Cuestión de verbos.- Perladeladriático
Fecha Monday, 27 January 2014
Tema 010. Testimonios


Querida Agustina, queridos lectores, colaboradores: va calando en nosotros, con el tiempo, la repetición, la experiencia y la lectura, un conjunto de verbos que a menudo conjugamos cuando el opus ocupa nuestras conversaciones, nuestros comentarios. No como algo retórico sino como algo propio, vivido, palpado, sentido, desgraciadamente recordado y no siempre aún, superado a pesar de nuestra capacidad de perdonar. Hablar del opus es hablar de la acción o acciones de muchos de sus miembros. Es hablar de cómo los directores, consiliarios, consejos locales, delegaciones, y demás altas esferas hasta llegar a Villa Tevere, tratan a sus súbditos (tal es el verdadero nombre de los de "a pie", de la "clase de tropa"), sea con el trato verbal, sea con la acostumbrada jerga quizá no pronunciada pero sobreentendida y practicada; aconsejada, demostrada  de forma inamovible. Cómo si en ello fuera la llave de la certeza de una actuación 100% cristiana. Como si Cristo alguna vez hubiera usado en forma encadenada tales verbos para hacernos abrir el corazón; cosa que Él sí hacia mientras que la obra (que poco o casi nada tiene de Dios) no solamente no hace sino que, impide que la persona pueda aprender a hacer.

Permitidme pues que cite tales verbos...



Asustar, creando miedo en la conciencia mediante la amenaza de la condenación si uno osa dejar o apartarse de la obra. ¡Como si dejar la obra fuera dejar a Dios! Cuando suele ser al contrario: dejar la obra es abrir el corazón al Dios del Amor, al Dios que es todo Amor.

Coaccionar las almas de forma que crean que la salvación está solamente en la obra. Que la obra es el único camino seguro. Que sólo en la obra se explica la verdadera doctrina y la verdadera teología.

Manipular: cambiar el normal discurrir del pensamiento personal por el pensamiento colectivo de la obra, como si una institución pudiera tener tal forma racional.

Eclipsar el pensar propio para imponer el pensar basado en la idea de una persona que presuntamente intentaba glorificar a Dios.

Retener: a los miembros en contra de su voluntad, violentando su conciencia.

Medicar a los miembros, sin permiso, sin ser muchas veces un facultativo quien medica. Medicar para prevenir… ¿qué?... para curar… ¿qué? ¿No será quizá medicar para subyugar, para someter, para doblegar la voluntad? ¿Alguna vez se les argumenta a los medicados la verdad del porqué se les medica?

Reiterar ideas, comentarios, indicaciones, normas, en definitiva ordenar o imponer de forma más o menos camuflada, como si el hombre fuera un simple animal capaz solamente de repetir hechos y se le dejara sin su gran dosis de creatividad.

Mentir: ataque frontal al octavo mandamiento que se practica de forma descarada en la obra. Fundamento de su proselitismo aunque las evidencias tangibles de lo contrario de lo que se dice sean vistas por todos.

Adular: ensalzar exageradamente las virtudes (aún supuestas) de las personas, para llevarlas a un grado superior de autoestima que les haga suponer que sólo en la obra se les valora.

Involucionar: auto-cerrazón del pensamiento y de la praxis aún que esta vaya en dirección contraria a la de la Iglesia Católica, a las indicaciones del Concilio V II, a las enseñanzas del Papa.

Ser prepotente: despreciar todo lo que no sea de la obra como algo inferior e incluso malo o dañino. Minusvalorar  la acción de los pastores que no pertenecen a la prelatura. Recordemos el comentario del fundador respecto a los sacerdotes de la obra en comparación con los demás sacerdotes, tomando como similitud la luz de las farolas de la calle… Ser prepotente también en la dirección espiritual, actuando quién lo hace como si tuviera formación para ello, como si algún sacramento hubiera recibido que le diera alguna gracia actuante o alguna gracia de estado, sabiendo que un laico no puede ser director de almas.

Idolatrar: dar culto real o fingido, de forma superlativa, a falsas figuras o personas consideradas dioses, como si todo lo que dijeran o hicieran fuera dogma de fe.

