante autocontrol, ordenaba mis horas y mis días según un Plan de Vida que acababa pesándome como una durísima losa. Y lo que es peor: arruinaba mis propensiones ensoñadoras y solitarias al obligarme a una vida en común, preferentemente alegre y solidaria, que aniquilaba todas mis reservas de oscuridad y tiniebla, allí donde se atesoran mis mejores esencias. Mi lado oscuro, mi “sombra”, ese secreto tras la puerta que encerraba desde la infancia en los sótanos de mi castillo interior, todo corrían el riesgo de aniquilarse por una operación de iluminación radical irresponsable. Debía estar en constante tensión con el fin de hallarme siempre contento, alegre, en tesitura afirmativa y positiva, en pura represión de los aspectos sombríos de Ira, Rabia, Melancolía y Depresión que forman parte de mi carácter. De haber persistido en el Opus Dei habría enloquecido, o me habría convertido según el duro sentir de aquel cínico profesor de “El árbol de la vida” (película), en una mísera e incolora criatura.”

“¿Por qué esa innovación importante, la de generar una forma de vida secular de entrega religiosa incondicional, se echaba a perder a causa de que integraba en ella las costumbres, estilos y maneras más reaccionarias y ñoñas que uno puede asociar al peor cromo del catolicismo? ¿Cómo era posible que una orden clerical arcaica, pero mucho más avezada, como la de los jesuitas, le hubiese ya entonces tomado la delantera en casi todo? ¿Cómo podía ser que lo que había nacido como un ímpetu juvenil de transformación de la sociedad en general, y de la iglesia acabara siendo el estandarte de lo más reactivo y repulsivo de ésta? Yo, la verdad, no daba crédito a lo que veía, si bien había optado por ponerme una venda en los ojos; por lo menos durante un tiempo.”

“Durante las mañanas en el piso del Stadtwaldgürtel, casi a las afueras de Colonia, ayudaba al secretario de la institución en Alemania. Recuerdo que no paraba de hacer fotocopias; por mis manos pasaban disposiciones que venían de Roma y que se distribuían por las distintas “regiones” de la Obra. Fue allí donde descubrí alguna circular que me llenó de zozobra o que comenzó a sembrar en mí las semillas de la duda. En particular me produjo verdadero escándalo un volante en el que se hacían una serie de recomendaciones a los socios que llegaban a ocupar cargos públicos o puestos políticos. Se les instigaba a que tuvieran consideración prioritaria, con el fin de cubrir plazas vacantes o puestos, por socios del Opus Dei afines, o como mínimo por cooperadores o personas adictas o próximas. Prácticamente se alentaba al enchufismo que todos los enemigos de la Obra, que eran legión entre otros mi propio padre, le reprochaban amargamente.”

“Por esta vez los enemigos parecían tener razón. Leí el documento sin dar crédito a lo que mis ojos veían. Y si en eso acertaban los enemigos, ¿les iba a faltar razón en todo lo demás? ¿No sería la Obra una siniestra maquinaria inventada para la conquista del poder que se aprovechaba de regímenes dictatoriales como el franquista, donde no había partidos políticos, para actuar al modo de un poderosísimo lobby y en el que además confluían las fuerzas más reaccionarias del espectro político?”

“El Opus quizás nació como una fuerza renovadora, pero ha perdido el tren, se ha quedado en la cuneta; el Vaticano II se lleva a cabo sin contar con él; es más se hace muy a su pesar; el Opus es hoy por hoy el sector más reaccionario de la Iglesia. Palabras paternas que iban haciendo mella en mi ánimo. Sobre todo después que un día, hablando con un sacerdote en el lago di Como a este se le había escapado el siguiente comentario referente a Juan XXIII: Ojalá Dios lo tenga pronto en su gloria.”

“La propia libertad de lectura de que gozaba en esa zona franca que era para mí la Facultad de Letras de Colonia, donde mi obligación era leer a Kant, a Heidegger, o a otros filósofos, iba haciendo mella en mi ánimo. El tomismo estrecho de miras que el Opus Dei asumía en la formación interna de sus socios, y que ya había experimentado el año que pasé en Madrid, chocaba con todas las corrientes de la modernidad. En Colonia había una cátedra tomista, en razón de la zarpa eclesiástica de una ciudad que tenía por principal jefe al arzobispo cardenal, pero no poseía ningún prestigio. Me interesaban los filósofos del momento, el existencialismo, Heidegger, hermenéutica de Gadamer y hasta la escuela de Frankfurt(….)”

 

“Comenzaba a sentir cierta nostalgia de los ambientes familiares y sobre todo de mis antiguos compañeros de colegio o de universidad. Me había querido adaptar al mundo alemán con entusiasmo e ilusión, pero había aspectos de vida que me provocaban fuerte rechazo. Hablaba el alemán con máxima fluidez, leía textos de ensayo y filosofía sin dificultad y hasta me había lanzado a leer alguna novela…”

Ana Azanza comenta ampliamente este testimonio de Eugenio Trias en su blog, con una primera entrega y otra segunda.

Un saludo,

Aloevera







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