Agregados y Numerarios. En torno a la numeraritis.- Ex_apéndice
Fecha Monday, 31 August 2015
Tema 076. Agregados


                Conrad, estoy, por lo menos, tan contento como tú, con la reaparición de Nacho (ElCanario), a quien he echado mucho de menos durante su ausencia temporal de Opuslibros. Ausencia que he respetado, por aquello de que cada cual tiene sus motivos para hacer lo que crea más conveniente con su vida. Te contaré algo que conoce muy bien la coordinadora de Opuslibros: Cuando aparecieron, hace más o menos dos meses, las primeras entregas de Elcanario, al momento sospeché que el tal “canario” era Nacho. Sospecha que trasladé, en correo privado, a Agustina, y que posteriormente el mismo Nacho confirmó desvelando que Elcanario, Nachof y Nacho eran la misma persona. Todo eso sin perjuicio de que yo mismo, antes de que se supiera “oficialmente” de quien se trataba, en un envío que se publicó en la web hiciera mención de lo bien que “canta” este “canario” y lo comparara metafóricamente con uno que tenía mi abuela que cantaba de maravilla, hasta tal punto que le llamábamos Caruso…



                También quiero destacar, algo interesantísimo que menciona Nacho. En uno de sus últimos escritos, así como de pasada, sin ningún tipo de acritud ni de reticencia, afirma que esta web está un poco aquejada de “numeraritis”, palabra que acertadamente se saca de la manga.

                ¿Qué es lo que quiere significar con esa expresión? Él mismo puede explicarlo, mejor que nadie. Por eso, querido Nacho, me dirijo a ti directamente, para que si lo deseas nos aclares algo que sospecho que puede ser muy interesante para todos. Sin perjuicio de lo que tú decidas hacer o decir, y dejándote el campo libre, me permito introducir una larga y enrevesada cita de “El ogro cariñoso”:

       Cuenta Job Fernández, citando a Carlos Albás Mínguez, que Antonio Perez Tenessa contó a Alberto Moncada (Ogro cariñoso, págs. 170, 171) en conversaciones que mantuvo con él, lo siguiente:

                Me contó (dice Alberto Moncada) que él (Pérez-Tenessa) había colaborado muy de cerca con el Padre Escrivá durante muchos años y que su gran pecado –el de Escrivá, claro- era la soberbia…

                Me habló de los títulos de marqués de Peralta y de barón de San Felipe, las continuas alusiones que hacía a que era “pariente” de san José de Calasanz, y también que al no poder obtener el título para la boda de su hermano Santiago, le hizo caballero del Santo Sepulcro para poder casarlo con un uniforme distinto al de la mayoría; me dijo que el Opus Dei era una obra clasista, medieval, una Obra para ricos e intelectuales; me contó las diferencias entre los numerarios y los agregados, la separación que les obligaba a tener, a mantener distancia entre ellos, lo déspota que había sido y sobre todo su orgullo, su falta de humildad.

                Me comentó que con frecuencia solía decir: “Fijaos, durante vuestra vida conoceréis varios Papas, pero fundadores del Opus Dei sólo uno.” (Al escucharle se agolpaban mis recuerdos de las pocas ocasiones que estuve con él y salía a flote todo aquello que hasta entonces me había pasado como hechos insignificantes.) En ningún momento defendió la Obra, aunque reconoció que tenía algunas cosas buenas. Afirmó que sin duda alguna canonizarían al Fundador: “La Iglesia católica canoniza siempre a todos los fundadores y fundadoras, por pequeños que sean, y el Opus Dei le interesa mucho, tanto económica como culturalmente, y sobre todo por el poder que tienen”. (Carlos Albás Minguez, incluye en su libro Opus Dei, chapuza del diablo, Capítulo 1, esa cita de lo que le contó Alberto Moncada, sobre el testimonio de Pérez-Tenessa, sobre Escrivá).

