Mis recuerdos de D. Florencio.- Heraldo
Fecha Wednesday, 24 August 2016
Tema 115. Aspectos históricos


Yo también salgo de mi letargo para decir algo de mis recuerdos sobre D. Florencio. Antes de entrar en tema diré que el asunto me parece muy pertinente porque creo que D. Florencio influyó decisivamente sobre el fundador y dejó marcas muy acusadas en la Obra...



Yo lo traté mucho en su destierro en México, pues en ese entonces yo era vocal de San Rafael de la Delegación de México, y D. Florencio se metió todo lo que pudo (sin tener un cargo de gobierno) a tratar de impulsar la captación de nuevas vocaciones de numerarios. Charlamos muchísimas horas. Él me decía que D. Álvaro lo despidió en Roma, con destino a México, diciéndole: “ve ahí y haz lo que tú sabes hacer y has hecho en otros lados”. Se trataba, evidentemente, de darle otro ritmo a la labor, y especialmente promover a puños las vocaciones de numerarios, de las que finalmente depende todo el desarrollo de la Obra.

 

En torno al proselitismo está, en mi opinión, la primera importante herencia de D. Florencio. La llamada Instrucción Sobre el Modo de Hacer Proselitismo, que yo me sabía casi de memoria, había sido traducida por D. Florencio de un modo grotescamente pragmático. Ahora lo veo así, aunque entonces me parecía una verdadera genialidad. En repetidas ocasiones me repitió ese principio de que había que captar a todos los posibles. Entre más piten, mejor. Unos perseverarán una semana, otros un mes, otros pocos años, etc. Con todos se hace la labor. Sin darse cuenta, D. Florencio estaba consagrando el olvido de la persona por la Institución, olvido que no llega a producirse plenamente en la mencionada Instrucción, pero sí en la práctica proselitista impulsada por D. Florencio.

 

D. Florencio era bastante indiscreto y seguramente eso irritaba a D. Álvaro. En alguna ocasión hizo el comentario que él había sido quien convenció al Fundador de poner colegios en vistas al proselitismo. En un curso anual oí de su boca que D. Álvaro había votado por él en aquella primera elección. Se atribuía méritos de cofundador como no he sabido de nadie. También llegó a decir que él había convencido a Escrivá de que los agregados ocuparan cargos en Consejos locales. Etc. En resumen, él se sabía un numerario muy especial. Y aquí es donde viene la otra parte de esta historia.

 

Su estancia en México se trataba de un verdadero destierro. Había que enfriar a D. Florencio, y enseñarlo a ser un cura numerario más, humilde y dócil. Había indicaciones muy precisas venidas de Roma para lograr ese objetivo. Pero él se resistía en la práctica de cada día. En mis más de 30 años de pertenencia a la Obra no conocí jamás a nadie que ejerciera un liderazgo tan espontáneo en lo que se refiere a la Obra misma. Si lo comparamos, por ejemplo, con D. Álvaro, éste tenía siempre a su lado al Fundador para despejar cualquier duda sobre lo que había qué hacer. En cambio D. Florencio se forjó “solo” al frente de la Obra en España.

 

D. Florencio era enormemente activo y contaba con el apoyo del Fundador. Resultaba obvio, al menos para mí, que no era muy profundo. Ante todo era un hombre de acción en busca de resultados rápidos. Se guiaba por criterios pragmáticos, de eficacia, entregado totalmente a la expansión y fortalecimiento de la Obra, y a hacer realidad los caprichos del Fundador. No me queda duda que influyó mucho en el perfil de la praxis de gobierno de la Obra, con el beneplácito del fundador que también iba en busca de resultados. Las demás regiones mirábamos a España como el ejemplo a seguir.

 

El caso es que su liderazgo era abrumador. D. Florencio no necesitaba tener un cargo para que muchos directores, en todos los niveles, acudiéramos a él en busca de consejo. Su autoridad era aplastante. Además, él se metía en todo lo que podía, sobre el tema que fuera. Y lograba hacerlo, a mi juicio, muy bien, sin avasallar, con una cierta discreción, pero evidentemente esto era una situación muy irregular. La Obra tiene unos cauces de gobierno piramidal y las actuaciones de D. Florencio no tenían cabida. Habiendo visto la actividad que desplegó en México, y cómo la desplegó, me puedo imaginar las incomodidades que suscitó en el gobierno central.

 

Quiero destacar, con ocasión de este relato, una característica de la Obra. D. Álvaro le dijo a D. Florencio: “anda, y haz ahí lo que sabes hacer y has hecho en otros lados”, pero en paralelo, el mismo D. Álvaro envía a México abundantes indicaciones para lograr el objetivo del destierro. Y es que esto es lo habitual en la Obra. Los directores mienten sistemáticamente a los miembros. Los tratan como a infantes, con el pretexto del bien de las personas y de la institución.

 

Quiero dejar constancia que yo quise mucho a D. Florencio y que lo admiré profundamente. Y creo que él también me quiso mucho a mí, al menos con ese cariño totalmente interesado con el que queríamos a quienes eran fieles en esos momentos. Debo reconocer que caí preso de la fascinación que desplegaba. Sin embargo, no recuerdo en él ninguna actitud propiamente evangélica o sacerdotal, como podría ser algún gesto de compasión… No digo que no los tuviera, digo que yo no fui testigo de ese tipo de gestos. Lo que me queda muy claro es que primaba en él el carácter de estratega y “empresario de la religión”.

 

Que en paz descanse D. Florencio Sánchez Bella, y que el Señor tenga misericordia de todos.

 

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