Excursiones por el camino más peligroso del mundo.- Pinsapo
Fecha Friday, 05 April 2013
Tema 010. Testimonios


VIAJE DESDE GRAZALEMA A LAS PLAYAS DE CALAIS
Autor: Pinsapo


Anteriores:

I. Etapa feliz en el club “El Pinsapar” y otras aventuras

II. Que es lo que nos atrapa de esta web y música como método para sanar

III. Rápida y fácil entrada: así se las ponían a Fernando VII

IV. El centro de estudios como huída hacia adelante

V. Evocaciones de Almodóvar del Río y su castillo medieval.

VI. “Pasar-las canutas” en la etapa directiva: ver, oír y callar.

VII. El Numerario que besó a Claudia Schiffer

VIII.- Habemus Pampa: argentino, pero modesto   

 

 
El caminito del Rey

 

IX.- Excursiones por el “camino” más peligroso del mundo.


Los viajes y excursiones eran la vía de escape de la asfixiante atmósfera de los centros de jóvenes, donde todo lo que se saliera del horario programado se sometía a la consulta y aprobación del “gobierno colegial”, que decidía a su antojo muchas veces atando en corto a quienes expresaban su deseo de fomentar sus deportes o aficiones, siendo condición “sine quanon” la finalidad apostólica, por lo que cualquier consulta al respecto debía venir acompañada con el fiel “amigo de goma”...



En mi etapa directiva era consciente de esa necesidad de búsqueda de oxígeno puro, tomando una actitud de predisposición a escuchar a los del centro, para que expresaran sin temor sus gustos y anhelos, siguiendo la premisa de construir sobre la naturaleza, sin anularla ni destruirla, contribuyendo a eliminar el mayor número de las absurdas prohibiciones o restricciones, por entender que Dios no le pedía a nadie renunciar a sus aficiones mediante un arbitrario ejercicio del poder de dirección (sufrido en el centro de estudios con profusión), con la excusa de que era necesario alcanzar con dolor la “visión sobrenatural”, haciendo tragar quina con las negativas a ciertos planes, y ver si se soportaban estoicamente y sin rebelión interior, con la típica frase: “mira en la oración si con ese plan no te estarás buscando a ti mismo.” O sea, no vayas a la excursión que necesitabas, y no lo vuelvas a intentar porque es puro egoísmo sin beneficio para el fin apostólico de la institución.

La especie de amantes del tiempo libre siempre han destacado por su arrojo, brío, energía y amor por el riesgo; ávidos de las grandes emociones que proporciona el descenso de aguas bravas, barranquismo por cañones con cascadas o alpinismo en nevadas cumbres. Era el gancho de muchos chicos para el club juvenil, y por eso tanto se añoraba en el centro de estudios, cuya irrespirable atmósfera reclamaba la escapada para desfogar desde las llanuras hispalenses hacia altas cumbres, anchas playas o majestuosos cañones; pero no solo por la salud física, sobre todo por la necesidad de oxigenación mental. De forma paradójica coexistía junto a la anterior especie la de “rata de biblioteca”, que huía del deporte, la piscina y las emociones fuertes; siendo su única actividad al aire libre la lectura en el jardín y lo más parecido al ejercicio físico el correr torpemente para subir al bus. Es cierto que las excursiones del club juvenil se hacían con escasez de medios, sin muchas medidas de seguridad o material adecuado, tal como detalla un amigo mexicano al describir las noches pasadas a la intemperie y las imprudencias juveniles a las que no se ponía freno, como relata Nicanor sobre la caída de un chico por un acantilado de 5 metros en Perú que afirmaba que “es para mí un milagro que ningún niño de los que llevaba hubiera muerto en huaycos, pérdidas del camino, pasos por escarpadas o cataratas.” Salvo alguna situación angustiosa, mi experiencia fue muy positiva y nunca tan dramática como la peruana, que tacha las excursiones de temerarias describiendo: “chicos a punto de morir ahogados, estrellados en coche o caídos en abismos.”

