Nos queda la palabra.- Ana Azanza
Fecha Wednesday, 15 October 2014
Tema 040. Después de marcharse


Estimados amigos:

Me uno al entusiasmo de Lizzy por el neuropsiquiatra y psicoanalista Boris Cyrulnik y su pertinencia en esta página por el lado "enfermería" y necesidad de sanar heridas que todos hemos tenido en algún momento.

De vez en cuando aparece quien dice que no tiene sentido escribir, que es siempre lo mismo, que nadie nos va a entender, que las cosas del Opus son muy raras, que nos pasó a nosotros y a las autoridades eclesiásticas les da igual nuestros padecimientos, o a la gente de a pie le da igual y no tiene sentido sacar estos temas en las reuniones sociales... En definitiva, jarros de agua fría…



Precisamente los libros de Cyrulnik ayudan a reconciliarse con la propia historia. Por el hecho de que de una forma sencillísima, con ejemplos sacados de su propia experiencia, y de sus propias terapias que ha ejercido con personas del mundo entero en zonas de conflicto (Oriente medio, Argelia, Marruecos, Colombia...) muestra que lo normal, por desgracia, es haber sufrido. Sólo los niños que mueren muy jóvenes no sufren, pero si se vive, todos estamos heridos por la vida. Es lo corriente, lo que pasa a los seres humanos por el mero hecho de estar en este mundo. Y no entre algodones. Se corren riesgos y se sufre consecuentemente.

He visto muchas intervenciones de Cyrulnik. También la que nos propone Lyzzi Babieca. Por cierto con dificultades, porque se interrumpía el programa. Pero al final lo he conseguido ver entero y merece la pena.

Me gustó su Autobiografía de un espantapájaros. Los espantapájaros son todos los seres humanos heridos por la vida. Frente a la pérdida, a la adversidad, al sufrimiento hay dos estrategias posibles: abandonarse al sufrimiento y convertirse en la eterna víctima o intentar hacer algo, trascender el sufrimiento.

El sufrimiento no es bueno, no se debe correr tras él. En realidad no hace falta correr tras él porque llega de natural. Lo que me agrada de Cyrulnik es que él mismo fue un niño herido por la vida. Niño judío que se vio de la noche a la mañana solo en el mundo porque los nazis se llevaron a toda su familia. Empezó bien. Tuvo que ser acogido por gentes de buena voluntad y luego por la asistencia pública para huérfanos. Ha superado y asimilado y no hay ningún odio en su vida. Pero el sufrimiento fue innegable.

No se deben negar los traumatismos. La palabra la usó Freud, un trauma es un golpe en el cuerpo y lo mismo se puede decir para el psiquismo, nos hemos dado un golpe y duele. Ferenzy, un discípulo de Freud, le ayudó a entender la agonía psíquica del que se ve hundido en el dolor. Es como si estuviera muerto, tú vives, estás bien, yo estoy sufriendo y me siento como un fantasma. Anna Freud, la hija del inventor del psicoanálisis, acogió a muchos huérfanos de la guerra mundial en Londres. Y como método de curación a su mudez, los niños no querían hablar de lo que les pasaba, utilizaba a todas las personas que pasaban: el jardinero, la cocinera, la limpiadora... la gente más común y corriente podía ayudar dando su opinión. 

Ayuda el contacto y la comunicación con las personas corrientes y molientes, llanas, que transmiten sencillez y descomplicación. Lucha real por la existencia real con problemas reales básicos. Elementales. La gente elemental tiene mucho que enseñarnos a los que estuvimos en la aristocracia de todo: de la inteligencia, de la santidad, del amor... Todas nuestras aristocracias de las que fuimos imbuidos se desinflan ante las simples y llanas verdades de la gente más sencilla.

Otra experiencia de un niño apaleado por su padre de pequeño que acabó convertido en pequeño delincuente. El mero hecho de un vagabundo que se puso a leerle y comentarle el periódico le "golpeó", por primera vez una persona le trataba con respeto. Una juez que no le dio dinero sino que le dijo, "te voy a mandar a aprender a trabajar escultura, espero que en 6 meses hayas aprendido." Una persona que esperaba algo de él, en vez de regalarle dinero o regalarle una vida, le curó.

