No hay atutía para la penuria emocional.- Pinsapo
Fecha Friday, 03 May 2013
Tema 020. Irse de la Obra


VIAJE DESDE GRAZALEMA A LAS PLAYAS DE CALAIS (XII)
Autor: Pinsapo


Anteriores:

I. Etapa feliz en el club “El Pinsapar” y otras aventuras

II. Que es lo que nos atrapa de esta web y música como método para sanar

III. Rápida y fácil entrada: así se las ponían a Fernando VII

IV. El centro de estudios como huída hacia adelante

V. Evocaciones de Almodóvar del Río y su castillo medieval.

VI. “Pasar-las canutas” en la etapa directiva: ver, oír y callar.

VII. El Numerario que besó a Claudia Schiffer

VIII.- Habemus Pampa: argentino, pero modesto   

IX.- Excursiones por el “camino” más peligroso del mundo.

X. A los cadáveres se le entierra piadosamente

XI.- Feria de Abril con la Sharon Stone de Triana.

 

 

XII.- No hay atutía para la penuria emocional.     

 

"El grito". Autor: Munch


Con independencia del estado de ánimo que cada uno tuviera a su salida, ya fuera eufórico o deprimido, lo cierto que siempre se produce el aterrizaje dificultoso y desorientado en el mundo exterior, que muchos hemos convenido en denominar como se sentiría “un pulpo en un garaje”. Tras haber roto los lazos y amarras con familiares y amigos a tan corta edad y por tantos años, este síndrome precisa de buenos lazarillos, familiares o amigos, que nos orienten por los caminos del mundo real, pues ya no vemos los “palos pintados de rojo” que nos acompañaron desde la más tierna infancia. Hay una denominación que me parece muy descriptiva de tal situación, el “Síndrome del Liberto”, que  engloba el conjunto de dificultades psicológicas y de socialización que sufren un grupo personas con síntomas coincidentes, como aquellos que en la antigua Roma, tras años de penalidades, consiguen liberarse de su esclavitud...



 

Al salirnos sentimos algo semejante a Libertos dispensados del Pacto por el que siendo adolescentes renunciamos al ejercicio diario de la libertad, que subarrendamos a los directores mediante las consultas, la confidencia y los medios de formación. La libertad implica elección, toma de decisiones con la sola iluminación de la propia conciencia (recta), pero salvo para monjes enclaustrados, no es necesario que nadie interfiera en el día a día del cristiano corriente: qué gasta, qué estudia, en qué trabaja, a quién llama, qué amigos elige. Poner filtros a la libertad, a la conciencia, a quienes hay que amar (familia espiritual) y a quien no (amigos no interesados en la obra), es encorsetar la vida cotidiana de las personas, limitar el amor de amistad (desinteresado, no proselitista). Lo que también he llamado “engrilletar conciencias”. Desconcertaba más que tal situación pudiera ser mejor o peor según el talante del director de turno: todo parecía perfecto si era flexible y empático; pero se tornaba en pesadilla si era rígido, estrecho, arbitrario y disfrutaba repartiendo a diestro y siniestro su particular dosis de cruz de cada día. 

Es algo semejante a lo que experimentan presos de largas condenas al salir al exterior, que tan bien refleja Morgan Freeman en la película “Cadena Perpetua” (España) o “Sueños de Libertad” (Argentina), que aunque no consiguió ningún Oscar en 1994 por coincidir con Forrest Gump, es considerada una de las mejores películas de los 90. Cuando Red (Freeman) sale en tercer grado, tiene que dar cuentas periódicas de su proceso de reinserción a su controlador de la condicional, se le adjudica alojamiento y un trabajo en un supermercado. Desespera al encargado por los absurdos hábitos de su subordinado, que le ruega que cada vez que quiera ir al baño, ¡por favor, no le pida permiso! Red, con el tiempo se da cuenta que sigue viviendo como un preso en esa libertad tutelada y dependiente psicológicamente, y debe soltar amarras lejos de su controlador de la condicional, fugarse del Estado y del país, para volar hacia la libertad con su inteligente amigo Dufresne (Tim Robbins) que, tras hacer una fortuna en el presidio con el dinero negro del arbitrario y corrupto director (suicidado), se redime y rehace su vida en las playas de la ciudad de Zihuatanejo, de la costa oeste mexicana.