 

                La negrita y el subrayado los he puesto, porque es la primera vez que leo unas palabras, (“llanamente sinceras” es decir familiares y no grandilocuentes y legalistas como lo son las de los documentos internos) atribuidas a una persona que estuvo en la cúpula del opus (fue Secretario General) sobre la verdadera relevancia (irrelevancia, se podría decir más propiamente) que para Escrivá tienen los agregados.

                Aunque, por otra parte, cuando hablaba de ellos se le llenara la boca de una fingida sinceridad, haciéndonos la pelota, llenándonos los oídos con pomposas palabras como estas: “en el Opus Dei todos somos iguales y todos comemos del mismo puchero…”, o aquello de “yo quiero que mis hijos agregados entren en el sacerdocio por la puerta grande…”, (para que después de ordenarse fueran nombrados “coadjutores”, digo yo) y otras lindezas por el estilo.

                El marquesado, las aspiraciones aristocráticas, el elitismo y todas las demás señales de excelencia, de identidad social o económica del opus, siempre me han resultado difíciles o imposibles de compaginar con la imagen de un agregado medio, --no hablo de excepciones o raras aves que también las hay-- de humilde procedencia, escala social normalita o tirando a baja, educación digna aunque sencilla, familia no pudiente, o no tan pudiente como para poder “ayudar” al opus y finalmente sin la suficiente prestancia o situación profesional como para desenvolverse con soltura en los refinados ambientes y barrocos decorados en los que se desenvuelve la “labor” del opus.

                No es de extrañar que el sueño de que por cada numerario hubiera cuatro agregados y unos veinte supernumerarios, con cuya idea nos bombardeaban en los círculos breves y en las convivencia de los años 60, 70, 80, etc., del siglo pasado haya sido eso… un sueño. Agregados cada vez pitan menos y quedan menos aún dentro del opus.

                De lo que sí estoy seguro es de que, a veces, en la práctica diaria intraopusina, se dan situaciones ridículas que ponen en evidencia la “artificiosidad” que supone clasificar y segregar a los socios del opus en tan absurdas categorías. Hay bastante literatura sobre los agregados en Opuslibros, con testimonios y anécdotas que corroboran cuanto digo.

                De cualquier forma me atengo a lo que ya he expresado en múltiples ocasiones: es algo plenamente comprobado, que los agregados no estaban en la mente de Escrivá el día 2 de octubre de 1928, ni de lejos. No aparecen hasta 1949 –nada menos que veinte años después-- como una subclase de socios, cuyas características y razón de ser no “encajan”, por más empeño que se ponga para hacérnoslo creer, en una Obra creada para ricos, para la “aristocracia de la inteligencia”, como desde el principio se autodefinía el opus.

                Para concluir ¿Por qué creo yo que la palabra “numeraritis” acuñada por Nacho es muy apropiada? 

                En primer lugar por el paralelismo que muestra con el defecto llamado “familiosis” que todos conocemos. Si la “familiosis”, según el espíritu escrivariano, es algo reprobable en un miembro del opus, la “numeraritis” debería ser igualmente reprobable en el ámbito de los numerarios.

                Además, algunos numerarios, --desde luego no muchos-- sin ser conscientes unos o siéndolo demasiado otros, van imbuyéndose poco a poco  –o mucho a mucho--  de que sólo por ser numerarios ya son seres superiores en inteligencia y carácter o tienen mayor capacidad de liderazgo, siendo verdad que esas superioridades se dan en algunos casos, pero no necesariamente van unidas a la condición de numerario. Tanto es así que me atrevo a decir que determinados numerarios aparentan tener, allá dentro de su mente, esa creencia aún después de haber abandonado el opus. Alguno de esos casos emergió, “enseñó las orejas”, en una ocasión aquí en Opuslibros, aunque fue rebatido de inmediato por alguien que, con gran sentido común, salió en defensa de los denostados agregados.

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