EL HOMBRE IMAGINARIO
El hombre imaginario
vive en una mansión imaginaria
rodeada de árboles imaginarios
a la orilla de un río imaginario
De los muros que son imaginarios
penden antiguos cuadros imaginarios
irreparables grietas imaginarias
que representan hechos imaginarios
ocurridos en mundos imaginarios
en lugares y tiempos imaginarios
Todas las tardes imaginarias
sube las escaleras imaginarias
y se asoma al balcón imaginario
a mirar el paisaje imaginario
que consiste en un valle imaginario
circundado de cerros imaginarios
Sombras imaginarias
vienen por el camino imaginario
entonando canciones imaginarias
a la muerte del sol imaginario
Y en las noches de luna imaginaria
sueña con la mujer imaginaria
que le brindó su amor imaginario
vuelve a sentir ese mismo dolor
ese mismo placer imaginario
y vuelve a palpitar
el corazón del hombre imaginario
de Hojas de Parra (Santiago, Ganímedes, 1985)
Hace unas semanas me tomé un “café imaginario” con el Venerable, pues solo lo acompañé a tomarse el suyo, que no me pedí nada. Y luego me quedé pensando en las cosas imaginarias de la vida, como la realidad del Opus Dei, que existe puramente en nuestra cabecita.
Como el mundo en el hombre del poema, los dolores y amores en el Opus Dei son puramente imaginarios. Pero al parecer, aquel fue un mundo creado precisamente para satisfacer la alta expectativa de nuestra juventud. Todos aquellos locos sueños de entrega y trascendencia que el Opus Dei prometía satisfacer: aquí, el mejor lugar para vivir y morir.
Esa promesa, luego trasunta en amarga decepción y rabia. Hemos sido vilmente engañados y usados para los fines de terceros. ¿Nuestra felicidad?, pues sacrificada a la de la GRAN CAUSA. Sin embargo, una vez fuera, hay personas que, junto con experimentar un profundo alivio, desarrollan una especie de rara nostalgia.
Y está bien, por más que fuera un mundo imaginario, era nuestro mundo imaginario, nuestras esperanzas e ilusiones. Y aunque rotas, están, lo mismo que el florero roto, con las puntas hacia arriba. Algunos conservan el florero y pasan de vez en cuando el dedo por las puntas, para sentir el dolor; otros, botamos hace rato el florero y ya nos compramos otro…
¿Qué pasa con estos nostálgicos? Pasa que sufren. Echan de menos. Algo les falta. ¿Qué les falta? Algo que el Opus Dei solo les puede dar: un lugar seguro donde encontrar personas como ellos. Y por eso se da ese increíble y sorprendente fenómeno de los ex que se vuelven a enlistar, después de años y décadas. Cuando sé de estos casos, me dan ganas de cortarme todos los cabellos de la cabeza, pero luego pienso: no es nada de fácil haber sido del Opus Dei y luego ser ex.
Claramente, el Opus Dei todavía es el mejor proveedor de personas parecidas a uno. Y no lo digo para nada feliz, ni alegre. Lo digo como un reclamo a mí misma. Es decir, yo no volvería ni amarrada, pero la gente del Opus Dei y ex Opus Dei es la que mejor me cae y por pura identificación… claramente, aún me falta mucho para curarme de algún viejo esquema mental que me hace encontrar inmediatamente adorable a los seres parecidos a mí…
Lizzy Babieca