Comentario a dos cartas.- Gervasio
Fecha Wednesday, 03 May 2017
Tema 115. Aspectos históricos


Comentarios a dos cartas

Gervasio, 3/05/2017

 

Como es usual en las cartas, las que acabo de recibir, tratan de temas muy variados. Esos variados temas tienen en común el versar sobre el Opus Dei y ser de actualidad.

 

 

Estoy de acuerdo contigo. Los recientes escritos de Novaliolapena son interesantísimos. Tiene el don de hablar, dejando aparte sus vivencias personales —ha hablado de ellas, también de gran interés, pero en artículos anteriores—, de cosas relativas al gobierno de la Obra en época de Echevarría. Lo hace desde la privilegiada atalaya de los cargos que ocupó; y todo ello sin merma del silencio de oficio y guardando el debido respeto a la privacidad. Esperemos que la serie continúe tiempo y tiempo. Da para mucho. Va a haber que asignarle un buen sueldo como articulista...

 



Efectivamente, el nuevo Presidente General del Opus Dei —así se le puede llamar, a tenor del número 132 § 1 de los estatutos de 1982— está dando pasos acertados, como el de suprimir lo de saludarlo, rodilla izquierda en tierra con simultáneo ósculo en la mano; apostura sumisa que ya no se lleva ni en las ceremonias más solemnes de la madrileña villa y corte, que parece que es de donde está tomada.

 

Estando Escrivá de charleta con los alumnos del Colegio Romano en El Coso durante el descanso de una película, pasó a saludarlo don Amadeo de Fuenmayor. Dejó que hincase la rodilla hasta el santo suelo y le besase la mano, sin ademán alguno de impedirlo.

 

Desaparecido Fuenmayor nos comentó que le había dejado comportarse de ese modo, porque:

 

—A algunos les dejo que me saluden así, para ponerlos en su sitio. Con vosotros no hace falta.

 

En los estatutos tanto de 1940, como en los de 1950 y en los de 1982, está establecido que al Presidente del Opus Dei se le llama sencillamente Padre.

 

No me parece que tal tratamiento sea una manifestación de sencillez. Es el mismo que corresponde nada menos que el Papa. Papa, significa padre. También se le llama Santo Padre o Beatísimo Padre. Quizá la sencillez consista en que no se le aplique lo de beatísimo ni lo santo. Más que sencillez veo emulación.

 

En esa misma línea se mueve la costumbre, que últimamente suelen evitar en la Obra, de designar las llamadas “cartas fundacionales” por un inexistente incipit en latín, como si se tratase de un documento pontificio: Sinnguli dies, Videns eos, Argentum electum, Res omnes, etc. Tales designaciones resultan ridículas por pretenciosas, entre otras cosas, porque esas cartas no están escritas en latín, ni provienen de la cancillería pontificia.

 

Tampoco me parece muy acertado que llamen invariablemente al padre prelado; nunca presidente. En primer lugar, porque el prelado del Opus Dei lo es muy impropiamente y en muy pocas cosas de los sacerdotes agregados y supernumerarios de  Opus Dei y porque al ordinario local —que también es prelado de los laicos del Opus Dei—, igualmente le corresponde el nombre de prelado. Tal terminología se presta a confusión, parece ser que arteramente buscada. Como ya señalé, el número 132 de los actuales estatutos de 1982 como equivalente a la denominación Prelado proponen la de Presidente.

 

Los sacerdotes del Opus Dei están constituidos en sociedad: la Sociedad Sacerdotal de la Santa Cruz, a la que los vigentes estatutos dedican el título II. La llaman así: sociedad. Lo de presidente resalta mejor el carácter societario de la institución fundada por Escrivá. Fue él el que acuñó el nombre de Sociedad sacerdotal de la Santa Cruz y Opus Dei. Si la llamó “sociedad” y así se la sigue llamando será porque lo es, digo yo. En ella caben numerarios, supernumerarios, agregados y coadjutores. Aunque se llame “sacerdotal” también caben en ella diáconos y obispos.