Despreciar: comentarios burlescos o irónicos sobre la vida y costumbres de determinados institutos religiosos, sobre muchas devociones que son juzgadas y caracterizadas burlonamente aun no conociéndolas. (Tal sería el caso de la devoción a la Exposición perpetua del Santísimo Sacramento, promovida por San Pascual Bailón, nombre que siempre suscita en los miembros de la obra más de una carcajada en el más absoluto desconocimiento).

Ser orgulloso: creer de forma no razonada que la vida en la obra es la mejor, que es el camino para llegar a Dios. Que sólo cumpliendo “las normas” se puede llegar a Dios. Creer que sólo en la obra se educa bien. Que sólo los miembros de la obra llevan las virtudes al grado superior. Que solamente los matrimonios entre miembros de la obra funcionan bien…

Prohibir: acudiendo a la denominación de pecado (como si en la obra y sólo en la obra) existiera la capacidad para denominar pecado a una determinada acción de la persona. Sin saber ni preguntar. Así se catalogan los pecados en la obra. Pero por el contrario se admiten otros muchos pecados, los cuales no solo no se prohíben sino que se fomentan: tal es el caso de falsas sociedades, de contabilidades en negro, de mentir a la propia esposa o esposo. De prohibir la visión de ciertas imágenes que, por ellas mismas, no constituyen pecado alguno. De leer ciertos libros (aun escritos por el propio Papa o incluso por algunos santos de la iglesia). Prohibir preguntar. Se trata pues de obediencia ciega.

Amenazar: con la condenación, como si algún humano pudiera tener tal facultad de conocimiento. Amenazar con el fracaso matrimonial si no se cumple aquello que “ellos” consideran la verdadera paternidad responsable. Amenazar con defraudar a Dios si no se entra en la Obra cuando uno “ha sentido” la llamada (¿llamada de quién? ¿De Dios o del director?).

Monopolizar: sólo en la obra está la verdad suprema y el bien supremo. Sólo en la obra se celebra bien la eucaristía (aunque a veces se incumplan las recomendaciones del CVII) Sólo en la obra se confiesan bien los pecados, aunque sepamos y hayamos vivido la falta del sigilo sacramental en esta confesión. Sólo en la obra…

Difamar: partiendo de que toda persona tiene derecho a la fama y a la buena fama, en la obra es frecuente practicar una falsa corrección fraterna consistente en atribuir acciones o actividades de alguna persona cercana o allegada cuando se quiere prescindir de ella. Tal sería el caso de avisarla de que se la ha visto en compañía de una persona del otro sexo (como si este simple hecho fuera suficiente como para emitir juicio, establecer conducta pecaminosa y condenar a tal persona) muchas veces con la rescisión del contrato de trabajo si ello es factible.

Calumniar: es frecuente que en la obra, algunos de sus miembros y en general concuerda con el talante opusdeístico, el “arte” de atribuir acciones deshonrosas a aquellas personas que podrían erigirse en competidores. Es un fácil método para pasar a segunda división a quien podría hacerles sombra. O también es frecuente, casi seguro, que quien deja la obra será calumniado, acusándolo de enfermo (y si eso es verdad cabría ver por obra y gracia de quien han llegado a este grado de enfermedad) o de pecados respecto al sexo.

Someter – esclavizar: verbo que se suele conjugar, eso sí, veladamente, sobre todo en la acción hacia las numerarias auxiliares y los/las agregados/as. “Ellos” realizan tareas propias de la clase de tropa, aunque luego suavicen la potencia de su verbalización concediendo a esas tareas la capacidad de ser santificadas. Esclavizan el pensamiento de todos y cada uno de los miembros.

Dirigir y canalizar. Adoctrinar: aun siendo quizá un “mal menor” no es despreciable la capacidad de la obra de canalizar  os pensamientos y dirigir las acciones de sus miembros hacia una sola vía por la que éstos pueden circular: es la vía. No hay otras.

Paralizar: llenando a la persona de un miedo indescriptible para que no pueda pensar y asuma los verbos citados como algo propio.

Aislar completamente arrancando a la persona de su familia para que no le quede emotividad alguna, llegando a definir la propia familia como el demonio.

Me permito evaluar y puntuar estos dos últimos verbos, junto con la mentira, como las Matrículas de Honor de la obra. Con ellos cada individuo acepta los demás verbos sin percibirse de la dañina acción de los otros.

