Las espinacas me han dado que pensar.- Fueraborda
Fecha Monday, 27 March 2017
Tema 070. Costumbres y Praxis


El camarero me ha servido la suculenta ensalada de queso de cabra gratinado, en un nido de grandes y brillantes hojas de espinacas.

Por unos segundos me he quedado embelesada mirando al plato, y mi mente ha dado un brinco al pasado. Y le pregunto a mi marido: ¿Cuándo es viernes de Dolores?

Y enseguida he vuelto al mundo, y me ha dado la risa.

Sí. Me ha dado la risa al pensar lo que esa sencilla hierba me hizo sudar. Me he imaginado a mí misma, y a tantas otras de bata blanca intentando localizar la espinaca fresca, en ramillete. Y rebuscando en los armarios los inmaculados pañitos envolventes, con sus puntillas y bodoques, para almidonarlo con tiempo, no vaya a ser que la envoltura de los crespillos no esté a tiempo. ¡Qué sudores, con los crespillos! ¡Y qué desilusiones, con los crespillos! Pobres adscritas: “quédate a comer el viernes, que celebramos el santo de la abuela con el postre que le preparaba a nuestro santo fundador cuando era niño. Como en las demás familias, ¿ves?”

¡Qué disgusto, a la hora de la verdad! Dentro del pañito servido con guante blanco, no hay más que una hoja de verdura rebozada en engrudo y frita. Y menos mal, eso sí, pasada por azúcar, para disimular. Siempre disimular. Para que entre por los ojos, para que apetezca, para que parezca un dulce. Pero nadie se atreve a decir que en su familia los postres llevan nata, tocino de cielo, chocolate… Bueno, será que los lazos al ser más fuertes que los de la sangre, son distintos. Espinacas.

Y mientras saboreaba mi preferida ensalada italiana, pensaba que estaba bien eso de los crespillos. Los crespillos no son más que un botón de muestra de lo que es la obra.

Se ve que la falsedad venía de lejos, probablemente la empezó a degustar el santo un viernes de Dolores.

Mucha parafernalia, mucha envoltura de exquisito hilo blanco como la nieve, pasado por una buena dosis de almidón y planchado primorosamente, una puntilla, una jaculatoria… y todo con mucho amor.

Muchas expectativas, mucho ancestro postre familiar de alta alcurnia, mucha aristocracia, pero al final, una yerba frita.

Así es, no miento. La misma A.Plaza tuvo el detalle hace años por estas fechas de mandarnos la auténtica receta. Gracias por ello, Arancha, que no hay que perder ni desvirtuar las tradiciones.

Soñad y os quedareis cortos, que decía el fundador. Pero que muy cortos: al final, una yerba frita.

Con todo mi cariño, y con el deseo de que los que aún tomáis crespillos, le echéis una buena dosis de buen humor, pero por favor, sin obviar la realidad.

Fueraborda









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