Los pobrecitos/tas.- Lizzy Babieca
Fecha Monday, 22 December 2014
Tema 070. Costumbres y Praxis


Estaba chateando con el Venerable Anciano hace un rato, cuando de pronto, uno de mis compañeros de trabajo se levanta alarmado:

-Lizzy, ¿qué te pasa?, ¿por qué tienes esa cara?

-Nada, es que estoy tratando un tema complicado…

Y mi compañero sale despavorido a fumarse un cigarro. Pobre. Estábamos tirando la talla de lo mejor, cuando me pongo a contarle al Venerable una de mis experiencias con una amiga IN, y mientras lo hacía, me empecé a enfurecer, sin darme cuenta, asustando al personal circundante. El Opus no me importa mayormente. De verdad. Ni cariño ni descariño, sino que distancia prudente: “Baby, nosotros no íbamos para ninguna parte”, le canto. Sin embargo, no logro deshacerme de la rabia cuando me pillo a un IN que no la está pasando bien. Me supera.

Me repito a mí misma que se trata de gente adulta, gente que toma sus propias decisiones. Y yo he de respetar esa libertad, si de verdad la quiero. Y así estaba yo, pensando estas lindas cuestiones, cuando me doy cuenta, con verdadero pavor, que siempre he considerado a la gente opus como personas a las que hay que cuidar especialmente. Por supuesto que esto habla más de mí que de ellas, que a lo mejor tengo complejo de mamá. Pero igual: ¿por qué las veía y las cuidaba cómo si ellas no pudieran hacerse cargo realmente de sí mismas, ah?

PUES PORQUE ESO ES LO QUE EL OPUS TE ENSEÑAAAAAA!!!

Siendo personas de inteligencias y sensibilidades extraordinarias, hay una tremenda vulnerabilidad en el ser opus, pienso. Y esta tiene que ver con la necesidad de entregarse. Ya se trate de personas emocionales o racionales, el ser opus está constituido fundamentalmente por la generosidad y el afán de entrega. Si a un potencial opus le muestras la Causa de las Causas, allá irá de cabeza, sin dudas.  Aunque sea un egoísta vanidoso. Y ya sabemos que nuestra principal virtud puede volverse nuestro defecto más pior, que por ahí nos agarran después para manipularnos.

En el Opus se vive el exquisito arte de aprender a pisarse la capa entre superhéroes, gracias a la wonderful costumbre de la Corrección Fraterna. De esta manera, la gente se acostumbra a tratar a los de casa como pequeños, como seres que no saben hacer. ¡Qué mejor forma de cuidar al otro que pillarle las pifias y corregírselas! Que eso es amooooor!!! Estas acciones colectivas configuran el rostro nada guapo de la “madre” opus. Y sus hijos, pues que son unos patulecos espirituales. Con todo mi respeto y horror, he de decir que las maravillosas y talentosas personas pre-opus, se convierten en algo muy raro para cualquiera que vive en el planeta tierra. Y hablo de “rarez/rara”, no de la “rarez/ser extraordinario y top”. Son personas que hablan y miran distinto; que se relacionan entre ellas y con terceros de manera que uno inevitablemente tiene que entrar a disculpar o justificar: “puso esa cara o dijo tal cosa, porque está muy ansiosa/cansada/triste/falta de sueño/exigida, etc…. ¡Antes y ahora cuántas veces no he tenido que entrar a justificar comportamientos odiosos!

Y ¿por qué los disculpo y los sigo queriendo? Porque siento que, realmente, no saben lo que hacen. Operan bajo un particular e intrincado imaginario de lo que es aceptable y bueno, el que está muchas veces alejado de la ética más elemental. Años de normas y criterios opus, apagan la capacidad crítica de cualquiera.

Son raros nuestros amigos/as. Y es que para crecer normalmente necesitamos amor y libertad. Aunque sea un poco. Los que sobrevivieron a los campos de concentración (para poner un ejemplo extremo) lo hicieron porque fueron capaces de conservar el amor a sí mismos y la libertad de pensamiento. El Opus no te deja conservar estos espacios, se mete hasta donde no debiera seguirte nunca nadie. Es una PERSONA la que está allí contigo. Que alguien me explique qué hace el Opus haciéndose pasar por DIOS.

La verdad me da pena esta aristocracia tan venida a menos, que hasta la gente de vida desordenada y poco ejemplar como yo, puede ver cómo le saltan los piojos en la cabeza.

Lizzy Babieca









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