El Opus Dei y los Neocatumenales son asociaciones.- Aloevera
Fecha Wednesday, 27 July 2016
Tema 110. Aspectos jurídicos


Publicado en Infovaticana 26/07/2016

Opus Dei y Camino Neocatecumenal:

algunas reflexiones canónicas y eclesiales

Autor: Padre Fortea


Si preguntas a cualquier sacerdote de la prelatura del Opus Dei si el Opus Dei es un movimiento, éste responderá sin ninguna duda que no. ¿La razón de esta respuesta categórica? Esto, al principio, me produjo una cierta intriga. Exactamente lo mismo sucede si preguntas a un sacerdote del Camino Neocatecumenal.

¿Qué razones esgrimen ellos para afirmar esto? Los del Opus Dei responderán con toda seguridad: No es un movimiento por su estructura jurisdiccional. Los del Camino: Así lo ha reconocido la Iglesia al aprobar los estatutos, en los cuales se afirma: “El Camino Neocatecumenal no es un movimiento o una asociación, sino un instrumento en las parroquias al servicio de los Obispos para conducir a la fe a tantas personas que la han abandonado.”

Ambas respuestas son un mero regateo terminológico en definitiva. Si entendemos lo que es un movimiento eclesial, ambas instituciones encajan a la perfección en ese concepto. Y con todo respeto, aunque esto pueda sentar peor a algunos, ambas realidades encajan perfectamente en la figura canónica de la asociación.

¿Desde cuándo un movimiento no puede tener una estructura jurisdiccional? ¿Desde cuándo una asociación, por definición, tiene que carecer de una arquitectura organizativa de presbíteros, diáconos y laicos para ser asociación? Desde luego eso no está escrito en el firmamento.

Y no sólo eso. Si ellos se empeñan en mantener esa postura, se les puede preguntar: ¿acaso su prelatura no es una asociación a la que se la ha dotado de una estructura jerárquica clerical y laical? ¿Por ese simple hecho dejan de ser una realidad asociativa con una determinada espiritualidad? Evidentemente, no. Sin ninguna duda, no. Toda asociación tiene estructura jerárquica, toda. La jurisdicción de un director regional del Opus Dei, no es mayor (de ninguna manera) que la que tienen directores de otras asociaciones de laicos que cuentan con un grupo de clérigos adscritos a esa obra a tiempo completo.

En el caso del Camino, otro tanto. Ellos afirman: no lo somos, porque lo nuestro es un camino vivido en régimen de pequeñas comunidades. Desde cuando una asociación cambia su naturaleza si sus integrantes se reúnen para charlas, misas y para realizar un acompañamiento espiritual. ¡Es que nosotros somos una comunidad!, alegarán. Perdón, pero toda asociación de ser reúne de forma semanal para formarse y escuchar misa juntos y acompañar su crecimiento espiritual puede acabar formando una comunidad. La diferencia entre un grupo que se reúne y una verdadera comunidad es sólo una diferencia de frecuencia e intensidad, eso es todo.

Los unos se excusan del término asociación bajo el capítulo de la estructura jurisdiccional, los otros bajo el capítulo de ser una comunidad. A efectos canónicos, ambos grupos siguen siendo realidades asociativas por más que se empeñen sus teóricos respectivos en defender que son entidades totalmente sui generis.

Con todo respeto, a estas alturas, año 2016, la opinión contraria es la siguen defendiendo la casi totalidad de los teólogos que no pertenecen a ambos grupos. Han pasado muchos años desde la aprobación canónica de ambos grupos y la opinión teológica general no se ha decantado hacia las posiciones de ambos grupos. Creo que es de justicia, al menos, reconocer este hecho.

Qué duda cabe que este artículo mío trata de una cuestión menor. Pero de esta cuestión menor sí que pueden nacer cuestiones eclesiales mayores. Es más, en ambos casos, esta defensa categórica del estatuto jurídico sui generis de las dos realidades se basaba en un punto de partida eclesiológico, cuando menos cuestionable. Tema sobre el que escribiré mañana, en la segunda parte de este escrito.

Una última cosa quiero decir hoy. Este artículo no es un escrito contra ambos grupos eclesiales. Los amo a los dos. El bien que han hecho y hacen está fuera de toda duda. Pero una cosa es el amor que les tengo con el corazón, y otra es que con la cabeza haya que estar siempre de acuerdo en sus posicionamientos teológicos defendidos de forma institucional.









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