Yo siento en el alma...- Thomas
Fecha Friday, 21 February 2014
Tema 010. Testimonios


YO SIENTO EN EL ALMA…

Por Thomas, 21/02/2014

Me pareció ilustrativo el artículo "Eso de los "estados" en el Opus Dei" donde se expone la dicotomía en la institución entre lo que dice que se es y lo que se es. Es un breve estudio luminoso que desmenuza con sistemática gracia esta realidad ya bien conocida de que la Prelatura, por su vida, parece más un Instituto religioso. El propósito de fondo de aquella colaboración era exponer con datos que existe una verdadera esquizofrenia. Me hizo pensar que la dicotomía se da en la institución mientras la esquizofrenia la padecen sus miembros (la esquizofrenia entendida análogamente respecto a su acepción médica).

Según percibo, la dicotomía se dice de la Institución como OBJETO, en tanto que la esquizofrenia debe decirse de los miembros que la padecen como SUJETOS. También pienso que en un razonable humanismo cristiano importan mucho más los sujetos, personas concretas creadas y queridas por Dios, que el Objeto que, en este caso, es una institución de creación humana.

En esta línea quiero tratar de esquematizar el problema de la esquizofrenia en los sujetos de la institución con el propósito de sugerir remedios a quienes buenamente les sirvan; pueden ser pobres consejos, porque no soy sabio, pero me funciona normalmente la cabeza y tengo la experiencia que dan los años...



  

Sostengo que la esquizofrenia en la institución la padecen sólo las personas que razonan normalmente. Si no se piensa, no se puede distinguir una cosa de otra y entonces no se perciben las contradicciones que producen la esquizofrenia. Si en la institución hay gente que no padece alguna clase de esquizofrenia lo más probable es que se trate de gente cuyo pensamiento está desarrollándose y en este estadio se puede vivir feliz un tiempo.

Antes hablar de remedios, quisiera distinguir las DOS CLASES de esquizofrenia que percibo entre los sujetos pensantes de la Institución:

I. LA PRIMERA CLASE se refiere a los sujetos cuya vida cotidiana discurre más cerca de los principios constitutivos de una Prelatura que a los de un Instituto religioso, y en consecuencia su esquizofrenia puede ser más leve, precisamente porque la distancia entre lo que se dice que se vive y lo que ellos viven cotidianamente es más estrecha. En esta clase se pueden encontrar tres grupos de personas:

-las personas casadas que trabajan, atienden a sus familias y buscan la santidad en ese medio. Si externan estar contentas con su entrega y son sinceros es porque en su propia vida encuentran más aspectos positivos que negativos. Aunque padecen esquizofrenia creo que han encontrado los paliativos que les hacen llevadero su camino y me alegro por ellos.

 

- los célibes que han podido permanecer en su sitio y trabajan fuera de la institución, ganan dinero, y por su condición viajan a congresos, se especializan, pertenecen a sus colegios profesionales o gremios, tienen crédito en instituciones bancarias, pagan impuestos y en consecuencia tienen un espacio vital en el mundo; su celibato es sólo funcional para dedicar a la institución el tiempo que hubieran dedicado a una familia. Pero Igualmente padecen esquizofrenia en alguna medida. A diferencia de los del grupo anterior, aunque su padecimiento puede ser leve es bastante más molesto, porque mientras aquellos pueden tomar distancia éstos no.

 

- Un tercer grupo de esquizofrenia leve puede encontrarse entre la mayoría de los sacerdotes incardinados, quienes por haber aceptado recibir este ministerio como su nuevo oficio, dedican su tiempo a él. A diferencia de los del segundo grupo tienen una gran ventaja y es que reciben parabienes, reconocimiento y cariño de sus atendidos, de dentro y de fuera, y saberse y sentirse querido en la vida es una necesidad de la condición humana que facilita enormemente el sacrificio, la salud mental y tantísimas cosas. Esta última ventaja, como se ve, es muy grande, pues el cariño humano florece en los del primer y tercer grupo y no suele germinar en los del segundo grupo y esta carencia de cariño es tan corrosiva, que potencia los efectos nocivos de esta esquizofrenia. Entre los incardinados se encuentran los mejor dotados entre los célibes, que en mi experiencia pueden llegar a ser personas agradables, comprensivas, sueltos, menos obsesivos si cabe. Hace ya años había bastantes incardinados de este tipo, personas a mi juicio estupendas, que sabían descomplicar almas, quizá porque recibieron una formación más empírica en los principios, y tengo la impresión de que van quedando pocos de este calibre, y que los más recientes que se incardinan tienen una formación más técnica y no tienen aquella libertad de espíritu de los antiguos que yo conocí, pero es sólo una impresión porque hace años perdí contacto.

 

En esta primera clase he colocado, sólo ejemplificativamente, a personas con sintomatologías diferentes y éstas son sólo descriptivas, o sea que puede haber personas en los del primer grupo con las sintomatologías que puse para los del segundo o tercero y viceversa; lo que deseo destacar es que todos ellos tienen en común buenos motivos para que su esquizofrenia sea más leve y llevadera, porque tienen más remedios a su alcance para salir de ella o paliarla.

