Sobre sentirse fea y la psicología de la guerra.- Lizzy Babieca
Fecha Wednesday, 13 August 2014
Tema 070. Costumbres y Praxis


Y me ocurrió la peor desgracia que puede ocurrirle a una mujer de 35 años, al contemplarse frente al espejo, finalizado el “cambio de look”. Con los ojos llenos de lágrimas, me encontré fea. No es que el corte estuviera mal, ni que yo tuviera pena, sino que el líquido alisante era tan fuerte, tan fuerte, que no paraba de lagrimear, y pues que me quedaron los ojos chinos y rojos, QUIZÁ PARA SIEMPRE. A eso agreguémosle un grano –enorme- que me salió justo arriba de la boca, y tendrá usted panorama completo. Y como tampoco me gusta maquillarme, pues fea, fea, fea...



Pero las personas no se dan cuenta de que estoy fea. Algunas, hasta me lanzan piropos. Pero yo sé que lo estoy. Es como un estado interior más que exterior, que parece nada tiene que ver con mi look. Y una como que empieza a sentir pena por una misma, por estar fea. Es una pena tranquila, no asfixiante, pero que no se va. No puedo espantarla con chocolates porque el grano crecería, pienso. ¿Qué hacer?

Y es que uno empieza a leer Opuslibros y luego a escribir, muy muy cabreado. Y con justa razón. Nadie puede enojarse lo suficiente en ese sentido. Pero como no podemos estar en estado de enojo permanente, como el mismo hecho de escribir y de hablar es terapéutico, el foco empieza a cambiar, desde el opus como agente del mal hacia uno mismo, como hija de ese sistema, lo que quedó en mí de aquello, después de lo que el viento se llevó. Y sin desistir del trabajo de denunciar, una paralelamente se plantea si estoy libre de la sangre de ese justo, si estoy o no replicando de mil maneras los usos y costumbres aprendidos allí. Y si: en mi caso, yo me había atado solita interiormente a NO hacer cosas buenas. Y de eso no le echo la culpa a nadie. Yo misma me até con cables negrísimos, de manera imperceptible, y no me di cuenta de ello hasta hace muy poco.

Amargura. Pozos de amargura es lo que provoca el opus en las personas, por falta de cariño. Es lo que critican los IN de los EX, los IN de los IN, los EX de los IN y los Ex de los EX. El opus es milicia y familia, pues. No se queje usted, ¿qué acaso no sabe lo que es la guerra?

Yo no entendí bien eso de la milicia hasta que me topé con un libro que se llama “La psicología de la guerra”, de Lawrence LeShan, en una librería de viejos el viernes pasado. Me encanta esa librería, siempre que voy trato de llevar poco dinero encima para evitar gastármelo todo… empecé a alucinar con las citas del libro: una exaltación del hombre y sus virtudes, a propósito de la guerra, muy en consonancia con san Chema y algunos de los puntos de Camino. Joyitas de este tenor: “La paz perpetua es un sueño, y ni siquiera bello, y la guerra es parte integral del orden de Dios en el universo. En la guerra afloran las más nobles virtudes del hombre: el coraje y la abnegación, la fidelidad a las obligaciones, y la disposición al sacrificio, al punto de entregar la vida misma. Sin la guerra, el mundo se empantanaría en el materialismo” (Hellmuth von Moltke).

Este afán de sacrificio por un objetivo trascendente, como soldado, te obliga a mantener tu sentido y espíritu en orden de batalla; como general –o directivo- necesariamente has de tener en poca consideración a las personas. Las personas en esta lógica, son soldados, instrumentos ordenados a un fin: ganar la batalla, la guerra. Y el soldado de a pie es que no se puede detener aunque a su lado salten los brazos, las cabezas, y las piernas de sus compañeros. Aunque le llamen a gritos. No se puede detener a atender al herido en medio de la refriega, porque puede caer también. Se trata de combatir o morir. ¿Les parece familiar? A los desertores, pues que los fusilan, que son traidores a la patria: “mejor muerto que fuera de la obra”. CHAN!!!

Pero hay otro punto que alcancé a hojear y que hizo que se me pararan los pelos y se me saliera la lengua: resulta que la guerra, el afán bélico, la agresividad que digamos, no es psicológicamente propia en el hombre, sino que es aprendida culturalmente, como respuesta a la agresión. Es decir, que por lo menos psicológicamente no estamos hechos para agarrarnos a puñetes, sino que para hacernos cariño. Lo nota uno rápidamente en los niños o en los más jóvenes, que se doblan ante los gestos de cariño, como rosas, y se les pasa rápido el enojo o lo que fuera. Somos, realmente, una especie muy tierna.

Y pues aquí es cuando quedo como clavada al piso. Me acordé de mi Chuquito, el menor de mis hijos, que aunque lo retes, te sonríe y baila. Que nunca se da por vencido en ser cariñoso. Por las noches –a eso de ¡las 4 de la mañana!- se viene a nuestra cama, y aunque nadie lo ve (yo me hago la dormida), se viene bailando y saltando por el camino. Es una cosa chascona, una especie de gnomo, algo nunca visto e irrepetible. Mi papá me dijo que yo a esa edad era igual. Y es que al parecer, uno es más tierno y dulce de lo que cree. Al parecer, hay en la naturaleza humana, la capacidad de reponerse de lo que sea, opus incluido. Bajo estas consideraciones, pienso, debiera yo darle curso a mis buenas tendencias. No creo que llegue mi alegría al punto de andar saltando chascona en medio de la noche… pero nunca se sabe.

Con todo, debo hacer algunas reflexiones sobre lo expuse párrafos arriba, sobre las aplicaciones de la psicología de la guerra al Opus Dei. El que el opus este organizado como milicia y familia, es una contradicción de objetivos. Cuando una organización tiene dos objetivos, no solo distintos sino que contradictorios –uno enfocado en la necesidad de dar pelea; el otro, en la de dar cariño-, se termina rompiendo psicológicamente a las personas. Pero si, además, uno de los objetivos (dar pelea a “otros” que se entienden malos) va en contra de la psicología propia del hombre, pues que es el acabose. No es que la humanidad sea una panda de débiles, es que somos mamíferos, seres sociales que necesitamos la interacción positiva con otros para desarrollarnos bien, que si no, terminamos todos sicópatas. El opus esto lo sabe, pues lo aplica mucho y bien cuando se trata de captar personas. Seduce de maravilla. Pero no más uno ya ha pitado, como que el trato empieza a cambiar, del Tabor al Cadalso, como dicen ¿las charlas del Apartado IV? Y es que uno ya es soldado. Y vamos por el plano inclinado a la boca del lobo. Cediendo en aquello que nos parece equivocado, pero que lo quiere “dios”. Y se empieza a negar nuestra realidad biológica y psicológica, lo que es más una estupidez que una crueldad, llegando a extremos de medicar para la depresión a veinteañeras, antes que dejar que se vayan. Una manera retorcida de evitar fusilarlas, en la lógica de la mili.

Lizzy Babieca







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