Sobre los consiliarios que en España han sido.- Gervasio
Fecha Monday, 05 September 2016
Tema 115. Aspectos históricos


Sobre los consiliarios que en España han sido

Gervasio, 5/09/2016

 

      Joseph Knecht y Simplicio se han propuesto recientemente la peliaguda tarea de enumerar cronológicamente los consiliarios del Opus Dei que ha habido en la Región de España. Ambos proporcionan al respecto datos de interés. Por mi parte deseo llamar la atención sobre una cuestión de perspectiva, que podría enunciarse así: ¿Hasta qué punto puede hablarse de una “Región de España”, antes de 1950? ¿Hasta qué punto puede hablarse de  “consiliarios” en España o en otros países antes e incluso bastante después de esa fecha?...



      En 1944, cuando se ordenan los tres primeros sacerdotes, no existía una tal “Región de España”. El Opus Dei por aquel entonces estaba configurado como una sociedad de vida en común sin votos públicos. Una sociedad de vida en común por más señas de ámbito diocesano. Más que de una “Región de España” procede hablar, como ámbito organizativo para toditito el Opus Dei, de la diócesis de Madrid-Alcalá. En tales condiciones resulta muy impropio, a mi modo de ver, plantearse si Fulanito era consiliario del Opus Dei en España o lo era más bien Menganito o más bien Menganito lo era de Irlanda.

      En el año 1946 Escrivá se trasladó a Roma. Pudo ser en 1946 — apunta como posibilidad Joseph Knecht— cuando Pérez-Tenessa comenzó a ejercer el cargo de consiliario de España hasta 1952. No le veo demasiado sentido, por anacrónica, a esa posibilidad, porque a la sazón en la Península Ibérica no había ni podía haber consiliario del Opus Dei. No es que el cargo estuviese vacante —entiendo yo—, sino que tal cargo no existía. Algo parecido a plantearse a qué hora enviaban a la escuela a sus retoños los trogloditas que pintaron las Cuevas de Altamira. En esos años no había consiliarios del Opus Dei ni escuelas para niños, ni pasaba un autobús a recogerlos.

      Considero más procedente utilizar otro concepto, por lo demás muy del Opus, a saber, el de “hacer cabeza”. ¿Quién puso Escrivá en España a hacer cabeza, cuando fijó su domicilio en Roma a partir de 1946? Doy por supuesto que el que mandaba y hacía cabeza en España hasta entonces era el propio Escrivá. Inimaginable que alguien distinto a Él hiciese cabeza a nivel nacional. Nada de consiliarios de España, mientras Escrivá estuvo asentado en Madrid.

He leído en las páginas de Opuslibros que en su momento fue Antonio Pérez el que “hacía cabeza” en España y que además  simultáneamente era “secretario general” de toditito el Opus Dei. A Simplicio le sorprende semejante acumulación de cargos y escribe: está acreditado que Pérez Tenessa fue Secretario General del Opus Dei entre 1950 y 1956, por lo tanto los años 1950-1952 tampoco pueden corresponderle como Consiliario (a no ser que acumulara ambos cargos, lo que me parece muy poco probable).

 

Por mi parte, me parece entrado en razón que Antonio Pérez —o quien fuese— ocupase simultáneamente dos cargos equivalentes a lo que en organigramas cronológicamente posteriores llamaríamos “secretario general” o bien “consiliario de Hispania”. Hay que tener en cuenta que los del Opus Dei en Roma por aquellas fechas no disponían —por así decirlo— ni de una mala máquina de escribir. ¿Cómo podría Escrivá despachar cualquier asunto de ordinaria administración desde Roma? Por carta de Alberto Martín Artajo sabemos que en 1956 Antonio Pérez era considerado “secretario general del Opus Dei” y don Álvaro “inmediato colaborador” de Escrivá (Vid. Tras ser obispo ¿qué más, qué sigue?), pero no secretario general.

 

También hay que detenerse en la peculiar figura de Álvaro del Portillo. Nunca me resultó claro —tal vez porque soy algo torpe— hasta qué punto era secretario general y hasta qué punto o más bien era secretario particular. A un secretario o una secretaria particular uno puede encargarle la adquisición de unas entradas para ir al teatro, la organización de un viaje y hasta que le compre unos calcetines. En cambio, es difícil imaginar al rector o al decano de una Universidad, pongamos por caso, dirigiéndose a sus respectivos secretario o secretaria general para que le proporcione unas entradas para el teatro, un hotel donde hospedarse o unos billetes de avión. Los secretarios generales no se dedican a eso. Don Álvaro desempeñaba ambos papeles. Se ocupaba de organizar al Padre los viajes, de que cumpliese una dieta baja en colorías y de cualquier otro menester de tipo personal. Hasta le ponía inyecciones a más de ser su confesor.

 

La relación de Escrivá con don Álvaro me recuerda mucho a la existente entre Carlos IV de España y su primer ministro Godoy. También en este caso secretario general y particular coincidían en la misma persona. Godoy se ocupaba no sólo de la gobernación del Estado, sino también de organizar el veraneo de la Carlos IV y su familia y de otros asuntos domésticos en ocasiones nimios. Cuando Carlos IV fue obligado a abdicar, rogó a Napoleón Bonaparte y puso como condición que Godoy continuase a su servicio. Y así fue. Godoy lo acompañó en su exilio, aunque ya no había asuntos de Estado que tratar. Carlos IV no podía valerse por sí mismo en casi nada. Sin su fiel Álvaro al lado, Escrivá se encontraba —como diría la madre de Pedro Almodóvar— como vaca sin cencerro.