Seguramente he omitido u olvidado algunos de los verbos. Si es así, disculpad. Pero el objetivo de este escrito no es solamente recopilar. Mi intención era proponer a los lectores los antónimos de estos verbos. Y mi propuesta no va hacia el hacer un acopio de infinitivos.  Quisiera compartir algunos de los párrafos de la carta que el sacerdote y teólogo guipuzcoano José Antonio Pagola dirigió al Papa Francisco. Ese será mi método de comparación verbal:

1.- “Casi sin darnos cuenta, estás introduciendo en el mundo la Buena Noticia de Jesús. Estás creando en la Iglesia un clima nuevo, más evangélico y más humano. Nos estás aportando el Espíritu de Cristo…”. Sólo empezar la carta, José Antonio Pagola habla de Buena Noticia y de Jesús. Habla de clima nuevo, Habla de evangelio, de humanidad, de Espíritu. Habla de Introducir, verbo opuesto casi frontal y diametralmente a dirigir, someter, esclavizar. ¿Cuántas veces en la obra hemos oído hablar de Reino de Dios, de pueblo de Dios? ¿Cuántas veces de Buena Nueva? ¿Clima nuevo? ¿Humanizar? ¿Espíritu de Cristo?

2.- “Yo sé que en la Iglesia necesitamos reformas muy profundas para corregir desviaciones alimentadas durante muchos siglos, pero estos últimos años ha ido creciendo en mí una convicción. Para que esas reformas se puedan llevar a cabo, necesitamos previamente una conversión a un nivel más profundo y radical...”

Reconocer  nuestros defectos y limitaciones, contrapuesto a la altivez del ser orgulloso, ser prepotente, ser inmovilista. Creerse infalible, ser involucionista. Convertirse en contra de adoctrinar.

3.- “Yo te agradezco que abraces a los niños y los estreches contra tu pecho...”

“Se nos había olvidado que en el centro de la Iglesia, atrayendo la atención de todos, han de estar siempre los pequeños, los más frágiles y vulnerables. Es importante que estés entre nosotros como “Roca” sobre la que Jesús construye su Iglesia, pero es tan importante o más que estés en medio de nosotros abrazando a los pequeños y bendiciendo a los enfermos y desvalidos, para recordarnos cómo acoger a Jesús. Este gesto profético me parece decisivo en estos momentos en que el mundo corre el riesgo de deshumanizarse desentendiéndose de los últimos.”

Insiste en la humanización, en la atención a los más desvalidos, los enfermos. En la obra (aunque el fundador hablara del valor o tesoro de los enfermos) a tales enfermos se les margina o se les echa, llegando incluso a acusarles i/o calumniarles. Vivir las obras de misericordia en lugar de calumniar y difamar. Ayudar y dar testimonio en lugar de acusar, criticar y adular. Acoger a Jesús en lugar de echar a los enfermos, ya que en ellos es donde está Jesús. No aislar ni hacer perder la emotividad.

4.- “Yo te agradezco que nos llames de forma tan reiterada a salir de la Iglesia...”  “...para entrar en la vida donde la gente sufre y goza, lucha y trabaja: ese mundo donde Dios quiere construir una convivencia más humana, justa y solidaria. Creo que la herejía más grave y sutil que ha penetrado en el cristianismo es haber hecho de la Iglesia el centro de todo, desplazando del horizonte el proyecto del Reino de Dios.

Persona agradecida: Agradecer en lugar de corregir. Entrar en la vida de los demás habiendo salido antes de “la iglesia” para ir al encuentro. Salir para encontrar a los demás y en ellos a Cristo, sin idolatrar. Reiterando lo esencial. Reiteración que hace crecer a la persona ya que la vuelve más crítica, lejos de la reiteración que se lleva a cabo en la obra, en donde se repite por repetir, para hacer entrar miedo y así paralizar, impidiendo pensar u opinar; en donde se sacia la memoria solamente con lo que domina y somete, no con lo que acompaña y propone.

