Proselitismo: buscando a Nemo.- Bolter
Fecha Friday, 25 April 2014
Tema 030. Adolescentes y jóvenes


En un correo anterior, JM nos comenta una nueva vuelta de tuerca al proselitismo: cuanto antes, mejor. Aunque la intervención de doña Pilar ha acaparado la atención del foro los últimos días, me parece justo hacer unos comentarios sobre esta delicada cuestión.

Me encanta que el Papa Francisco señale que “la Iglesia no crece por proselitismo, sino por atracción”. La palabra “proselitismo” no le cae bien al actual Papa y creo que tampoco al anterior. Pero en la Obra es una palabra “fundacional”. Recuerdo el rechazo que causó una versión del YouCat donde se definía proselitismo como: "aprovecharse de la pobreza intelectual o física de otros para atraerlos a la propia fe." Se desaconsejaba el texto.

En los tiempos en que yo era un joven numerario...



en ocasiones cantábamos las canciones de Casa. Una de ellas hacía referencia a la pesca. Decía algo así como: “A mí me gusta la pesca, pero pesca submarina/que perseguir a los peces, es una cosa divina” y seguía hablando de “clavar el arpón con puntería”, etc. Han pasado aquellos tiempos donde uno tenía veinte años y se imaginaba, arpón en mano, sumergido en las profundidades oceánicas de la universidad o del mundo para pescar almas para Cristo: el ateo marxista, el evolucionista agnóstico, el talentoso existencialista.

El numerario siglo XXI se calza las patas de rana, el snorkel y se sumerge audazmente… en una pecera. Ya no buscará un pez espada o un tiburón blanco. Se conformará con buscar a Nemo, el de la película de Pixar (aquí será Pitar): un inocente niño, hijo de supernumerarios, que no sabe nada de la vida y al que lo pescarán con una de esas redes chinas donde el pez, atraído por la carnada que flota en el interior, entra pero después ya no puede salir. La carnada es la dedicación que le brindan los que atienden el club, los campeonatos de fútbol, viajes, campamentos, planes de fin de semana de esquí, o playa, etc. La carnada se la comerá, pero no estaba allí sin motivo.

En los años 80 el Cardenal Hume ponía límites a la Obra respecto al proselitismo con menores de edad:

 1) que los jóvenes que quieran entrar en el Opus Dei discutan primero esta cuestión con sus padres o guardianes legales, de tal manera que «ninguna persona de menos de dieciocho años de edad tome ningún voto ni se comprometa a largo plazo» con esta organización;

2) que se garantice la libertad del individuo para entrar o salirse de esta organización sin que sobre él se ejerza ninguna «presión indebida», debiendo poder, el individuo en cuestión, elegir libremente su director espiritual, aunque éste no pertenezca al Opus;

 3) que las iniciativas y actividades del Opus Dei lleven una indicación clara de su patrocinamiento o gestión.

 Sobre lo primero, que diría el Aquinate, al menos en los últimos tiempos de mi estancia en la Obra, una vez que el chico había sido astutamente manipulado por un equipo de directores, curas y amigos adscritos hasta convencerlo de que Dios lo había elegido desde la eternidad para ser numerario, entonces se hablaba con los padres como si la situación fuera exactamente la inversa: era el chico el que insistía en entrar y los directores, desconcertados ante tanta tenacidad, querían saber qué hacer. ¡Como el Papa León XIII ante el padre de Teresita de Lisieux! Los padres (supernumerarios o cooperadores encajados) pasaban así al rol de quien desea ingresar a su hijo en el arca de Noé y tiene que defender el deseo de su criatura ante unos exigentes guardianes de la puerta que ponen obstáculos, mientras detrás de las bambalinas tienen a todo el centro dándose las disciplinas para que pite de una vez el cabroncete del hijo y así lleguemos algún día a las 500 que nos ha pedido el Padre. Si los padres eran supernumerarios full o cooperadores que ya venían siendo tratados por los de San Gabriel –que también integran la task force- , esta maniobra de pinzas tenía posibilidades de éxito. ¿No es estremecedor que sobre un chico de catorce años haya tanta gente mayor maquinando el modo de captarlo?

Sobre lo segundo, ya se ha comentado suficientemente en estas páginas. Basta que los aspirantes empiecen a recibir las charlas del apartado II (creo recordar que ya en la número 7 se profundiza el asunto) para que todas las puertas de salida se cierren con doble llave. Allí tenemos todo el repertorio de rejalgares y por supuesto, la reflexión sobre dos personajes: el joven rico y Judas, que a esta altura de la historia de la Obra tendrían el derecho a reclamar para sí un lugar entre los intercesores. “Somos mucho más nombrados por el fundador que el Cura de Ars y Santo Tomás Moro”, podrían decir.

