Auto-proclamarse jerarquía de la Iglesia y sus consecuencias.- Gervasio
Fecha Monday, 02 January 2017
Tema 125. Iglesia y Opus Dei


Auto-proclamarse jerarquía de la Iglesia

y sus consecuencias

Gervasio, 2/01/2017

 

            Un lector amigo me escribió: planteas que desear configurar al Opus Dei como una diócesis, como dentro de la jerarquía de la iglesia, resulta ser una pretensión herética. No estaría nada mal repetirlo más veces. Vamos allá.

            La jurisdicción del Prelado —se entiende del Opus Dei— es de la misma naturaleza que la del Obispo diocesano (Catecismo Obra nº 360). No nos encontramos ante una herejía trinitaria o cristológica o sacramental, sino ante una herejía que afecta a la naturaleza de la jerarquía de la Iglesia. Le da en todo el bebe...



            Este aserto contradice abiertamente lo recientemente definido por la Sagrada Congregación para la Doctrina de la Fe en la carta Iuvenescit Ecclesia. Dice con rotundidad que las prelaturas personales no forman parte de la jerarquía de la Iglesia. Ya era hora. Explica además el porqué. Las prelaturas personales han de ser situadas en el campo de lo carismático. El Opus Dei es fruto de visiones y revelaciones privadas, experimentadas por Sanjosemaría Escrivá de Balaguer. La jerarquía de esta carismática institución no debe ser considerada, en consecuencia, parte de la jerarquía de la Iglesia.  

            Hasta hace poco los canonistas del Opus Dei se empeñaban en defender que el título IV del libro II, relativo a las prelaturas personales (Cánones 294 a 297), estaba mal ubicado en la sistemática del Código de Derecho Canónico y que debiera estarlo en la parte dedicada a la Constitución jerárquica de la Iglesia (Cánones 330 a 572). La carta Iuvenescit Ecclesia  no es ni pretende ser una interpretación auténtica del Código de Derecho Canónico, sino que define y defiende la fe. La Congregación para la Doctrina de la Fe ha ejercitado la función que les es propia con la carta Iuvenescit Ecclesia. Nos encontramos en el campo de la fide definita; definida no ciertamente por un concilio ecuménico, sino por la Congregación para la Doctrina de la Fe, que es a quien corresponde hacerlo autorizadamente.

            La idea de que la potestad de los dirigentes de instituciones que buscan sinceramente la práctica de las virtudes cristianas, es de la misma naturaleza que la de los obispos hay que situarla en la línea eclesiológica del montanismo, el puritanismo protestante, el calvinismo, etc y sobre todo en la línea de los cátaros, más conocidos como albigenses, en razón de la localidad francesa de Albi, donde florecieron. El movimiento albigense fue condenado formalmente en 1187. Su principal rasgo definitorio eclesial consistía en establecer una jerarquía distinta de la de la Iglesia, basada en gentes santas, puras, perfectas, de las que estaba ausente cualquier modalidad de corrupción. Llegaban a este nivel después de tres años de noviciado y el paso de un examen, afirma el José Manuel Rodríguez García. (Vid. José Manuel Rodríguez García, La herejía albigense).

            La legitimidad de la jerarquía del Opus Dei —aparte de las aprobaciones de 1941, 1943, 1947, 1950 y 1982— pretende basarse en la santidad de su fundador y en la de sus sucesores y cuadros de mando. No son un Marcial Maciel cualquiera, que incluso logró aprobaciones varias para su invento. Ellos son Sanjosemaría, San Álvaro y... Quizá ahora le toque el turno a San Javi. A lo mejor vuelven a repartir esas estampitas tan ñoñas de color marrón, con su oracioncita y su foto del nuevo y flamante siervo de Dios. ¡Todos a encomendar y a pedir milagritos!

Por descontado que en las comisiones y en las delegaciones todos son también muy santos. ¿Quién osaría ponerlo en duda? Se escogen entre lo mejor de lo mejor: entre los inscritos, la categoría más exclusiva y más v.i.p. del Opus Dei. ¿No os fijáis en el buen ejemplo que dan en las oficinas donde trabajan calladitos y en lo bien que cumplen las normas? Con qué fervor entonan el Trium Puerorum, después de diez minutos completos de acción de gracias. No como otros, que todo lo apresuran porque tienen que ir al trabajo. Ellos protagonizan un trabajo profesional verdaderamente santificante y santificador y de mucha santificación; no sólo compatible con el cabal cumplimiento de las normas del plan de vida, sino encaminado directamente a que los demás las cumplan.

