Anécdotas con la administración.- Otaluto
Fecha Thursday, 01 July 2004
Tema 070. Costumbres y Praxis


Ha salido últimamente el tema del las administraciones y me he acordado de una anécdota, la cuento sin sacar consecuencias. Había ido a vivir a un país extranjero y mientras preparaba mis exámenes de ingreso me quedaba estudiando en un sótano, era el único del centro y al estar solo me ponía unos walkman y me abstraia del mundo (luego, cuando el director me vio con ellos, me dijo que no los usara más). En eso estaba cuando un día me "pesco" la administración. Una puerta que se abre a mis espaldas, un murmullo y una cabeza que se asoma y se retira apresuradamente. Comienzo a levantar mis cosas y de repente, pataplaf! (como en un caso así diría Satur) se abre la puerta de par en par y una "señorita" con ojos de fuego se me queda mirando, taladrándome con la mirada, diría yo. Del sobresalto se me cayeron las cosas que llevaba y por fin, como pude y torpemente, corrí escaleras arriba. Una semana más tarde, la misma situación pero esta vez en mi habitación, en el piso alto. Esta vez, una numeraria auxiliar se acerco despacito por atrás y me tocó el hombro, seguramente para protegerme de la ira salvaje de la "señorita". Bajé las escaleras a todo correr y cuando llegué al descanso, paf! me encuentro nuevamente con la mirada de fuego que siguió taladrándome la nuca en todo mi recorrido escaleras abajo. Nunca me dieron miedo las mujeres, pero deberían haber visto a esta! Salida de Cuentos de la Cripta.

Cualquiera creerá que la lección estaba más que aprendida, pero dicen que el hombre es el único animal que repite sus errores. Dias más tarde, ya sin walkman, siento los ruidos típicos de la administración. Salté como un resorte intentando ganar la escalera, pero era tarde. La sombra de una mujer armada con plumero se proyectaba contra la pared del descanso de la escalera, ellas subían y nuevamente yo estaba atrapado en terreno enemigo. Sin pensarlo dos veces, retrocedí silenciosamente y me encerré en un bañito, con la luz apagada. La estrategia era hacerles creer que no había nadie adentro del baño y que el mecanismo del picaporte había quedado trabado (ya había pasado anteriormente y se destrababa utilizando una tarjeta de plástico). El problema es que el espacio era minúsculo, no más de un metro por setenta centímetros, había poco aire y hacia calor. La administración tironeaba impiadosamente del picaporte y discutían entre ellas. Comencé a entender que mi situación era critica. Qué pasaba si estas valientes mujeres dominaban el arte de la tarjeta de plástico? Durante las dos horas que permanecí en oscuro cautiverio (merecido, lo admito) en mis manos húmedas se desgranaban innumerables las cuentas del Rosario. La parte buena fue que, luego, representé el episodio con mucho éxito en un show de cumpleaños (para sorpresa del director disfrazamos a uno de numeraria auxiliar). La parte mala es que en mis noches de insomnio aun recuerdo esa mirada furibunda (Nicole... estás segura que no nos hemos visto antes?).

Paz a todos.
Otaluto.







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