El tunel del caos.- CuG
Fecha Monday, 24 October 2016
Tema 075. Afectividad, amistad, sexualidad


Una de las contribuciones que el psiquiatra M. Scott Peck hizo a este mundo fue resaltar las diferencias entre una genuina comunidad y lo que él llamó “pseudo-comunidad”.

Si la comunidad involucra cosas como conocer y ser conocido, servir y ser servido, amar y ser amado, celebrar y ser celebrado, existe siempre el peligro de caer en la pseudo-comunidad: deslizarse en un estado en el cual no se dice la verdad ni tampoco se celebra con franqueza. En vez de esto, se toleran unos a otros, se acomodan unos a otros y se conforman con mantener oculto los asuntos no dichos que los separan.

Según este psiquiatra para pasar de la pseudo-comunidad a la genuina, uno tiene que soportar un poco de caos. Para escapar de la falsedad ambiental alguien tiene que cruzar la línea y decir: “Hasta donde puedo apreciar, aquí no estamos experimentando una verdadera comunidad”.

No sé si habrán visto “Maktub” (2011). En una escena para mí memorable Antonio, el niño con cáncer, propone -durante una tensa y formal cena de Navidad- un juego: “el deseo secreto”. ¿De qué se trata? “Algo que no se lo diríamos a nadie, porque ¡nos puede caer una bronca!”. Al principio no se dice mucho: “Ir a Disney” arriesga la más pequeña, pero el clima cambia dramáticamente cuando el hijo adolescente del matrimonio protagonista se anima a decir: “Mi deseo secreto es que mis padres no se separen”. Era el elefante en la habitación, lo no dicho. De pronto alguien se anima y lo señala.

Lo que viene a continuación es lo que Peck describe como “el túnel del caos”. Todos los presentes están incómodos. Pero las caretas se han roto: necesitan hablar. Hay reproches, llanto, recriminaciones, etc. Y aunque no lo parezca, están ahora mejor que antes porque la verdad ha salido a la luz y a partir de la realidad –como en el fondo, se quieren- será posible sanar. Animarse a pasar por el túnel del caos es la única (aunque dolorosa) manera de pasar de una pseudo-comunidad a una verdadera.

Imaginen los lectores esta situación: en una tertulia de domingo, uno de los mayores, en lugar de resignarse a escuchar una vez más los típicos temas oficiales, mira al resto y dice: “Es casi seguro que esto sea difícil de responder, pero estoy dispuesto a tratar este asunto cueste lo que cueste: ¿quiénes de ustedes saben que no estamos viviendo una auténtica vida de familia aquí?”.

Nadie en su sano juicio quiere vivir otra cosa que no sea una verdadera comunidad. Y en la Obra, la “vida de familia” debería buscar eso. Si se permitiera a los residentes de un centro entrar -sin peligro a represalias- al túnel del caos, es probable que esa tertulia fuese memorable. Todos pasarían un sano mal momento: podrían mostrarse vulnerables, decir cómo se sienten, qué los angustia, qué los ilusiona, cuáles son sus miedos, qué es lo que ya no aguantan. No me extrañaría que los asistentes acabasen abrazados y llorando a lágrima viva, pidiéndose perdón, con el corazón ensanchado, y que de ahí en adelante la vida del centro se volviese más cálida y auténtica.

Pero, ¿sería esto posible? Tal vez no, al menos por ahora.

En relación con estas limitaciones emocionales, el día de mi salida tuve dos conversaciones que no olvidaré. La primera con el vocal de San Miguel. Fue bien triste. Un helado trámite administrativo. ¡Y se suponía que unas horas antes éramos hermanos! Al tío no se le escapó un sentimiento.

La otra fue por la tarde, con un sacerdote diocesano. Yo me desahogué con él, que me escuchó con afecto aunque no me conocía. Al terminar, sólo dijo: “¡Qué terrible debe haber sido estar tan solo y sentirte tan abrumado!”. Los ojos se me llenaron de lágrimas. ¡Al fin alguien que no me daba un consejo ascético sacado de un guion! Simplemente, me comprendía.

Cuando en un centro sea seguro entrar, de vez en cuando, en el túnel del caos, será una señal de que las cosas están mejorando. Mientras el sólo imaginarlo sea utópico, allí habrá una pseudo-comunidad, con la falta de oxígeno emocional y la depresión que implica estar sumergido en ella.

CuQ

PD: Gaspar, rezo por ti. Aquí te aconsejarán bien.









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