Escrivá temía lo que no conocía: las mujeres.- Mediterráneo
Fecha Wednesday, 14 September 2016
Tema 076. Agregados


Contestando a Dionisio sobre lo que pregunta acerca de la misioginia en el opus, quisiera empezar con una cita del Martín Fierro: “las cosas que aquí se ven / ni los diablos las pensaron”. Esto, querido Areopagita, es el retrato fiel de lo que ocurre en la sí.

En la sección femenina, y porque no hay mayor verdad que la peor enemiga de una mujer es otra mujer, como muy bien dices, se encadenaban los disparates, las absurdeces, los sinsentidos y, sobre todo, el control. Parte de ello, no lo dudo, se debe a la idiosincrasia femenina. La sensibilidad de la mujer, su intuición, su manera de enfocar la vida, emiten en una frecuencia diferente a la de los hombres y, me imagino, esta fue la razón de que escrivá (la minúscula es a propósito) las temiera tanto y decidiera atarlas con correa corta...



Dormir en tabla, ducha de agua fría sí, sí o sí, no poder dormir dos en una habitación porque era inevitable acabar en la misma cama, que el sacerdote fuera acompañado siempre por dos, vaya que se produjera alguna situación… Todo eso fue fruto de la mentalidad paranoica y enfermiza de escrivá que temía lo que no conocía y, evidentemente, las mujeres le eran más desconocidas que el sánscrito.

Un ejemplo vivido por servidora: curso de retiro en Molinoviejo, allá por los 80, habitación de tres. Una de ellas tiene que irse antes, así que quedamos dos, y como no es posible dormir dos en una sola habitación, se montó un catre de campaña en la biblioteca y yo dormí allí un par de noches, mientras que unos metros más allá había dos camas vacías. 

Para muestra, basten unos cuantos botones:

- Listas de ropa dos veces al año, con lo que una tenía (ropa interior incluida), lo que iba a desechar y lo que necesitaba comprarse. En caso de duda, la celadora o con quien una hacía la charla, iba al armario y miraba por sí misma. En el caso de las agregadas, que la madre viera entrar en casa a una desconocida que iba a mirar el armario de su hija… bueno, sin palabras. Si se compartía el armario y la celadora o la receptora de charla eran metomentodoy/o controladoras, a una la machacaban con que “tienes que disponer de un armario para ti sola, tienes que hablarlo con tu familia”. Como la voluntad de Dios venía a través de la charla, resultaba que Dios quería que una no compartiera el armario. Sin comentarios.

-A continuación había que quedar con la acompañante que indicaba el consejo local y destinar una tarde, o una mañana, a hacer compras. Como el tiempo es el que es y las horas libres las que son, no era extraño ver parejas de mujeres vestidas como clones en tiendas y grandes almacenes los fines de semana. Creo que esto ha cambiado un poco en la actualidad y, más o menos, cada quien se compra lo que quiere dentro de un orden.

- Otras veces tocaba acompañar. Si a quien se acompañaba era del tipo indeciso, mejor encomendarse a todos los santos. He llegado a entrar en el Corte Inglés un sábado por la tarde a las 15:30 (“vamos temprano, así no encontraremos gente”) y salir ("vamos a hacer la oración a la iglesia de aquí al lado") a las 20:00 sin haber comprado nada.

- Administrar una casa de la sección femenina (sf), o una actividad de la sf en una casa de retiros, era un castigo divino, así de simple y de sencillo. Era vivir en estado permanente de susceptibilidades heridas y de continuas tiquismiqueces. Hay una casa de retiros en España, no digo cuál para no perjudicar a la administradora, que no admite regímenes que no vayan acompañados de una prescripción médica original, y eso porque en un curso anual de numerarias o en una convivencia de agregadas, puede haber tantos regímenes como cabezas, regímenes que no se siguen fuera de esos días, obviamente. Y la administración, harta de tener 25 residentes y 24 regímenes, dijo que o prescripción médica original y firmada o no se admiten regímenes.

- Desde la administración, era preferible tener sacerdotes en la residencia a tener numerarias. Y los sacerdotes incluyen una trabajera dantesca con las galerías de altares, el servicio de oratorio y el plancherío de albas, amitos, corporales, purificadores y todo el resto que ya se me ha olvidado, pero cualquier cosa era preferible a que tener numerarias.

- Los pantalones se llevan desde el año 94. Antes de ese año, se iba de excursión con faldita, zapato y media, y de esa guisa se subían cerros y se bajaban colinas. “Somos los demás”.

- Muchas, muchas mujeres se convierten en misóginas, probablemente por vivir en un ambiente en el que, para sobrevivir, tienes que tener más mala leche que las demás, y no olvidemos que el estamento femenino, con sus excepciones, es más ladino y retorcido que el masculino, así que la atmosfera de los centros de la sf se puede cortar a cuchillo. Por otra parte, para mujeres débiles de carácter, o poco inteligentes, tener cargos de gobierno no es más que poder demostrar, a todas horas, que son ellas y nadie más quienes están al mando. Estas personas pueden hacerle a una la vida imposible y puedo dar fe de ello en primera persona. CB, un día nos encontraremos porque el mundo es muy pequeño.

Podría contar muchas más anécdotas, en muchos campos: el médico supernumerario que te visitaba vestida de pies a cabeza; la meditación+ bendición+ consagración+ tertulia a las 17:00, cuando la mayoría de familias estaban todavía en plena sobremesa; las convivencias en casas sin condiciones, con un hilo de agua para que se ducharan veinte mujeres; el encargo apostólico en la otra punta de la ciudad que obligaba a llegar a casa tardísimo entre semana, a veces en barrios poco recomendables, sin que a nadie le importara lo más mínimo si llegabas o no, si pillabas el último autobús o no, con la consiguiente corrección fraterna de pobreza si tenías que coger un taxi; tener que entregar el 6 de enero el regalo de Reyes que tu familia te había comprado con todo el cariño del mundo y verlo después puesto en alguien que jamás hubiera podido permitírselo…

Acabo con otra cita, del mismo Martín Fierro: “Aquí no hay razón de más / más bien las puse de menos”.

Mediterráneo







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