 

El presidente general del Opus Dei y los llamados vicarios regionales, así como otros cargos principales, han de ser sacerdotes, pero antes que nada numerarios. Han de pertenecer a la Sociedad Sacerdotal de la Santa Cruz, pero en calidad de numerarios. No basta ser sacerdote. En los estatutos de 1940 incluso estaba previsto que el padre fuese un laico. Si un presidente general —o el titular de otro de esos cargos que han de ser ocupados por un sacerdote— dejase de ser numerario, cesaría automáticamente en su cargo. El prelado del Opus Dei es tal, en tanto en cuanto es miembro del Opus Dei —numerario concretamente— y porque es miembro del Opus Dei; no por ser sacerdote. Mons. Ocáriz no es un sucesor de los Apóstoles, sino el tercer sucesor de un santo fundador, que en 2 de octubre de 1928 tuvo una importante visión, complementada con otras posteriores. Vio el Opus Dei. Otros no lo pueden ver. Hay prelados —algunos muy buenas personas y muy buenos prelados— que en modo alguno sobresalen por estar adornados con virtudes y cualidades propias del Opus Dei, ni por tenerle simpatías. El prelado del Opus Dei, por el contrario, conviene que sobresalga sobre los demás en virtudes y cualidades, en particular en las que son propias del Opus Dei y las que se derivan de su espíritu, dice el citado número 132 de los estatutos.

 

Acontece todo lo contrario con los prelados diocesanos. Cuando pertenecen a una orden religiosa, a una congregación o a una prelatura personal —algo más bien excepcional— no son prelados en cuanto formando parte de una de esas instituciones. Es decir, el episcopado no está formado por dos clases de obispos: unos que representan a instituciones paridas por un fundador y los otros. Es más, su vínculo con el respectivo colectivo fundacional se debilita hasta casi desaparecer. No le obligan aquellos deberes que el mismo juzgue prudentemente como incompatibles con su condición (Cfr. CIC canon 705). Efectivamente, cuando a un sacerdote numerario lo hacen obispo residencial, tiene que deponer muchas actitudes y modos de hacer propios del Opus Dei. No puede barrer sólo para casa. Tiene que atender e interesarse por las vicisitudes de las Oblatinas Descalzas de su diócesis y por los Kikos y por instituciones benéficas varias por no hablar de las parroquias, el seminario, etc.  Tampoco tiene que obedecer a Mons Ocáriz, salvo en cosas tales como el modo de rezar el salmo II los martes y en no cruzar las piernas durante el círculo breve, del mismo modo que tiene que respetar los estatutos del club de tenis al que pertenece, si es que pertenece a alguno.

 

 

Parece ser que últimamente se están llevando a cabo nombramientos de personas jóvenes para cargos importantes. Con buen criterio sostienes que lo de menos es que sean jóvenes. Lo importante es saber si tienen libertad interior para actuar en conciencia, si son o no integristas, si son o no fanáticos, si proceden de labores internas o tuvieron anteriormente un trabajo profesional secular, si son inteligentes y con personalidad o simplemente personas caracterizadas por una docilidad extrema, etc.

 

Quizá en la actualidad la lacra más grande sea la falta de calidad —la mediocridad— de los directores. Todo esto tiene que ver con la extracción de los directores, es decir, con la cantera de donde proceden y las cualidades que les exigen.

 

 

Si no he entendido mal, me dices que está previsto que en el próximo año académico unos veinte chavales irán a cursar el centro de estudios a Roma, en la Pontificia Università della Santa Croce, donde los estudios menos clericales que se imparten corresponden a una titulación denominada "Comunicación Institucional", nacida en 1996, y que se propone formar profesionales capaces de trabajar en el ámbito de la comunicación en instituciones eclesiales. Tal se lee en la web oficial.

 

En la página relativa a la llamada “Facultad de Comunicación Social Institucional”, a modo de introducción, se muestra una foto representativa del alumnado: tres mujeres jóvenes, una de ellas de raza negra que por el tocado que lleva quizá se trate de una monja. Las otras dos probablemente sean numerarias. Hay ocho varones también jóvenes, dos de los cuales por su atuendo —visten de negro y manga larga, con alzacuello impecable— tienen pinta de ser dos sacerdotes del Opus Dei. El resto lleva camisas de manga corta de diversos colores, en los que falta el negro. Ese ambiente me recuerda el de las Facultades de Derecho canónico y de teología de la Universidad de Navarra. Numerarios, numerarias, y sacerdotes agregados constituyen el grueso de los que acuden a sus aulas, al menos en mi época.

