Suscribo la iniciativa de Hormiguita de dedicar un espacio a estos sacerdotes que fueron víctimas del Opus.

Lamento no haber conocido a D. Antonio. Sin embargo, tuve la suerte de conocer a un testigo intachable – un laico ajeno al Opus – quien me detalló de los padecimientos y las calumnias que sufrió por parte de la prelatura. Recordaba los pasos dolorosos de D. Antonio llevando fotocopias en un obispado de España. Libero le ha dedicado una página sentida.

D. Danilo se suicidó; sus últimas palabras fueron “no sé cómo llegué a esto”. La respuesta está en los dichos del numerario mayor al requerimiento policial: “no vive” y “no es conocido”. D. Danilo no solo fue desconocido por un cobarde sino por la institución.

Ambos han dado un testimonio ejemplar de paciencia soportando la impronta destructiva del Opus. La memoria de estos dos sacerdotes admirables merece conocerse y perpetuarse.

Segundo