Aniversario de mi falsa fidelidad.- Andrómeda
Fecha Wednesday, 03 July 2013
Tema 060. Libertad, coacción, control


Aniversario de mi falsa fidelidad

Hace unos años, por estas mismas fechas, estaba haciendo mi falsa fidelidad. Recuerdo todo con detalle, aún no lo conseguí borrar de mi memoria a pesar tantos esfuerzos por no recordar lo que no me agradó de mi tormentosa “vocación” al Opus Dei. Ya no recuerdo algunos nombres de mis “hermanas”, ni muchas costumbres, ni los días de fiestas “A”,”B”,”C”,”D” ni tantas otras normas de mi antigua vida. Pero si recuerdo mi insistencia en conversación con la vocal de san Miguel sobre la conveniencia de, al menos, retrasar la incorporación definitiva-aunque ya sabéis que desde el principio presentan la vocación como definitiva- sin éxito por mi parte.

-“No hay motivo de peso para retrasarla y bla, bla, bla...”

¿No era suficiente motivo el no querer hacerla? ¿No era suficiente motivo la duda de conciencia que tenía y debían haber respetado?

No, no era suficiente ante la voluntad de Dios que salía de boca de aquella joven directora.

Recuerdo una especie de “entrevista” con dos directoras frente a mí preguntándome acerca de mi vida interior y de mi afán apostólico. Todo era puro teatro: ambas sabían que estaba llena de dudas, que me resistía a aquella ceremonia que tendría lugar en unas semanas. No respetaron mi conciencia, que nos es dada por Dios y que jamás ninguna directora debe considerarse autorizada a sustituir con los criterios de la mente del padre.

Directora, ante Dios no podrás responder de tus acciones con la mente del padre… ¿o es que acaso le dirás a Dios: “obré con la mente del padre”?

Recuerdo otra imagen: el verme arrodillada ante dos directoras, frente a un crucifijo y una figurita de la Virgen, leyendo un texto en el que me comprometía a hacer corrección fraterna a las directoras y a ser fiel a la obra. ¡Qué esperpento! Mientras mi conciencia me decía que me estaba equivocando….

Es bochornoso que me comprometiera a ser fiel a la obra antes que a mi propia conciencia dada por Dios delante de dos personas que conocían la falta de libertad con la que realizaba aquel acto. ¡Esperpéntico que me pusieran un crucifijo delante!

Inmediatamente fuimos frente a la cruz de palo,- ¡otra cruz!- con el cura sentado al lado, y de nuevo de rodillas leí un texto- esta vez en latín- y besé la estola de un sacerdote al cual ni conocía…. ¡qué ejemplaridad de buen pastor de almas! Después, en el oratorio, ya estaba sintiéndome físicamente mal y me puse de rodillas en el último banco como manifestando que aquello era una farsa, que no era un acto libre, pero el sacerdote me dijo: “No, no, tú en el primer banco”…. Me arrodillé en el primer banco y aquel sacerdote desconocido me introdujo un anillo solo hasta la uña de uno de mis dedos de la mano izquierda haciendo malabarismos para no tocar mi mano ni que el anillo no cayera al suelo... Todo “muy normal”.

Los únicos testigos de aquella peculiar ceremonia secreta-pusieron un cartel que decía “no pasar” en la puerta del oratorio por si venía alguien- fueron dos directoras y una numeraria del centro.

Recuerdo salir del oratorio y quitarme el anillo volviendo a meterlo en la caja y mirar a los ojos a la subdirectora- con la que hacía la charla- para decirle: ¿Tú crees que puedo estar contenta?¿No crees que esto es un teatro?

La respuesta: su silencio.

Estoy segura de que aquella subdirectora es de las que lee Opuslibros, sabrás quien soy… Recuerda subdirectora que fuiste responsable de obligarme a no escuchar mi conciencia en aquel momento, de herir mi alma muy profundamente porque eras tú misma la que años después me recomendabas abandonar la obra por una enfermedad que vosotras mismas habíais causado en mi.

Prometí, al menos, ser coherente con aquello de hacer correcciones fraternas a las directoras… ¡qué ingenua!... y cuántos enemigos me creé a mi alrededor.

¡Cuánto pecado encierra la obra! ¡Cuántas almitas- como alguien decía hace poco- heridas! ¡Cuánta ruina espiritual habéis dejado y seguís dejando por el camino!

¡Cuánta gente sola que no tiene otro medio para reponerse y sentirse acompañado más que leyendo Opuslibros!...

Ya llevo años fuera, y me he ido encontrando a muchas almas heridas que te agradecen, Agustina, este espacio de libertad. Almas que me dicen: ”¡No me hubiera recuperado sin Opuslibros!”… y que están luchando duramente por desprogramarse de un mundo ajeno a la realidad que nos rodea.

         Esta fue la segunda de las tres crisis que tuve sobre mi tormentosa “vocación”.

         La tercera la conté en mi anterior escrito y la primera la dejaré para la próxima publicación.

         Gracias por la ayuda desinteresada de tantos, especialmente a ese buen hombre de Dios al que hace unos días escribía personalmente para agradecerle su ayuda durante los duros momentos que atravesaba tras dejar la obra, gracias por animarme a no abandonar la fe en Dios.

Andrómeda









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