Si de algo me enorgullece mi pequeña participación en Opuslibros, es que desde el primer momento (y ha pasado más de una década) se ha abstenido de vetar cualquier mail –imagino que salvo aquellos insultantes- que incluso pudiera ser contrario a la opinión mayoritaria de los participantes. Esa bandera, por voluntad de Agustina como coordinadora, ha hecho a esta página diferente del pensamiento único que caracteriza a la institución que nos ocupa, a sus páginas web y a sus portales satélites. Bien alto se puede decir que no todos somos iguales.
Por otro lado considero que las opiniones pro opus contribuyen a explotar las burbujas endogámicas que periódicamente aquí se forman en base a opiniones muy similares o con discusiones escolásticas sobre el sexo de los ángeles. Matizo que personalmente me parecen bien esas disquisiciones, pero considero positivo que de pronto llegue el opusito de turno y, con sus argumentos, nos recuerde de qué tipo de organización estamos hablando, abra nuevos hilos de conversación o incluso ayude a profundizar sobre temas anteriormente tratados. En ese sentido y parafraseando irónicamente una de las enésimas máximas que se repiten por allá dentro “los defensores del Opus que aquí escriben son nuestro tesoro”.
Coincido casi punto por punto en lo que Agustina señaló sobre la “numeraria estrella”: según los sentimientos que alberga según la época sobre su institución escribe una cosa u otra. A mí esta mujer me recuerda al adolescente que yo fui en el Opus, cuando, a pesar de todo lo que veía o intuía ahí dentro, forcejeaba conmigo mismo para convencerme –charla fraterna mediante- de que aquello era de Dios y que los equivocados éramos todos menos la Obra. En ese sentido esta “miembra” me produce, junto con las iras de sus argumentos, una cierta ternura. Es el grito, a su manera, del que quisiera salir de esa cosa pero no puede.
Saludos a todos.
Jiménez