Privilegiada.- Lizzy Babieca
Fecha Friday, 27 February 2015
Tema 075. Afectividad, amistad, sexualidad


En mi casa no siempre hubo agua potable, ni luz eléctrica, ni comida. Pero siempre hubo alegría. Los programas de reportajes, las lecturas, me enseñaron que vivía en una parte del planeta sin esclavitud, sin matrimonio infantil, sin burkas. Mi educación dependía de la disciplina que tuviera para estudiar por mi cuenta, pues siempre tuve acceso a libros. Dos tazas de té con azúcar, una marraqueta con margarina y un plato de arroz con tomate al día, resultaba suficiente para mantenerte leyendo un verano entero. Ya después de los 15, siempre podías trabajar si necesitabas algo. El mundo era el límite y me asomaba a él con agradecimiento y ganas.

Un día me topé y entré al Opus Dei. Un lugar para darse y crecer. Lleno de sentido, el que veías reflejado en los miles de destellos de luz de las impecables ventanas y en el brillo de las velas. Dios estaba ahí para mí y yo estaba ahí para todos. Otra vez era una privilegiada. Sin embargo, el precio era alto. Tu vida entera, tu corazón, cabeza, voluntad. Como se trataba del mismísimo Creador, qué importa, si todo es suyo. Yo no más lo oficializo con mi entrega, que los detalles(zos) se los dejamos a la Obra.

Uno se vincula a personas y a instituciones, de manera profunda y duradera, por amor. Porque te sabes amado y amas. Porque te aceptan. A veces más, otras menos. No importa mientras sumes más que restes. Pero si empiezas a restar más que sumar, al final del día, la tolerancia de la estupidez dependerá netamente de tu auto concepto. De cuánto creas o no que te mereces esto o aquello, o cuanto quieras o no tolerar por "razones superiores". Pero una mañana despiertas, después de muchos días -meses, años-, sin nada más que dar. Este cabriamiento espiritual ocurre cuando llevas una temporada más o menos larga trabajando por otros sin sentir cariño de vuelta. Si ya es jodido que esto te pase en la vida, lo es mucho mas que te pase en el Opus Dei, porque no tienes “un” interlocutor válido a quien reclamar lo que echas en falta, pues en el Opus Dei no existen las relaciones personales. El único “otro” allí es Dios. Y si te crees aquello de que la voluntad de Dios para ti te llega por los directores/ras, estás frito. Ya te dijeron: "viniste al Calvario, no jodas".

Cuando me salí del Opus Dei, sentí otra vez que estaba en deuda con la vida. Ayer una amiga me dio una crema para el cabello y hoy me la apliqué. Me quedó super. Díganme si soy o no una privilegiada.

Lizzy Babieca









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