La salvación del sufrimiento viene de la acción. Hacer algo, mi impresión es que lo primero que es preciso hacer es dar testimonio. Cyrulnik habla de la "negación". Los judíos que habían sufrido la persecución justo al final de la guerra negaban. No hablaban. Y la gente no preguntaba por educación. Era tan terrible que hubiera sido obsceno, molesto, repugnante y pesado. Pero la negación tiene un límite. Durante un tiempo se puede negar lo que pasó, pero no eternamente. Llega un momento en que lo que pasó y se padeció debe salir a la luz. Porque es humano, es un trauma psíquico y vital, es algo real que está ahí. Y no se arregla mirando para otro lado. 

La palabra construye el mundo humano, el mundo intersubjetivo. Somos seres humanos porque comunicamos, porque desde nuestra más tierna infancia entramos y somos recibidos por los demás en esa sociedad. Hemos de entrar con nuestra palabra que cuenta nuestra propia vida a formar parte de ese mundo en el que vivimos los humanos. Las ciudades, las casas, las calles no forman la ciudad. La ciudad la forman nuestras palabras. Y es fundamental tener un sitio en ella como lo que somos. 

Con la parte positiva de nuestra vida y la parte negativa. Tenemos necesidad de ser queridos enteramente, con nuestras ambivalencias. Es también una característica de todos los seres humanos la ambivalencia, amamos y a los seres que amamos a veces los mataríamos porque les exigimos una perfección que no pueden dar. No hemos de olvidarnos de nuestras ambivalencias y de las ajenas. Es tan real como el sol que ilumina cada día.

Ha habido seres humanos que han trascendido su dolor haciendo algo bello, cantando, haciendo poemas... Cyrulnik habla de un niño rumano cuya madre fue detenida por la policía a las 4 de la madrugada, sacada de su casa, el niño quedó sólo en el mundo. El niño inventó una canción y la cantaba a todas horas y a todo el mundo, fue su modo de trascender.

Nos queda la palabra, como al poeta español Blas de Otero. Cyrulnik habla del efecto mariposa de la palabra. La oruga vive en la oscuridad y la humedad, la mariposa en la luz y el calor. Entre medias está la crisálida y nuestra crisálida como seres humanos es pasar por la palabra. La palabra que cambia el mundo, hemos de hablar. Hemos de compartir y sacar a la luz lo que está oculto.

El humor también es un gran método de trascender el sufrimiento. En esta página muchas veces hay humor, y se agradece. El humor significa que el dolor no puede conmigo, no me someto, hago una comedia, una representación en este caso de nuestra vida en el Opus Dei que bien visto, siendo muy serio el atropello, tenía mucho de ridículo y hoy podemos reír a mandíbula batiente de tanta insensatez.

La contradicción de dos arcos que se oponen sostiene las bóvedas góticas sin cemento. Así pasa con nuestras vidas y dolores, hemos de hablar de lo sufrido por una parte, me siento obligado a hacerlo, quiero ser humano y ser recibida en el mundo humano como quien soy, con mi realidad, pero a la vez me resisto a hacerlo porque temo que no me entiendan. No puedo hablar de cualquier manera de lo que pasó. He de decir pero no de cualquier manera.

Muchos han hablado ya y me ayudan a saber contar lo que me pasó. Ya nadie es el primero ni la primera en contar una vida de nume pitada a los 14,5. Esta página es un gran arsenal de modos y maneras de explicarse. Sin exponerse pero sin ocultarse.

Personalmente pienso que pecamos de ocultamiento.

Y no nos damos cuenta de que nuestra historia no es sólo nuestra. Forma parte de la sociedad en la que fue posible, de los países en los que fue posible, de la iglesia que lo permitió. Y todas esas gentes que a esos grupos pertenecen tienen el derecho y el deber de enterarse de lo que nos pasó. Porque también es su historia.

Por lo demás recomiendo otro vídeo de Cyrulnik sobre la vida en general y sobre la construcción de la memoria.

Ana Azanza







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