La Teología de la Obra (II).- Piedrapomez
Fecha Friday, 24 January 2014
Tema 125. Iglesia y Opus Dei


Hay otro error muy grave en la institución: el considerar que solo pueden obrar bien (o hacer acciones buenas) las personas que estén en “gracia de Dios”.

Se confunde este criterio subjetivo de la moral con un criterio medible y cuantificable, como si fuera una “X” marcada en la espalda.

El evangelio es claro: una "prostituta" (o sea una pecadora pública), lava los pies de Cristo, y él mismo Cristo elogia su acción "has hecho bien".

También un "ladrón" reconocido (o sea un pecador público), desde la cruz reconoce injusto el castigo a Cristo, aunque merecido el suyo. Y Cristo lo salva.

La Fe de la Iglesia siempre afirmó que los sacramentos son siempre válidos aunque sea indigno el ministro que los imparta. O sea la máxima obra de bien no requiere la bondad del sujeto.

En contrario, en la institución la preeminencia de la subjetivo a la hora de juzgar las conductas, lleva a negar en la práctica toda objetividad de la ley moral.

Como corolario de esa negación se termina negando toda objetividad del desarrollo humano en áreas como las ciencias, la cultura, etc.

Es lo que se observa en las instituciones educativas de la organización: "esta persona es conveniente -según un criterio particular de algún miembro-, por tanto “sabe y enseña bien". En este grosero criterio para seleccionar personal no se tienen en cuenta ningún criterio científico válido y objetivo, como en cualquier otra institución humana. Se termina en el “amiguismo”, en distribuir los cargos por conveniencia, como en cualquier institución mundana o política.

Al negar la objetividad de la ley moral, dada por Moisés y refrendada por Cristo, se termina negando la ley moral

Así se abusa -en un grado extremo de deshonestidad e ignorancia- por ejemplo, de la mentira. O se termina por considerar los pecados (como la “avaricia”, la “vanidad” y la “soberbia”) como virtudes.

Se abunda en medias verdades, en no dar los motivos ciertos de las decisiones y conductas que se adoptan; en definitiva se engaña constantemente tanto a los de “afuera” como a los de “adentro”, ya que no existe a esta altura ningún criterio moral.

Esta dualidad es muy grave y la admite y confirma la misma institución, ya que presenta sus actividades y labores de un modo distinto según el interlocutor: con una versión para el “afuera” (por ejemplo para conseguir benefactores o recursos) y con una versión distinta para el “adentro”, al modo de cualquier organización con fines clandestinos y secretos.

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