Basándome en sus escritos, unos de cal y otros de arena,
unos acusándonos otros estando de acuerdo con nuestras denuncias, entreveo a
una persona típica de la obra tras muchos años dentro. Ni la defiendo ni la
acuso, sólo intento entender qué le puede llevar a escribir lo que escribe.
Desde su adolescencia entregó su vida a la obra y, aún
viendo –como nos ha sucedido a todos cuando estábamos dentro- que no se hacen
las cosas bien y que hay muchas incongruencias y etc., etc., etc., ha seguido
adelante dentro de ese extraña burbuja de la que no es fácil escapar si se
sigue creyendo que, a pesar de los pesares, la obra es de Dios y la fidelidad a
la institución se identifica con los planes de Dios para ella. O sea, que “morir
en casa” y defender a la obra es su misión en la vida. Con más de 50 años en el Opus es muy duro asimilar que le dieron el timo de la estampita.
Por otro lado, no he conocido personas más críticas con la obra que a
personas de la obra. Pero esa crítica -que he tenido ocasión de escuchar en
privado muchas veces en estos diez años de Opuslibros precisamente porque era en privado-, dentro de la prelatura
sólo se desagua en la charla fraterna y en la dirección espiritual, es decir, en
un circuito cerrado y controlado donde no vas a ser comprendido porque la
misión de quien te escucha es quitarte esas cosas de la cabeza y en absoluto
ayudarte ni darte la razón. Él o ella también está programado para repetir frases
aprendidas “del espíritu del Opus Dei”, nunca para ponerse en el lugar de otro.
Por eso creo que Calandria donde de verdad se desahoga "cuando está en mal plan" es en Opuslibros.
Fuera de ese medio de incomunicación al que llaman charla fraterna o confidencia, no hay posibilidad
de comunicarse de verdad con nadie más. Está prohibido porque a la obra no se
la puede criticar ya que, “al ser de Dios, es perfecta”. Es el típico ejemplo
que creo le sucede a Calabria a través de sus escritos: “yo puedo criticar a la obra y al prelado y a las directoras (en la charla), pero que nadie los critique si no es por los 'cauces reglamentarios' ("los trapos sucios se lavan en casa"), como si los demás no hubiéramos recobrado la libertad para denunciar tantos trapos sucios dónde, cómo y cuándo nos de la gana.
Yo veo así a Calandria. Su postura es un “sí pero no” y
un “no pero sí”. A veces le sale la verdad de lo que ve y vive, que es cuando
ella es más ella y otras le sale la defensa de la obra porque es “de buen
espíritu” y ahí adopta su yo institucional, que es cuando es menos ella y más
prelatura. Admito que llevo muy mal sus provocaciones
contra nuestros testimonios y más de una vez he pensado en mandarla a paseo. Mucho me temo que no va a cambiar... porque ya no puede cambiar.
Un abrazo y feliz puente
(nos volvemos a ver el lunes 19 de agosto)
Agustina L. de los
Mozos