Se convierte un musulmán.- Solidante
Fecha Monday, 06 February 2017
Tema 050. Proselitismo, vocación


Más de alguna vez he recordado el caso de Ismail. Permítaseme poner este nombre supuesto, que es el padre de los árabes, hijo de Agar, y que estuvo a punto de ser sacrificado por su padre Abram, según el Islam, en lugar del Isaac de los judíos.

No era Ismail, era otro, pero correspondía a un personaje real, un estudiante apuesto, hijo de una familia notable de Siria o Irak. Una revista interna del Opus informaba del primer encuentro entre el Padre e Ismail. Éste le había dicho: "Padre, soy musulmán"; y el Padre le había contestado (ojo!): "tan hijo de Dios como yo".

El Padre tenía, entre sus funciones de intermediación entre lo Alto y la creación de aquí abajo, la facultad de otorgar, con dudosa teología, filiaciones divinas.

Esa escena ocurría un poco antes de 1970, y unos pocos años más tarde, un numerario me informó que no había habido una conversión al cristianismo desde el Islam desde no se sabía cuantos años o décadas, y que por supuesto, en esto eran maestros los del Opus, no había dicho nada a su familia pues le hubiesen cortado todo medio de supervivencia. Al Opus, muy ducho en criptología, le debía parecer de perlas el ocultismo. Entre paréntesis, en mis tiempos ya lejanos, se llamaba a los socios de la obra "ornis"; es decir: objetos religiosos no identificados (el "qué coño es eso del Opus", que el chiste atribuye al papa Juan XXIII).

Pasó algún tiempo, hacia mediados de los setenta, me encontré con Ismail en un bar de copas. Yo estaba acompañado de una amiga que era notoriamente atractiva. Se me acercó Ismail y me preguntó si la chica era mi novia. Ante mi respuesta dejándole el campo libre, se lanzó ansiosamente a la conquista de la joven. Comprendí, como tantas otras veces he experimentado, la miseria y la molestia vital que suponen el famoso apostolado de esa obra en la vida de las personas, interfiriendo trayectorias naturales que nadie debería manipular para sus fines.

Por lo menos a Ismail le daba por algo, que al menos es ajeno a otros instintos peores y antisociales como la codicia, para la que "espiritualidad de la obra" no parece poner demasiado coto.

No he sabido más de él. Supongo que habría vuelto a su país y a su vida normal, sin que el tropiezo que una vez sufrió no le dejara ninguna otra marca, tal como yo comprobé una noche cualquiera en aquel bar de copas.

Solidante









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