De acuerdo; pero con todo y con eso y por castos que sean, no forman parte de la jerarquía de la Iglesia. A comerse con patatas la propia santidad, el uso del cilicio, el Trium Puerorum, y el resto de prácticas piadosas, sin duda loables todas ellas. No entro a hablar del diezmo de la menta, del diezmo del comino o del corbán para descalificarlos. Sería caer en su mismo error. La problema no es que les falte santidad.

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            Dejo el tema de la calificación teológica del mencionado aserto del Catecismo de la Obra (8ª edición, 2010, nº 360), para centrarme en las consecuencias prácticas que de él se derivarían.

La jerarquía de la Iglesia quedaría al albur de los sucesivos carismas fundacionales de los fieles cristianos. Imaginaos a un santo varón o a una santa mujer que, para gobernar a sus súbditos —así decide configurar su jerarquía—, los distribuye en categorías distintas de la de numerarios, agregados y supernumerarios. Pongamos, por caso, que los divide en entregados, semi-entregados, novicios y transitorios, bajo el patrocinio respectivo de los cuatro profetas mayores: Isaías, Jeremías, Ezequiel y Daniel. Si no hace daño a nadie, se le deja en paz. Si Dios se lo pide así en sus revelaciones privadas, quién va a prohibírselo. Unos incluirían a mujeres en sus categorizaciones organizativas; otros, no. Otros tendrían cooperadores temporales y perpetuos y otros no tendrían ninguna clase de cooperadores, ni siquiera inorgánicos.

Elevadas las diversas fundaciones a la categoría de diócesis personales, ¿os imagináis el resultado? ¿Os imagináis el desenlace de poner al frente de cada fundación un obispo? Porque el Opus no puede considerarse caso único y excepcional. El Señor podría suscitar más fundaciones de esas a las que Dios pide constituir en diócesis personal la institución fundada. Los que fundan más de una institución ¿habría que hacerlos obispos de las tres fundaciones? ¿O mejor arzobispos?

Constituirse en diócesis ¿puede formar parte de un carisma fundacional? That is the question. Y si en el caso del Opus Dei la respuesta fuese afirmativa, habría que respetar también las carismáticas peculiaridades de su configuración como diócesis, tales como la división de sus fieles en numerarios, agregados y supernumerarios, para su mejor gobierno; rezar los martes el Salmo II y tomar crespillos el Viernes de Dolores. Eso no sería una circunscripción eclesiástica más —una circunscripción estructurada por la propia jerarquía de la Iglesia—, sino un ente diseñado según los designios de un santo o no tan santo fundador o fundadora. Es decir, por Dios mismo en revelación privada.

            Como la Obra es de origen carismático, nadie tiene derecho a interferir en lo que Dios ha comunicado —faltaría más— a la persona de Escrivá, de Sanjosemaría, santo donde los haya. He dejado esculpido el espíritu del Opus Dei, de modo que no os podéis equivocar, decía. Esculpido está. Esa no es la problema. Está incluso demasiado esculpido. La problema estriba en que las esculturas —y en el Opus Dei son afiligranadas— tienden a deteriorarse, como consecuencia de agentes externos e internos: los cambios de temperatura, la clase de material del que están hechas, la hidrolización, un ph inadecuado, etc. Resisten mejor el paso del tiempo los Toros de Guisando. Están tan poco esculpidos que ni siquiera se sabe bien si son toros o verracos.

El deterioro se nota, por ejemplo, en la distinción entre laicos numerarios y laicos agregados. Tal distinción —con un alcance algo distinto en el caso de los sacerdotes— responde a la idea de agrupar a los seguidores de Escrivá —para qué dar otras explicaciones infumables— en razón de su diferente clase social. Tal distinción va perdiendo progresivamente sentido. Conduce a la perplejidad, tal como se desprende, sin ir más lejos, de lo que cuentan Nachof y su portavoz Harto. Las vacilaciones afectan no sólo a los pitables, sino también a los ya pitados. Ilumíname, Dios mío, para conocer a qué clase social pertenezco yo, perteneces tú y pertenece él. ¿A la de los numerarios y numerarias o la de los agregados y agregadas?

Me pareció entenderles que en Madrid había dos pisos muy cercanos, ambos para universitarios; pero uno estaba encaminado a conseguir vocaciones de numerarios y el otro a conseguir vocaciones de agregados. La primera vez que conocí un centro de la Obra fue en un centro de agregados, donde me llevaron en plan chico de San Rafael. El sacerdote que atendía aquel centro me dijo que no portase por allí, sino que acudiese al centro para universitarios; es decir, el de numerarios. Este último resultaba muy acogedor y pimpante; y estaba situado en un buen barrio. El otro no podía ser más cutre, tanto por lo que se refiere al piso, como al mobiliario, como al barrio.