Al salir de la obra sobreviene un periodo en el que uno debe resocializarse y reeducarse para reinsertarse en una sociedad libre: por eso es más fácil entablar amistad con mujeres que con hombres. En la amistad con las mujeres empezamos de cero a tratar a la otra mitad de la humanidad desconocida, más fácil si has tenido hermanas o primas de tu edad. Es cierto que en este terreno, hemos agradecido a nuestro buen lazarillo que frenase nuestras ansias de enamorarnos de todo ser humano con faldas que se cruzaba en nuestro camino, y con el tiempo cobró sentido el consejo de mi amigo Rafa: no te cases con tu primera novia como suelen hacer muchos ex numerarios, que luego sufren decepciones sentimentales, ten muchas amigas de las que saldrán o no relaciones más o menos estables, pero esto necesita el poso del tiempo, como el buen vino. Ser caballerosos, atentos, sensibles, educados, generosos, alegres, resulta muy atractivo y llamativo para muchas mujeres, y al principio hasta nos extraña concitar el éxito en esta materia. Pero la situación es engañosa, pues cuando ellas rascan un poco ven lo postizo y en definitiva, la pregunta concluyente, ¿este tío de donde ha salido?

A los hombres nos es más difícil entablar sincera amistad mutua, pues el modo de relacionarnos está ya viciado por el inconsciente utilitarismo apostólico sometido al bien institucional, hábito que cuesta mucho trabajo extirpar. A veces es más fácil construir desde cero a personas nunca instruidas en ningún ámbito, como ocurre con los ex reclusos a los que hay que preparar para una nueva vida en libertad (reeducar y resocializar), siendo más fácil la tarea con quienes nunca recibieron educación ni estuvieron nunca socializados, que con aquellos que estuvieron insertados en ambientes perniciosos y contaminados. Es la difícil tarea de salir de lo que llamo la “Burbuja Tóxica”, donde se inocula la falsa humildad que empuja al rechazo de uno mismo, a tener una baja autoestima y visión propia negativa con el pretexto de combatir la soberbia y la vanidad, siendo la consecuencia de machacar el ego el impedir ser uno mismo para ser portador de una vida ajena, la institucional.

En la vida real podemos reconstruir la autoestima, esa actitud positiva hacia uno mismo que implica la autoaceptación con nuestras luces y sombras. Esta tendencia natural fue machada y acallada sin fundamento racional alguno, pues como afirma Fromm, el amor a uno mismo y hacia los demás es una habilidad que constituye la forma más sana de vivir y convivir, pues ayuda a desarrollar las mejores potencialidades de uno mismo y de los demás. Antonio Machado lo expresa en una poesía: “¿Dar cosas a los demás? Muchacho, llena tu jarro, que ya te lo beberán.” Quien se aprecia y valora a sí mismo, podrá relacionarse con los demás en el mismo plano, sin sentirse ni por encima ni inferior a los demás. De ahí la profundidad del mensaje evangélico que nos da la medida del amor al prójimo: la del amor a uno mismo. 

La “atutía” (óxido de cinc) era el remedio empleado para enfermedades oculares que con el tiempo se consideró la panacea para toda enfermedad, extendiéndose su uso indistintamente para todo tipo de dolencias. Fue un descubrimiento de la medicina árabe desarrollada en Al Andalus en el siglo X por el cordobés Abulcasis, padre de la cirugía moderna. La palabra atutía pasó a ser empleada como sinónimo de «remedio», de manera que cuando algo no tiene solución se dice «no hay atutía», y su uso convirtió la expresión, por falsa separación coloquial en «no hay tu tía». Es cierto que en nuestros años en la institución experimentamos un enriquecimiento personal por conocer a tan variadas gentes de tan diversos lugares y profesiones, pero no lo es menos que también sufrimos un empobrecimiento emocional que nos ha costado superar muy poco a poco. Por eso, dentro de la burbuja tóxica no hay tu tía para esa indigencia emocional y allí, sobre este mal, no existe remedio alguno, ni la atutía puede con este gran padecimiento, y aunque allí –si las cosas no cambian- pocos pueden albergar esperanzas de superarlo, muchos podemos decir que fuera lo hemos conseguido, evitando así acabar consumidos en la melancolía.

 

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