Sobre lo tercero, también se ha comentado en estas páginas cómo es, “de ordinario”, la génesis de estas iniciativas: los directores regionales deciden (o reciben el mandato de Roma) y encomiendan a algún numerario y un grupo de supernumerarios entregados que “hagan suya” esta inquietud, es decir: junten algunos amigos con dinero, formen un patronato, se reúnan periódicamente –copetín de por medio- y entonces sí, rueguen a la Obra lo que ella misma les está mandando, entonces, la Obra, abnegadamente, se hará cargo de esto: “es un esfuerzo más, sí, pero lo hacemos porque nos lo han pedido muchos padres de familia”. Lo de siempre. Después, ese colegio o universidad dispondrá de más sacerdotes que varias parroquias juntas, pero “hay que servir a la Iglesia como la Iglesia quiere ser servida”.

Hago un excursus: la salida de la Obra es traumática en un elevado tanto por ciento de los casos (te vas quemado, sin un centavo y con sobredosis de culpa) pero una de las grandes ventajas que tiene es que, en adelante, ya no tendrás que manejarte con esos dobles mensajes que te destruían la mente y la identidad. Vuelves a la realidad: lo que es, es y lo que no es, no es. Por eso, la mayoría de los que nos fuimos, pasamos de la culpa al alivio y del alivio al alegre desafío de vivir en un mundo donde la realidad es tu amiga y no tu enemiga.

Volvamos a los aspirantes: hay un documento oficial sobre el tema en Internet que firma Eduardo Baura (espero que a éste sí se lo pueda nombrar), tal vez alguien que haya estado en la Obra en los últimos tiempos tenga deseos de analizarlo y confrontarlo con la realidad. A mí me da pereza. Lo que sí haré es presentar algunos temas para que los padres conversen con el chico o chica que se plantea a los catorce (¿o a los 13?) la vocación de numerari@:

1) Esa llamada a ser numerario, ¿te la planteaste tú o te la plantearon ellos? Piensa un poco.

2) Deja de ir al centro durante un tiempo y has la vida normal de tus amigos. Después de esta experiencia, ¿sigues pensando que lo mejor para este momento de tu vida es ser numerario? ¿No te parece prudente esperar unos años más?

3) Observa a los mayores del centro al que vas. ¿Qué ves en ellos? ¿Te gustaría ser así cuando tengas su edad? Compáralos con las familias normales que conoces.

4) Pídele al que te trata que te deje usar el cilicio durante dos horas diarias esta semana. (Porque lo tendrás que usar el resto de tu vida, amiguito.)

5) Pregúntales si podrías tener como director espiritual o confesor a un sacerdote que no sea de la Obra. ¿Qué te dijeron?

6) Pregúntales si en lugar de pitar de numerario, puedes pedir la admisión como supernumerario. Cuando te digan que no, pregúntales cómo puede ser que sí estés maduro para una decisión de entrega total a la Obra, con celibato incluido, pero no lo estés para ser supernumerario, con la posibilidad de casarte o no. Escucha con atención la respuesta.

7) Pregunta si es verdad que algunos numerarios terminan con depresión. ¿Cómo saben ellos que no te pasará lo mismo?

 8) Pregúntales si puedes hablar con algunos que hayan sido de la Obra y se hayan ido. Como dice el refrán chino: “Si quieres saber cómo es el camino, pregúntale a los que regresan”. Que escriba a esta web y podrá recibir correspondencia de alguien que va a asesorarle desinteresadamente.

9) Pregúntales cómo están tan seguros de que tienes vocación de numerario. Diles que te enumeren el plan de vida completo y te cuenten el horario de un curso anual. Pregúntales si no les parece imprudente plantear a un chico de tu edad unos compromisos tan exigentes.

10) Si el numerario es realmente tu amigo, que te cuente algo de su vida. ¿Qué dudas tiene? ¿Cuáles fueron sus momentos difíciles en la Obra? ¿Tiene algún pariente que haya sido de la Obra y se fue? ¿Nunca se sintió atraído por una chica? ¿No es extraño que alguien como él, llevándote tanta edad, se interese tanto por ti? Si te pregunta sobre cómo vives la castidad, respóndele: ¿Y a ti qué te importa?

11) Pregúntales si es cierto que todo lo que cuentas en tu charla lo hablan luego con los del consejo local. ¿Es cierto que viene un tío de la delegación o de la comisión a preguntar cómo vas? ¿Es cierto que te tienen en una lista? ¿Hablan de ti en las tertulias? ¿Aparece tu nombre en algún informe escrito que se envía a otras personas? Pregúntales todo esto y si luego, cuando estés dentro, te das cuenta de que te mintieron, no lo dudes: te engañaron y debes marcharte inmediatamente.

12) Pídeles que nos dejen ver los reglamentos internos de la Obra. Después de todo, somos tus padres y queremos saber dónde te estás metiendo.

Una aclaración final: no me parece mal –todo lo contrario- que un adolescente viva una vida cristiana intensa y si me apuran, tampoco estoy en contra de un planteo vocacional bien hecho. Esto es: honestamente y a la edad adecuada. Como JM menciona, yo era uno de aquellos que estaba en contra de esas crisis vocacionales a edades tan tempranas y del modo en que se hacía. Pero en la Obra, si señalas un problema, tú eres el problema. Y por eso, no lamentaron demasiado que me fuera. Eso sí, se aseguraron que saliera “exprimido como un limón”.

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