 

II.  LA SEGUNDA CLASE está compuesta por aquellos integrantes cuya vida cotidiana transcurre más cercana al régimen de Instituto religioso que de Prelatura, y en consecuencia tienen más propensión a una esquizofrenia más severa, precisamente porque la distancia entre lo que se dice y lo que viven es mucho mayor. En este grupo pueden encontrarse, por ejemplo, las personas célibes dedicadas a las llamadas actividades de fomento, universidades y demás obras corporativas (así denominadas); las mujeres llamadas auxiliares; y las o los dedicados tiempo completo a trabajos de gobierno que les exigen tiempo completo (por cierto hay un exceso de gente dedicada a esas tareas por querer controlarlo todo y con sistemas de gobierno ya superados en la vida civil. A los americanos que son eminentemente prácticos y eficaces con menos aparato y que están en la Obra, les debe revolver las entrañas el ver ese modo de gobernar, pero esta es suposición). También aquí se encuentran algunos sacerdotes incardinados –creo que son los menos- que se dedican a los principales trabajos de gobierno y que son quienes en definitiva gobiernan en las regiones, o aparentemente lo hacen, pues quizá más bien son ejecutores de lo que se les indica desde el corazón de la institución. A esta clase deben pertenecer también la mayoría de los llamados “electores” que son por desgracia los que, teniendo alguna posibilidad de erradicar el mal, todo indica que evitarán por muchos años que se extirpe porque son como los guardianes.

 

Como no es posible leer mentes ajenas, no puedo saber qué pasa por las cabezas de los de esta segunda clase porque suelen hablar poco de sí mismos, son reservados, están a la defensiva y entonces no se sabe cómo piensan, pero vistos los efectos negativos que algunos que abandonaron la institución manifiestan haber padecido, es de presumir que varios padecen una esquizofrenia severa.  Entre éstos, evidentemente, es donde más se inoculan las depresiones, algunas de tal severidad  que son ¡de aúpa!. Una vez más sólo describo y los de la primera CLASE pueden estar en situaciones parecidas a los de la SEGUNDA CLASE y viceversa pues son personas y encasillarlas me parece indebido. Lo común en los de esta segunda clase es que tienen muy pocos recursos para luchar contra la esquizofrenia.

Hecha la distinción (puesto que diferenciar ayuda a abordar mejor una cuestión) pasaré a hablar de remedios. Un breve resumen de lo dicho es que los que están la en Primera CLASE tienen menos problemas para salir adelante, y los de la segunda CLASE la tienen bastante más complicada (así son los aviones, los de primera clase van más confortables que los de clase turista), o explicado de otro modo, los que tienen la suerte de vivir más cerca del esquema de Prelatura la tienen más sencilla y los que les tocó su vida más cercanos al esquema de Instituto religioso la tienen más complicada.

A los de la primera clase con esquizofrenia poco severa les diría que ellos tienen sus propios recursos humanos para resolver su situación, ya permanezcan o salgan de la institución y que “con su pan se lo coman”, lo digo sin ningún mal ánimo, sólo porque la frase me parece redonda y es del muy gracioso Sancho. Quizá decirles también que si están pudiendo capotear bien el temporal adentro, es mejor la conservación del compromiso que su abandono –lo mismo que se le diría a un matrimonio con problemas– (alguien me va a matar por decir esto, pero estoy convencido racionalmente de ello). También porque si buenamente pueden permanecer en la institución siendo medianamente felices, y si aún la aman lo más probable es que sólo de ellos, es decir de entre los pertenecientes a esta clase, saldrán algún día lejano, los que cambien la institución desde dentro, porque casi estoy seguro que no podrá venir la solución de los de la segunda clase. (Pensar que la solución vendrá de fuera, por vía papal me parece un ingenuo candor ojalá me equivoque. La solución no la concibo desde fuera sino desde dentro. Es como pensar que la solución de los graves problemas de Venezuela vendrá de Barack Obama, o de la ONU, cuando lo lógico es que venga de dentro, de los interesados  y de los propios venezolanos). Cierro paréntesis y finalmente les diría a los de esta primera clase que si no pueden más y en conciencia se van a ir, que no se preocupen demasiado, pues tras la puerta de salida normalmente no encontrarán un abismo, sino barrancas practicables: si casados vadearán un poco, si célibes la barranca que superar es honda porque se sale sin recursos, pero como ya  tienen un espacio en el mundo civil, seguramente al salir no tardaran en tocar el fondo para pronto remontar y alcanzar la llanura del otro lado, y si están incardinados y se van, tras la puerta de salida hay bastantes receptores a quienes pueden ofrecer sus servicios, hoy más bien escasos.

