El pez espada y el besugo.- CuG
Fecha Friday, 26 February 2016
Tema 010. Testimonios


Los escritos que cada entrega selecciona Agustina son notables. Me he aventurado con el de "Sarnoso" ¿Cuántos Opus Dei hay para un numerario? y he seguido leyendo todas sus continuaciones. ¡Alucinante! Fue como un vertiginoso viaje al pasado, como aquello que te dicen: "ves toda tu vida cuando te mueres".

Lo que cuenta de la trituradora por la que te pasan cuando manifiestas que te quieres ir es tal cual. Sólo que en mi caso yo era demasiado joven y me pudieron. Y así me quedé hasta pasados los cuarenta cuando podría -debería- haberme ido antes de los treinta...

Yo también viví esas etapas y después de estar en san Rafael, recalé en la labor de san Gabriel. Nada más llegar a mi nuevo centro me pasaron a un cooperador al que le habían propuesto pitar de supernumerario. "Sólo le falta escribir la carta", me dijeron.

Y realmente era una persona idónea: casado, con una familia numerosa, piadoso, buen profesional, íntegro. Un tío serio. De dinero, más bien corto: llegaba con lo justo a fin de mes y sus hijos estudiaban en un colegio parroquial.

El que lo había tratado se iba a otro centro y me encomendaron darle el empujón final.

Para ir ganando tiempo, me "sugirieron" del consejo local que le fuera dando las charlas del B10, mientras el fulano se decidía.

Era una excepción, pero valía la pena porque el hombre pitaría sin dudas: "Es de los fáciles", me dijo el director, al tiempo que me daba una palmadita en la espalda. Al fulano le pareció muy buena idea.

Como sabrán, los que están en la labor de San Gabriel pasan buena parte de sus vidas dando las 32 + 50 = 82 charlas del B10. Cada pitaje implica toda una batería de encuentros, a veces mas complicados que el cubo de Rubik.

En mis tiempos, se llevaba un registro y había otras consideraciones misteriosas (me parece que no se podía usar el guión impreso frente al interesado, que había que hacer notas a mano y luego destruirlas, algo así, ya lo olvidé...)

El fulano se lo tomó muy en serio: rara vez faltó a las charlas. Escuchaba con atención y al final me hacía preguntas. Buenas preguntas.

A veces, antes de empezar, yo le sondeaba a ver si ya estaba decidido, pero él me decía que quería saber bien a qué se comprometía. Así que seguíamos adelante.

Finalmente, cuando llegamos a la número 32 me agradeció el tiempo (horas) que le había dedicado, me dijo que lo pensaría a fondo y que la semana siguiente hablaríamos.

El día acordado vino puntualmente. Con gran paz me dijo que después de meditarlo a conciencia había decidido que lo mejor para él era seguir siendo cooperador: "Quién de ustedes, si quiere edificar una torre, no se sienta primero a calcular los gastos, para ver si tiene con qué terminarla? No sea que una vez puestos los cimientos, no pueda acabar y todos los que lo vean se rían de él, diciendo: ‘Este comenzó a edificar y no pudo terminar". El fulano no era de los fáciles, como descontaba el director.

Ahora había que ir a contarlo al consejo local, que tenía reunión de despacho antes de la cena. Fue como informar al Führer el resultado de la batalla de Stalingrado.

La noticia no cayó nada bien (sí, la escena tan conocida de "La caída") y tronó la artillería pesada hacia mi gestión. Mi bautismo en la labor de san Gabriel fue con agua hirviendo: que me faltó visión sobrenatural, vibración, celo apostólico, más mortificación, pillería para llevarlo por un plano inclinado, que lo había echado a perder, ahora qué van a decir de la delegación y tal.

Lo curioso del caso es que yo era el único de los tres que tenía un trabajo "normal": llegaba al centro con el tiempo justo para calzar la oración de la tarde y darle las interminables charlas al meticuloso y paciente candidato -lo suyo también fue meritorio-.

Los del consejo local, que prosperaban en labores personales u obras corporativas, disponían de mucho más tiempo que yo, además de ser más experimentados.

Yo creo que si el fulano hubiese sido un pez espada -un empresario top con hijos en colegio de Fomento, por ejemplo- se habrían peleado entre los tres para tirar el arpón con puntería, como dice la canción. Pero como se trataba de un besugo...

Esa noche pensé: "Qué bien lo ha hecho Fulano. Primero se enteró -algo bien hice, Dios mío, pues le informé con detalle y respondí honestamente sus preguntas- después lo meditó y finalmente decidió.

Pensé en mi caso: "primero me decidieron, después me dijeron que me había comprometido de por vida y luego me informaron a qué me había comprometido". Ya conté lo del cilicio y las disciplinas.

Otra sorpresa había sido enterarme que por el hecho de pedir la admisión de numerario, ya era supernumerario (no sé si en el catecismo o en algún otro documento se decía eso, los más memoriosos lo recordarán) ¿O sea que fui supernumerario a los 14 y medio sin saberlo? Pero si un chaval de 14 y medio al que le plantean la vocación quiere ser supernumerario, no lo dejan. ¡Qué pillería!

A propósito de pillerías, un amigo me regaló un libro que se titula "Las 101 cosas que ojalá hubiera sabido cuando me casé" de Linda y Charlie Bloom, Ediciones El grano de mostaza, Barcelona.

Me vino muy bien y me ayudan mucho sus "sencillas lecciones para hacer que el amor dure" (por ejemplo, al nacer mi hijo he pasado a ocupar un lugar aparentemente secundario en los afectos de mi esposa, pero como en el libro eso ya lo había leído, pues uno maneja mejor este desplazamiento).

Tengo para mí que Opuslibros hace las veces de advertencia a quienes se acercan a las redes de la Obra. Es como si entre todos los que hemos pasado por allí escribiésemos "Las 101 cosas que me hubiera gustado saber cuando me invitaron a un centro del Opus".

Y pienso también que no sería mala idea -si alguna vez se hace una reforma en el Opus Dei- aplicar el método que tan bien le permitió a Fulano discernir su vocación.

Y es que si yo quisiera resumir en una sola palabra cuál es el remedio más urgente para el Opus Dei elegiría TRANSPARENCIA. Esa sinceridad salvaje que te exigen a ti.

CuG

PD: Un saludo muy cariñoso a los de dentro que nos están leyendo.







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