En la misma línea está la vocación de numeraria auxiliar. Le pregunté a un sacerdote numerario —que por aquel entonces representaba para mí el colmo del saber en tema Opus— si estaba permitido que una “señorita” se hiciese numeraria auxiliar, es decir, sirvienta. Me contestó que no se lo consentirían, que se lo quitarían de la cabeza. No se puede elegir entre bata azul y bata blanca. Al parecer, tal elección forma parte de una vocación prevista desde toda la eternidad, porque las vocaciones al Opus Dei no son circunstanciales sino para siempre. Si pitaste de sirvienta, sirvienta in aeternum. ¿Será una realidad escatológica? He oído elogiar a una numeraria auxiliar, porque así lo entendía. Se imaginaba a sí misma en el cielo vestida con su emblemática bata azul.

Inicialmente, en las constituciones de 1950, se hacía depender la distinción entre el numerario y el agregado de la aptitud del numerario para hacer vida en común, la llamada vida de familia. Con el cambio biográfico de edad de cada numerario y de cada agregado, se ha comprobado que con el tiempo algunos numerarios han dejado de ser aptos para la vida de familia y pasan —o debieran pasar— a vivir por su cuenta, mientras hay agregados que tienden a agruparse. La misma etimología de la palabra lo indica, el agregado es gregario.

En los estatutos de 1983 la distinción entre numerario y agregado se hace depender de la disponibilidad de los unos y de los otros para desempeñar las tareas propias de la prelatura. Hay ciertas profesiones —se llega a decir— cuya santificación dificulta la disponibilidad. Y es verdad. Lo que acontece en la práctica es que la disponibilidad de cada persona depende más de su generosidad, actitud y posibilidades —cambiantes a lo largo de la vida—, que de su condición de numerario o de agregado. Los hay de disponibilidad mínima, por ejemplo, por estar enfermos. Los viejos también tienen poca disponibilidad. Actualmente hay mucho numerario con poca disponibilidad, por ser viejos. Los de mayor disponibilidad y más codiciados, que son los jóvenes, escasean. Los jefes se dan de tortas por poder disponer de ellos.

No deseo alargarme más. Termino con mis impresiones tras re-visitar recientemente la ciudad en la que pité. Cuando la dejé hace muchas décadas, había dos únicos centros de varones: uno para universitarios y otro para agregados. No había centros de la sección de mujeres. No había centro alguno dedicado específicamente a la labor de San Gabriel, sino que la poca que había se hacía desde el centro para universitarios. Tampoco había centro alguno ni labor alguna con jóvenes que no estuviesen en edad de acudir a la Universidad.

El panorama que al día de hoy me he encontrado es el siguiente. Hay cinco centros de varones, de los cuales tres están ocupados por numerarios mayores, dedicados a la llamada labor de San Gabriel con personas también muy mayores. El centro para universitarios se ha cerrado y se ha puesto a la venta, porque los estudiantes universitarios no pitan, pese a que existe una boyante y numerosa Universidad. Hay dos centros para jovenzuelos que aún no han alcanzado la edad de acudir a la Universidad. Uno de ellos es el centro de agregados que conocí, trasformado en centro dedicado a jovencísimos, tras haberse trasladado a unas instalaciones mucho mejores. En él se desarrollan actividades para niños, a partir de los nueve años, según consta en sus folletos de propaganda. A esas edades no se sabe si las criaturas terminarán en agregado o en numerario o en qué. El quinto centro se autodenomina club juvenil y se dedica a jovenzuelos un poco más creciditos.

La conclusión que saco, en relación con las instituciones carismáticas, es que evolucionan tanto en su carismática manera de ser, que al final el carisma original resulta irreconocible. Eso suele ser lo que pasa. Y no es malo. Atienden a necesidades circunstanciales. La institución carismática Opus Dei no escapa a esta valoración è mobile qual piuma al vento, muta d’accento e di pensier, e di pensier e di pensier. È sempre misero chi a lei s’affida, chi le confida mal cauto il cuore.= es volátil, como pluma al viento, cambia de manera de hablar y de pensar y de pensar y de pensar. Mísero es siempre quien en ella confía, quien le confía incauto el corazón. Es algo demasiado poco estable y consistente como para constituirlo en jerarquía de la Iglesia.

Gervasio







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