 

En mi época, los estudios internos propios del centro de estudios se compatibilizaban con los de una carrera civil: médico, arquitecto, Derecho, Económicas, etc. Parece ser que esos veinte chavales cursarán sólo estudios eclesiásticos, sin otros compañeros de curso que numerarias, monjas y curas o personas en camino de serlo. ¿Qué harán al acabar? ¿Aumentará eso la perseverancia de la gente? ¿Adelantarán en los estudios internos y se ordenarán luego? ¿Los harán trabajar en clubs juveniles en los ratos libres o en otros “apostolados” de esa índole? ¿Podrán cursar simultáneamente una carrera civil? Posiblemente sea un experimento que ni siquiera los que lo han puesto en marcha sepan el futuro que tendrá.

 

La situación me recuerda a la que se produjo en los años sesenta con la llamada “carrera de pedagogía” o “estudios de pedagogía”. Como un elemento más del Colegio Romano de la Santa Cruz, entonces con sede en Villa Tevere, se envió a Roma a un puñado de jóvenes que no habían iniciado aún su carrera universitaria, o acababan de iniciarla, para que cursasen en Villa Tevere, en régimen de estricto internado, la “carrera de pedagogía”. Se les engañó diciendo que la tal carrera sería posteriormente homologada por la Universidad de Navarra como una licenciatura universitaria más. Tal homologación no se produjo. Los que no se ordenaron tuvieron que cursar posteriormente una carrera civil. Muchos no perseveraron. De los que se ordenaron me parece que perseveraron todos. Quizá aquello haya sido considerado una experiencia positiva.

 

Lo de la pedagogía como estudio posterior a la enseñanza secundaria ya se había puesto en práctica en el Colegio Romano de Santa María, es decir, en el de las mujeres. A las mujeres no se les exigía tener una carrera universitaria seria. Aquello lógicamente no terminaba en una ordenación de sacerdotisas, sino en nombramientos de “inscritas”; es decir, de mujeres especialmente dedicadas a tareas de gobierno y formación. Quizá ahora se aplique criterio parecido para los hombres. Lo importante, parece ser, es la inmediatez de formarse en Roma. Por otra parte hay “regiones”, que no dan para poner en pie y sostener un centro de estudios.

 

 

Al parecer el nuevo Padre ha dicho que la expansión a nuevos países se iba a ralentizar y que no hay proyecto de empezar en nuevos lugares y, en cambio, sí proyecto de reafirmar la labor en los sitios donde se ha empezado. La idea parece realista. No está el horno para bollos, ni la Magdalena para tafetanes. Sería un disparate seguir quemando recursos materiales y humanos en países estériles, sólo para dar la impresión de que la Obra sigue creciendo y se extiende imparable por todas partes.

Las cosas que está haciendo el nuevo presidente parecen acertadas. Ha elegido como “custodios” dos personas carentes de cargo en el consejo general. Es lo lógico. Son los que lo asisten en sus necesidades espirituales y materiales como está previsto, pero nada más. Ninguno de los dos es el vicario general, lo que facilita algo tan natural como es que cuando el prelado se ausenta lo sustituya el vicario general, en vez de irse de viaje con él como ha ocurrido hasta ahora. El Padre se va y el vicario se queda. Anteriormente no había sido así.

Se ve que el nuevo presidente no se siente obligado a hacer en todo lo mismo que sus predecesores. Ha suprimido la carta mensual y la cambia por comunicaciones más breves en la web oficial de la Obra. Trabaja en su despacho personal, no en el del vicario general. Para estar recién nombrado no está mal, sobre todo teniendo en cuenta que en la Obra hablar de cambios es poco menos que nombrar algo demoníaco. A ver si sigue así, porque esas pequeñas reformas que ha hecho, son significativas... aunque sean insignificantes si tenemos en cuenta todo lo que hay que hacer. 

 

Y colorín colorado

Gervasio







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