5.- Disfruto subrayando tus palabras: “Hemos de construir puentes, no muros para defender la fe”; necesitamos “una Iglesia de puertas abiertas, no de controladores de la fe”; “la Iglesia no crece con el proselitismo, sino por la atracción…”

Buena y bonita palabra casi olvidada en la obra: disfrutar, construir, abrir, no controlar, atraer. En contra de cerrarse (auto-cerrazón), en contra de  inmovilismo, en contra de  controlar, corregir, dirigir, canalizar, manipular. Atraer: como atrae la amistad sincera y pura, no desvirtuada por el proselitismo interesado. Amistad de confidencia libre y espontánea y no impuesta con la excusa de “sinceridad salvaje”. Amistad que no critica camuflándose en la corrección fraterna que  ignora la viga y ve la paja. Amistad que no impone preceptos como los fariseos o algunos judíos, cuya creencia se basa en una larga retahíla de normas que en nada ayudan a amar a Dios. Primero hemos de ser luz nosotros mismos, pero además hemos de creérnoslo. Una persona de la obra sólo puede creer aquello que le dicen, ya que muy poco descubre por sí mismo.

6.- “Te agradezco también tus llamadas constantes a convertirnos al Evangelio. Qué bien conoces a la Iglesia. Me sorprende tu libertad para poner nombre a nuestros pecados. No lo haces con lenguaje de moralista, sino con fuerza evangélica: las envidias, el afán de hacer carrera y el deseo de dinero; “la desinformación, la difamación y la calumnia”; la arrogancia y la hipocresía clerical; la “mundanidad espiritual” y la “burguesía del espíritu”; los “cristianos de salón”, los “creyentes de museo”, los cristianos con “cara de funeral”. Te preocupa mucho “una sal sin sabor”, “una sal que no sabe a nada”, y nos llamas a ser discípulos que aprenden a vivir con el estilo de Jesús.

Casi imposible mejorar este párrafo en el que se refleja la antítesis de la obra. Libertad, conversión, moralismo, fuerza… ¿A qué sabe la sal de la obra?

7.- “No nos llamas solo a una conversión individual. Nos urges a una renovación eclesial, estructural. No estamos acostumbrados a escuchar ese lenguaje. Sordos a la llamada renovadora del Vaticano II, se nos ha olvidado que Jesús invitaba a sus seguidores a “poner el vino nuevo en odres nuevos”. Por eso, me llena de esperanza tu homilía de la fiesta de Pentecostés: “La novedad nos da siempre un poco de miedo, porque nos sentimos más seguros si tenemos todo bajo control, si somos nosotros los que construimos, programamos y planificamos nuestra vida, según nuestros esquemas, seguridades y gustos… Tenemos miedo a que Dios nos lleve por caminos nuevos, nos saque de nuestros horizontes, con frecuencia limitados, cerrados, egoístas, para abrirnos a los suyos”.

Renovar en lugar de guardar y encerrar o encerrar-se. Invitar y no manipular o coaccionar. Vino nuevo en odres nuevos: ¡renovar otra vez! Controlar, propagar y planificar, en lugar de ser espontáneo dejando que sople en nosotros El Espíritu. Caminos nuevos en lugar del mismo camino.

8.- “Por eso nos pides que nos preguntemos sinceramente: “¿Estamos abiertos a las sorpresas de Dios o nos encerramos con miedo a la novedad del Espíritu Santo? ¿Estamos decididos a recorrer los…”

Pedir  en lugar de exigir u obligar. Abrir en contra de cerrar los corazones. Sorpresa en contra de inmutabilidad. Novedad en contra de repetición monótona que impide crecer. Recorrer en lugar de dar vueltas en círculo por el mismo surco. En la obra debería haber futuro en lugar de un eterno pasado. Dios nos creó libres y nos propuso el cristianismo. No nos lo impuso. Nosotros lo forjamos.

9.- Quiero acabar estas líneas expresándote humildemente un deseo. Tal vez no podrás hacer grandes reformas, pero puedes impulsar la renovación evangélica en toda la Iglesia. Seguramente, puedes tomar las medidas oportunas para que los futuros obispos de las diócesis del mundo entero tengan un perfil y un estilo pastoral capaz de promover esa conversión a Jesús que tú tratas de alentar desde Roma.

Me dejo atrapar por esta melodía encendida en estos verbos hermosos: expresar, desear, reformar, impulsar, renovar, promover, convertir, alentar… La contraposición de callar, no anhelar, conservar, aquietar, guardar, encerrar, desalentar,…

Que el lector opine y saque sus conclusiones…

Os quiere: Perladeladriatico







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