Sobre el informe interno “Reflexiones sobre la labor del Centro de estudios” publicado el miércoles pasado, me llaman la atención dos cosas, además de que, como comenta Agustina, no hay cosas positivas (bueno, esto no me llama la atención, ya sabemos que es lo normal, todo lo hacíamos siempre fatal).

Una es que los que somos de una generación anterior (o más) teníamos todos esos rasgos por los que suspiran ahora (por formación familiar, social, etc) sabíamos lo que era la autoridad, la acatábamos sin más y nos dejábamos los “cuernos” para sacar las cosas ya por costumbre, éramos ordenados... Y sin embargo después de 15, 20 o los años que fueran nos acabamos marchando igualmente. Eso sí, machacados.

Y la segunda es por aquello de “por una parte del cuesta ser sinceras con quien hace las veces de autoridad”. Pero vamos a ver, ser sinceras con la autoridad ¿en qué? ¿En la charla? ¿Contando sus cosas, cómo son y por qué han hecho o dejado de hacer? ¿Pero no habíamos quedado en que eso no son cosas que se hablen con “la autoridad”? ¿Pero no habíamos quedado, (“y así se ha hecho siempre, desde el principio, como todos sabéis”) que aquí están exquisitamente separados los cargos de gobierno (“la autoridad”) y la dirección espiritual?…

Como escribo poco aprovecho ahora para animarnos a colaborar con el presupuesto de este año.

Sitatunga