La obra de San Judas Tadeo y Rodrigo de Jerez...- Pinsapo
Fecha Wednesday, 13 March 2013
Tema 125. Iglesia y Opus Dei


La obra de San Judas Tadeo y Rodrigo de Jerez, primer fumador europeo

Pinsapo, 13/03/2013

 

 

San Judas Tadeo

 

 

No puedo resistirme a participar en el fogoso debate monográfico de la correspondencia de los últimos días, pues como ya traté de explicar en el segundo capitulo de mi viaje a Grazalema, o que a muchas personas nos atrapa de esta web no es otra cosa que su gran utilidad como terapia colectiva o catarsis, dado que nos permite compartir una misma experiencia con tantos otros que, habiendo vivido en diferentes épocas y lugares, siendo de distinto origen y culturas, hemos descubierto aquí nuestro común denominador de análogo trayecto vital y similares vivencias. Por tanto, con la capacidad precisa para comprender perfectamente nuestros sentimientos, sin necesidad de preámbulos o explicaciones y con la peculiaridad de este foro único de ser capaz de colmar nuestra necesidad de expresión para mostrar nuestro personal retablo de luces y llagas con libertad plena...



Para comunicar con plenitud algo es necesario dominar la jerga específica de una materia que no está al alcance del común de los católicos, como nos ocurre al escuchar conversaciones entre médicos sobre enfermedades que no reparan en traducir sus palabrejas para el resto de tertulianos que pretenden enterarse de su idioma en clave. El problema es que si uno se entretiene en explicar continuamente el significado de cada palabra o su sentido, puede o bien perder el hilo, o hacer muy árida la conversación, por lo que resulta impagable dar con un entorno que hable el mismo idioma “sectorial”, evitando el tedio de explicar lo obvio.

Tenemos la ventaja de que con nuestros escritos no aspiramos a la reforma de la obra como aclararon Galileo y Flavia, pues tan pretenciosa misión supone entrar en el terreno de la teología ficción a veces sugerida también por algunos de dentro que beben en estas aguas cristalinas, tras haber pedido perdón por el daño causado, por los errores de la institución (a causa de su mala o buena praxis, eso es buscar tres pies al gato), por la desenfocada y perniciosa visión de las glosas y vademécum sobre tantos aspectos de la vida cristiana. Como dice Agustina esto sería para bajarse del carro, pues esa imposible pretensión equivaldría a querer fundar sobre nuestros despojos una imaginaria obra de San Judas Tadeo, patrón de las causas imposibles, pues habría que dejar claro desde el principio que en inconsciente asociación de ideas no se confunda al santo con Judas Iscariote. Sólo en el terreno teórico acepto participar en este ejercicio de “eclesiología ficción”, pero aún como mera hipótesis, la obra de San Judas precisaría adaptar los estatutos de la obra al código de derecho canónico, en concreto el canon 212.3 sobre el derecho y deber del cristiano de manifestar a sus Pastores y los demás cristianos su opinión para que una Institución en su praxis no se desvíe de la doctrina de la Iglesia (c. 214), garantizar en su elección vocacional la inmunidad de coacción (c. 219), no violar el derecho fundamental de cada persona a proteger su propia intimidad (c. 220), derecho a reclamar legítimamente sus derechos conforme a normas jurídicas aplicadas con equidad (c. 221), detallar en estatutos su finalidad, modo de gobierno y praxis (c. 304), auditoría anual de la Santa Sede velando sobre la integridad de la fe y las costumbres e impedir abusos de autoridad (c. 305), expulsión solo por justa causa y conforme a Derecho (c. 308), así como las normas que rigen para cualquier institución “normal” de la Iglesia sobre el proceso de salida de un miembro (c. 746) que salvan su oportunidad de defenderse con pruebas ante Notario en caso de expulsión, la cual solo puede ser por causas graves, externas y jurídicamente comprobables (c. 696), amonestación previa ante dos testigos dando oportunidad para que se defienda (c. 697.2), debe observarse la equidad y la caridad evangélica con el miembro que se separe (c. 702.2). La devoción a San Judas la extendieron los dominicos y los claretianos por América en el siglo XIX, desde Chicago a Perú, pasando por México, Guatemala, Panamá y Cuba; lugares en que se acude a él para casos “imposibles, difíciles y desesperados”, por lo que no daré más ideas a los jefes de la Prelatura.

Siguiendo el refrán que dice que uno recoge lo que siembra, ¿por qué no se preguntan los altos cargos si es posible que el que haya tanta gente “dolida” puede tener su origen en una conducta con respecto a ellos muy poco cristiana? Nadie da lo que no tiene, y si nos dieron hiel no podemos devolverles miel, más que nada por bien de nuestros familiares, nuestros sobrinos, nuestras cuñadas, nuestros padres, nuestros hermanos… y por bien de la Iglesia. De este modo con nuestro testimonio contribuimos a la inmensa tarea de “reparación” que precisa nuestra reconstrucción personal y la responsabilidad ética que nos insta a tratar de evitar que otros se hundan en el fango de tan pantanosas aguas, atraídas por la inicial apariencia de perfecto oasis cristiano, pero que desemboca en un modo de vida que ni por equivocación coincide con el diseño teórico.