Es fina la línea que separa la imprudencia de la pura descarga de adrenalina, pero tampoco es justo generalizar sobre el actuar temerario, pues debe distinguirse situaciones de riesgo de diferente nivel. He tenido el placer en verano de ir en bañador y sin traje de neopreno descendiendo el río Vero, por los cañones de las Buitreras y la Garganta Verde, pues allí bastaba solo un buen calzado. Un inicio atrevido es deseable en toda expedición por eso resultaba apasionante acceder a escarpados cañones por un estrecho y largo túnel ferroviario que salvaba la montaña y si te pillaba dentro el tren debías lanzarte a la cuneta para no ser succionado por el “caballo de hierro”. Así comienzan el desfiladero de los Gaitanes y la garganta de las Buitreras. Para adentrarnos en ésta salimos de la estación de tren de El Gaucín caminando sobre traviesas de madera de pinsapo, entramos en el túnel e iniciamos el descenso a las Buitreras, donde sobrevuelan nuestras cabezas unos buitres leonados de mayor tamaño que un águila (su envergadura alar llega hasta 2,6 metros). Tras descender con cuerdas rápeles de 8 metros, las paredes de roca de más de cien metros de altura muestran su magia de pináculos, agujeros y pozas; y tras una angosta zona del cañón donde del cielo solo se ve una estrecha franja azul, llegamos a la cueva que llaman la capilla Sixtina de musgos y helechos. Tras nadar por largas galerías inundadas y contemplar tantas imágenes de ensueño, el agua desaparece entre las rocas. A fuer de ser sincero, he de decir que los bomberos tuvieron que rescatar a un buen grupo de chicos de Arqueros a quienes sorprendió una tormenta en las Buitreras que les dejó atrapados, mereciendo la noticia su espacio en telediarios y diarios nacionales. En un mes de agosto quedó también a merced de los buitres el gran profesor del semestre y fumador de pipa don Tirso, en el que la inesperada crecida por lluvias atascó el cañón de troncos en su parte más estrecha cuando no cabe vuelta atrás, y solo dos osos como Gaby M. y Jimmy H. pudieron arrastrarlo volviendo de madrugada exhaustos, hambrientos ateridos de frío al centro de estudios. También yo salvé a uno de mi centro que paralizado por los calambres y agotado, irremisiblemente se hundía hacia el fondo de uno de los profundos lagos del cañón. Siempre me recordará como aquel que le proporcionó una segunda oportunidad de vivir... y bien que lo agradecieron luego su mujer e hijos.

Más adecuada para niños de club juvenil es la Garganta Verde de la sierra de Grazalema donde habita el Pinsapo, junto a Zahara de la Sierra. Debe su nombre a la frondosa vegetación que tapiza sus paredes de unos 400 metros de altura, paraíso para las aves de roca por lo que allí anida la mayor colonia de Europa de buitres leonados, moran los vencejos reales que cruzan como flechas, currucas y mirlos. Entre las rapaces es especial el cernícalo por sus “parones” en pleno vuelo, águila perdicera, calzada y culebrera, así como los halcones peregrinos. De noche retumban entre las estrechas paredes ruidos de murciélagos, mochuelos y del búho real. Es refugio ideal para zorros, comadrejas, hurones, tejones y nutrias. Se inicia su descenso a partir del mirador de la sierra del pinar, donde crece el famoso Pinsapar, serpenteando por el portentoso desfiladero tallado en piedra caliza vemos especies más expuestas al sol: sabinas, matagallos, retamas, lentiscos, algarrobos y acebuches. Luego aparecen otras como la alacranera, zarzaparrilla, tomillos y hierba de plata. Al llegar a lo más profundo con permanente sombra por la estrechez del cañón, rezuma agua por grietas y fisuras, siendo el cielo una estrecha tira azul, aparece en el lecho del río una vegetación diferente: entre las rocas crecen higueras, laureles, nuezas y la vinca, de bellas flores lilas. Tras atravesar varias grutas, llegamos a la Cueva de la Ermita, la más grande, adornada con una gran colección de estalagtitas y estalagmitas, tiene forma de un cuarto de esfera, de un color rosa extraño, con un color verde helecho, de alga, acuarela, submarino. La cueva tiene un aspecto extraño de creación, de entrañas de la Tierra, y allí, tantas veces, elevamos una oración más pura que en el más mullido banco del oratorio de Pozoalbero. En la zona más húmeda y más umbrosa crece el rejalgar (Arum Italicum), cuyos frutos son venenosos. El diccionario solo nombra al mineral mezcla de arsénico y azufre, pero esta especie vegetal sale en los manuales botánicos. Sus hojas parecen lanzas, las flores amarillas y los frutos rojos. Aunque es tóxica, su raíz se utiliza en Homeopatía para catarros, bronquitis y faringitis.