 

En este sentido cabe señalar que ni Antonio Pérez, ni don Florencio, ni ningún otro “hijo suyo” llegaron a ocupar el cargo desempeñado por don Álvaro. Más que el perpetuo secretario general del Opus Dei, don Álvaro era, fundido en uno con Escrivá, la mismísima figuración del fundador y mandamás del Opus Dei. Era su valido o algo parecido. Como tal, tenían su propio secretario general —don Javier—, que era el que despachaba con carácter general los asuntos de gobierno. También don Javier hacía de secretario particular del Padre. Como los plátanos, dos mejor que uno.

 

Si no me equivoco, de secretario general don Javier pasó a prelado del Opus Dei en 1994, tras fallecer del Portillo en 23 se marzo de ese mismo año. En 23 de abril de 1994 Fernando Ocáriz fue nombrado según la Wikipedia (Voz Mons. Fernando Ocariz) vicario general del Opus Dei. No he encontrado noticia de cuándo don Javier pasó —si es que ese paso se produjo; es decir, si hubo nombramiento— de ser “secretario” general del Opus Dei a ser “vicario” general del Opus Dei, como consecuencia de la erección del Opus Dei en prelatura personal. Es posible que nadie lo sepa. En el Opus Dei esos tres pasos de designación de la persona, nombramiento y toma de posesión apenas son tenidos en cuenta. Predomina un cierto batiburrillo propio de la Señorita Pepis. Tampoco se me ocurre cuál podría ser el cargo desempeñado por don Ernesto Juliá que abandonó Roma en 1992 y que se ocupaba de la secretaría general hasta ese momento. ¿Qué cargo tenía don Florencio en Villa Tevere, donde pasó a vivir una vez muerto Escrivá? Quizá lo sepa la Señorita Pepis. Vivía en el centro del consejo, como también vivían otros sin cargo conocido, aunque los hubieran tenido: Dr. Farri, D. Julián Herranz y, actualmente, otros.

 

            Hace mucho, mucho tiempo hice notar a un miembro del Consejo Central o General —me parece que se llama así—, de esos que se perpetúan en Villa Tevere, que a mi modo de ver el término “región” —en el sentido de “Región de Italia”, “Región de España”, etc.— era difícilmente aplicable a algunas llamadas “Regiones” en donde el Opus Dei estaba muy poco desarrollado. Se lo dije con cierta ironía disfrazada de ingenuidad, a propósito de una nimiedad. Recuerdo una región en que todos los numerarios del Opus Dei —incluidos consiliario y missus—vivían en un mismo edificio. Al cabo de unos días me comunicó que “regiones”, lo que en ese consejo general o central se entendía por “región” eran sólo cinco; o quizá dijo seis. En el resto, unas treinta o cuarenta, aunque se hablaba de consiliario, de defensor y de otros cargos así de sonoros en realidad no eran considerados propiamente “regiones” a nivel central. Es decir, que un consiliario podía considerarse a sí mismo consiliario, porque así se lo habían comunicado, cuando en realidad no lo tenían por tal. También resulta posible la situación inversa: que alguien ejerza un cargo, sin ser consciente de que ha sido designado para este cargo o de que tal cargo existe.

 

            En estas condiciones me parece verdaderamente peliagudo, como decía al principio, establecer una sucesión cronológica de los distintos consiliarios del Opus Dei junto con sus fechas  —con su día, mes y año— de nombramiento y cese.

 

            Luego está la cuestión de la secuencia numérica. Al papa actual nadie lo llama Francisco I, sino simplemente el papa Francisco. Será Francisco I, cuando haya un Francisco II. En las revistas periódicas, en cambio, es usual hablar de un número cero, cronológicamente anterior al primer número de esa revista. Al parecer, según Simplicio, está acreditado que Álvaro del Portillo fue Consiliario de Italia desde 1948 (hasta 1951). No sé a qué tipo de acreditación, a qué tipo de documento se refiere. Es posible que no haya habido nombramiento documental. Quizá Escrivá simplemente le dijo: Álvaro, tú te ocupas de lo de Italia. Álvaro como Godoy hacía de todo. Por eso considero metodológicamente más correcto preguntarse ¿quién fue el segundo consiliario de Italia y el segundo consiliario de España? Eso supone una serie. ¿Hacían también de sacerdote secretario o comoquiera que se llame al sacerdote que se ocupa de las mujeres? En la prelatura Opus Dei, a diferencia de lo que sucede con la jerarquía diocesana, para las mujeres hay un vicario general distinto del vicario general común, llamado sacerdote secretario central o cosa parecida. En las delegaciones idem del lienzo.

 

            Por lo que se refiere a don Amadeo de Fuenmayor y Champín, a mí más que a consiliario me suena a “missus”, una categoría que me parece que se ha ido difuminando. Quizá me equivoque. Los missi eran teóricamente unos enviados —como la palabra missi indica— a una Región con facultades muy especiales. Me parece que lo de missus era más bien propio del reglamento de 1941, en cuyo artículo 27 de “Régimen” se lee: 3.  El Missus del Territorio puede asistir a la Comisión y tomar parte en sus deliberaciones, y tiene su lugar de precedencia inmediatamente después del Consejero. Recuerdo que al fundador le hacía mucha gracia que una de sus sirvientas llamaba mísiles —como esos proyectiles autopropulsados que se acababan de inventar— a los missi. La cosa no era para menos. Con todo, no me chocaría nada que Fuenmayor hubiese “hecho cabeza” una temporada en España.

 

Gervasio







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