Se nos ha interpelado a quienes compartimos aquí nuestra especial “experiencia religiosa” si entre nosotros hay alguien “con alguna experiencia positiva”, que no haya quedado al salir tan herido y afectado, nos pregunta FJM si existe alguien que pueda decir “que no toda la obra es mala”. Tratando de entender la razón de esta visión tan “maniquea”, incapaz de distinguir la amplia escala de grises que hay entre el blanco y el negro, el error de leer nuestros testimonios sin advertir los amplios matices que contienen tan solo se explica en personas que han tenido un nivel de vinculación con la obra muy tangencial, inicial o superficial; que mantienen una visión del pulcro “flash inicial” de un moderno pero auténtico cristianismo para ser vivido en medio del mundo, sin necesidad de cambiar de estado ni de profesión, ni de hacer votos o ser raros (¿?). Si uno estuvo tan solo uno o dos años acudiendo a círculos y meditaciones siendo un joven estudiante, y todo quedo ahí, es posible e incluso lógico que haya cristalizado una experiencia completamente positiva, pues no ha dado tiempo a que los grandes ideales fueran corrompiéndose en rígidos compartimentos estancos, no ha retrocedido en la escala evolutiva hasta la categoría de “jumento” que a fuerza de continuas vueltas por su noria, ni ve, ni siente, ni padece; solo da vueltas con el objetivo de alcanzar el “centro” definitivo.

Para acabar, no renuncio al impagable aprendizaje de las lecciones de la Historia, y hoy nos es de gran utilidad la experiencia de Rodrigo de Jerez, el primer fumador europeo, que me vino a la cabeza tras leer al atribulado Fede sobre su padecimiento por el humo del tabaco en las tertulias diarias de “casa”. Rodrigo fue uno de los marinos que navegaron hacia América en el barco Santa María en el primer viaje de Colón en octubre de 1.492, viendo fumar por primera vez a los indios de Cuba, cuyas hojas secas de palma desprendían una peculiar fragancia, con la que los nativos hacían rollos “a la manera de un mosquetón hecho de papel” con tabaco dentro, uno encendía un lado y “bebía” el humo que salía por el otro lado. Rodrigo adoptó este hábito y de vuelta a su natal Ayamonte no paraba de fumar por las calles, asustando a sus vecinos que lo denunciaron a la Inquisición porque “solo el diablo podía dar a un hombre el poder de sacar humo por la boca”, y por tan paganos y diabólicos hábitos fue encarcelado durante siete años acusado de brujería, descubriendo al salir de prisión que la costumbre de fumar se había extendido por toda España. Esta Historia nos muestra como lo que inicialmente es repudiado y reprimido por una sociedad estrecha y cerril, hasta el punto de condenar a una persona a siete años de cárcel por considerarlo endemoniado, con el paso de muy poco tiempo es aceptado socialmente de forma que incluso se llegó a fumar por los sacerdotes en las ceremonias litúrgicas, de lo que es prueba los ceniceros que existían en los altares de la Catedral gótica de Sevilla. Esta es nuestra esperanza, que no puede irse contra el signo de los tiempos, y nadie en la Historia ha logrado imponer por la fuerza ningún sinsentido, por grande que fuera el empeño de ir contra de la dirección del viento. Acordándome de la angustia de Fede, le dedico el relato del cronista de Indias más antiguo, Gonzalo Fernández de Oviedo: “Usaban los indios, entre otros de sus vicios, uno muy malo que es tomar unas ahumadas que ellos llaman tabaco, para salir de sentido. Se que algunos cristianos lo usan porque dicen que en aquél tiempo que están así transportados no sienten los dolores de la enfermedad, y no me parece que es esto cosa sino estar muerto en vida.”

Y aunque sea una cosa cercana o similar a las creencias sobre espíritus errantes que se aparecen en una fecha concreta, como pasa con el espíritu de la Princesa Zaida cada 28 de marzo según mi relato del quinto capítulo, aconsejo también a quienes pasen por Sevilla, que pueden poner una vela a San Judas en la Iglesia de San Antonio Abad de la calle Alfonso XII (Hermandad del Silencio), donde se venera una talla suya, por ser santo muy milagrero y de los de mayor devoción entre los sevillanos, de lo que es muestra el hecho de que el patio que acoge su hornacina se encuentra a diario repleto de personas que con gesto descompuesto acuden a solicitar su auxilio como última opción para las causas más difíciles o desesperadas.

Pinsapo







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