He de reconocer que algunos se pasaron tres pueblos al dejarse arrastrar por sus ansias de aventura y libertad, como le ocurrió al hermano de un periodista de TV nacional, Nacho P., que agotadas ya todas las prórrogas del servicio militar por sus estudios de Farmacia, no tuvo otra ocurrencia que indicar en su solicitud como posible destino (sin consultarlo, obviamente) el buque escuela Juan Sebastián Elcano. Gracias a tan colosal despiste, agradeció a la Armada dar la vuelta al mundo en un barco a vela como hiciera 500 años antes el vasco Elcano a instancias de la Corona Española, quien junto a 17 marineros volvió a Sanlúcar de Barrameda tres años después de su partida. El bueno de Nacho nunca entendió la fenomenal bronca que le cayó por cumplir su anhelado sueño, pues todavía no se permitían mujeres en la Armada como hoy, por eso con su amplia sonrisa al recordarlo siempre dice: “¡que me quiten lo bailao!.”

El experto montañero guipuzcoano Javier C., antiguo subdirector de Plaza de Cuba, como todo vasco sano destacaba por su empuje, humor, cintura, adaptabilidad a cualquier ambiente; con lo que fue el perfecto guía de universitarios en la inolvidable travesía por el Pirineo aragonés, en la que durante una semana dormimos en plena montaña, incluyendo la noche previa al ascenso del Monte Perdido (3.355 m) en el parque natural de Ordesa, junto al refugio de Góriz (2.160 m), en que nos hizo montar la tienda junto al cartel que decía “prohibido acampar”. Antes del ascenso al tresmil atravesamos los valles de Añisclo, Ordesa y Pineta; recuperando energías a base de desayunos con tostadas contundentes y tanques de cerveza, iniciamos la ascensión por la cara norte para llegar a uno de los pocos glaciares que existe en el Pirineo. A partir de ahí nos quedaba para coronar la cima la última parte de nieves perpetuas, para la tuvimos que usar piolets y crampones e íbamos los 8 unidos en cordada por la cresta desde donde se divisa Francia. Al llegar a tan colosal cima en pleno verano con un sol esplendoroso, ante una atmósfera tan limpia y tan espectaculares vistas, era fácil comprender como tantos montañeros buscaban a Dios en las cimas más altas.

Solo existe un lugar donde experimentar las emociones más fuertes: el Desfiladero de los Gaitanes (Málaga) cuyas verticales paredes son atravesadas por el Caminito del Rey, una estrecha pasarela de 3 km. y un metro de ancho a más de 100 metros de altura sobre el río, que se construyó en 1901 por la sociedad hidroeléctrica del Chorro, recorrido en 1921 por Alfonso XIII con su séquito espantado. En los años 90, años en que culminé esta travesía en varias ocasiones, el paso del tiempo y su abandono había hecho mella, por lo que presentaba un aspecto lamentable, sin barandilla, varias secciones derrumbadas, lo que aumentó su peligrosidad y atractivo como importante zona de escalada de Europa. Tras morir varios chicos al caer al vacío en el año 2000, fue cerrado por la Junta de Andalucía y prohibida su entrada bajo multa de 6000 euros, sin que se sepa aún que fue de los fondos europeos concedidos para repararlo. Pese a ello mucha gente lo sigue transitando, pero equipada con arnés para engancharse a los cables de acero y a las vías ferratas que salvan los tramos sin caminito o solo con vigas. Atraídos por el vértigo, personas de todo el mundo acuden allí cada fin de semana, comenzando el recorrido en la estación de El Chorro, tras caminar por la vía férrea de la línea Córdoba-Málaga que se adentra en el túnel que circula en paralelo al desfiladero.

Agradezco a mis años en la obra haber visitado tan maravillosos lugares, pues de otra forma creo que nunca los hubiera conocido, pero sigo preguntándome por qué tantos y tantas que seguimos este “camino” espiritual descarrilamos en nuestro trayecto vital, cuando tan fácil es seguir la letra del Evangelio: solo Jesús es el camino, verdad y vida; y ninguna institución tiene derecho a engrilletar las conciencias por angostos senderos.

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