Creo que para los de la segunda CLASE hay remedios conocidos practicados por varios y son eficaces como paliativos aunque no curan. A ellos mi sencilla experiencia: primero deben conocer su problema y asumirlo: deben saber discernir dónde están y si ya llegaron a un callejón sin salida porque no tienen expectativa fuera, porque su edad y fuerzas ya no les permiten salirse. Asumido el problema pueden asomarse a la puerta de salida y del otro lado no hay vados ni barrancas sino un abismo. Lo primero es aceptar esta realidad y enfrentarla. Se aplican los paliativos conocidos, consistentes en profundizar en el pensamiento de John Henry Newman y autores afines sobre la conciencia y sus derechos, asimilar este género de ideas en la propia vida, asesorándose con gente de su confianza, hasta afianzar su raciocinio con firmeza. No se pueden asimilar estas nuevas ideas superficialmente, sin racionalizarlas, porque sólo una mente clara y firme puede contrarrestar mejor todo lo que, por la psicología del anuncio, seguirán oyendo en sentido contrario, que es como el fuerte embate recurrente de las olas y si uno no se ancla bien lo arrastra el agua. Una vez llegados aquí deben tomar una medicina que en América se llama “valemadrina” que es lo mismo que “me importa un bledo”. Si además ya tienen muchos años en la institución piensen que tampoco los pueden echar tan fácilmente si empiezan una resistencia. Todos ellos necesitan valentía y firmeza para decir que no a muchas cosas o indicaciones. Hay que aprender a decir que no: por ejemplo no se avisa que ya se decidió internamente decir que no a algo, y si es indispensable decirlo, no se hace con desplantes ni malos modos sino con una aplastante serenidad y una sonrisa. Eso sí, hay que ser políticos y saber darse maña: igual que en los coches hay que evitar que se caliente el motor. La resistencia debe ser inteligente, sin exacerbar la paciencia de la institución: es humillante, lo sé, pero ese es el mejor paliativo que conozco. Por ejemplo no llegar a los deberes matutinos comunes son de las cosas a las que no se puede decir fácilmente que no y hasta puede ser bueno y fructífero asistir, pero sí se puede no cumplir todas las demás normas del día si éstas agotan y dañan por abundantes. Tampoco se puede decir que no se va al círculo porque es común, aunque se puede aprender a desconectar el cerebro en ese evento si es éste el que causa problemas. El no estar en la tertulia después de la cena para irse a dormir es (o era) fácilmente dispensable, y se puede hacer diario con cualquier excusa y esto sirve bastante para dormir bien y poder levantarse de madrugada en soledad para hacer lo que gusta, como irse solos a caminar muchos kilómetros respirando el aire fresco y frío de la mañana hasta agotarse, pero volviendo a tiempo para los deberes matutinos. En fin cada quién sabrá con maña tener astucia de serpiente y sencillez de paloma, sólo son ejemplos. Otra cosa más para personas desesperadas que no ven salida, y lo que quieren literalmente es morirse y que les lleva a no cuidar su salud, les diría mi experiencia: hay que usar la cabeza porque no cuidarse la salud no asegura cáncer, ni infarto ni muerte temprana. En los casos que vi de estas personas, no pocas, les bajan las defensas físicas y morales necesarias para emprender una defensa y siempre están tristes, claro, porque la vida para ellos ya no tiene sentido.

Tan largo preámbulo es sólo era para decir una pequeñez, que es lo que quería realmente exponer: a mí juicio la solución menos lenta para curar la esquizofrenia, (no sólo los efectos, sino la enfermedad) es el camino tipo Gandhi y Mandela dirigidos a la defensa de los derechos de los SUJETOS, sin tratar de cambiar EL OBJETO que es la Institución lo que teóricamente vendría después, al modo como cae algo por propio peso. Se trata de exigir la protección de los derechos subjetivos reconocidos en el Código de Derecho Canónico a todo fiel, sin salirse de la institución (es un calvario pelear contra la institución estando dentro, pero hay que pensar que estar dentro sin hacer nada es otro calvario). No se trata de denunciar cuando uno ya se ha ido que a mi juicio sirve de poco, sino de exigir judicialmente derechos mientras se está dentro. Está también la posibilidad de pedir la  protección de los derechos civiles y garantías individuales en el propio país: de esto último según veo ya hay algunos ejemplos de gente que acudió a tribunales estando fuera, pero no sé de nadie que lo haya intentado permaneciendo dentro y resistiendo que es lo interesante). Hasta aquí mi pequeña idea, ahora hay que desarrollarla un poco. Si la vida me da,  en una próxima colaboración trataré de ofrecer un estudio amateur con alguna metodología, de cómo ejercitar y hacer valer estos derechos.

Advierto, ya se deduce, que mi postura no es que se acabe la institución, ni golpearla para que desaparezca del mapa. No deseo que se hunda la institución, que es un barco de no poco calado, sino precisamente mi postura es intentar que no se hunda, no por el barco, sino por los  pasajeros (otra vez LOS SUJETOS) por quienes tengo alguna simpatía pues fui pasajero. De la Institución me mantendré como hasta ahora a bastante distancia pues lo que se llama amor por ella no tengo, sólo me va quedando una luz tenue de simpatía por sus miembros y por las ideas madres originales de la institución, y por tanto ya me sucede lo que dice la canción: “Yo siento en el alma/ tener que decirte/ que mi amor se extingue/ como una pavesa/ y que poquito a poco/ se queda sin luz…”.

Thomas







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