Si me dicen Tengo que hablar contigo....- Entregado
Fecha Monday, 08 May 2017
Tema 060. Libertad, coacción, control


No dejaban hablar en las tertulias, no preguntaban nunca cómo me sentía ni qué hacía que me sintiera mal, porque se dejaba para la charla fraterna, y de ahí me viene el que nunca abra el corazón a mis hermanos o amigos cuando me encuentro mal y necesitaría decirlo, cuando necesitaría que alguien me preguntara que por qué estoy así y si hay algo que se pueda hacer para cambiarlo y mostrarme el entendimiento y el consuelo (el efecto muelle de Fueraborda). Cuando estoy en una etapa oscura simplemente pongo buena cara y sigo adelante, pero viene de ahí, de que las preocupaciones personales se dejaban para la charla fraterna, con lo cual podías estar super-triste por estar separado de tu familia y que nadie te entendiera, y encima los que tendrían que ayudarte se quedan tan tranquilos viéndote llorar y no te ofrecen ni su comprensión ni su consuelo. Estás seguro de que estás en el sitio adecuado Stoner? Hay cosas que no vas a poder cambiar…

Siempre eran los mismos los que hablaban y tomaban el mando y uno tenía que aguantar a gente inmadura que te gastaba bromitas estúpidas o a auténticos psicópatas que te amenazaban con el dedo sin saber tú muy bien qué te estaban recriminando (quizás tocar la guitarra o estar solo por la noche). Uno de estos últimos acabó siendo director de un centro de niños (y el tipo era neonazi, y esto no es una metáfora…).

Del tema del control, veo que todavía soy tremendamente dependiente de lo que el jefe en mi trabajo diga, y es una estructura que me viene del tiempo en los centros, en los que todo se consultaba para que fuera aprobado por el director. Ahora soy profesor y doy carta blanca a mis alumnos cuando me consultan algo, porque lo considero “de buen espíritu”, y habría veces en las que tendría que decirles que no, que mejor no, pero no lo hago porque me contento con que muestren cierta obediencia. Seguramente hago mal…

Como alguien ha dicho, si me dicen “tengo que hablar contigo”, me resaltan los miedos, porque parece el que has hecho algo malo y te van a corregir, como aquella vez que parece ser que usé “demasiada agua” en un grifo o la vez que dije que la peli no era buena… Me acuerdo del tipo que había sido mi profesor y con quien había tenido una anécdota (me había echado del colegio un día por una mala reacción), y luego me lo encontré en el centro e incluso canté una canción por su cumpleaños. El tipo ni siquiera me dio las gracias y ponía cara de circunstancias. Me pregunto si hay algo de auténtico en ese hombre, que acabó por dejar de ser agregado y casarse (ahora se dedica a la política, eso parece que le viene al pelo…).

Yo iba a hurtadillas a ver si habían sacado la merienda antes de tiempo, porque siempre tenía hambre, y siempre comedía lo que había comido o lo que iba a comer en cada comida, y estaba siempre pendiente de lo que dijeran o la conversación que había de fondo, en la que, como siempre, siempre intervenían los mismos con sus anécdotas “graciosas” que ahora entiendo estaban hechas para que la gente permaneciera en el centro y no se fuera, para “amenizar” la vida en el centro con cosas o bien edificantes o bien supuestamente divertidas a un nivel puramente humano.

Como no había ninguna persona que te explicara el porqué de las cosas (nada se entendía) vivías en la inopia de “adónde va esto, qué sentido y dirección tienen las tertulias o porqué tengo que hacer esto o lo otro”. Porque claro, a las tertulias te obligaban a ir (no podías irte a comer a no sé done con tu familia natural y perderte una tertulia de turno con X o Y –las super estrellas de la comisión o de la delegación-). Todavía tengo sueños con ellas diciéndome lo que voy a llegar a ser en la vida… y no es broma… Y el estrés de cumplir todas las normas a rajatabla (como dice el ex numerario Miguel Fisac, en el opus se sustituye la fe por la piedad: video disponible en el canal de OL: https://www.youtube.com/watch?v=SxJdq-V5iuQ ) y de llegar a las tertulias y de que si no llegabas llamaras al director y de que tuvieras que agilizar todas tus gestiones en “el mundo” solo para llegar a esa tertulia o esa cena, en la cual iban a hablar los mismos e iban a decir las cuatro paridas de turno sólo para mantener viva la falsa ilusión de que fuéramos una “familia sobrenatural” y de que se suponía que teníamos algo en común. Y toda esa gente a la que dejabas tirada solo porque tenías que cumplir los “horarios y obligaciones” del centro?

Me hubiera gustado que se tuviera en cuenta lo que uno pensaba o sentía, pero todo eso lo iba uno enterrando poco a poco (perdiéndose a uno mismo) con la excusa del buen humor y el buen espíritu que se supone tenía uno que tener. Recuerdo comidas y tertulias enteras en las que simplemente me pasaba el tiempo rezando jaculatorias (como bien hacía Monseñor, se supone…) por la angustia que sentía por dentro, la ansiedad de no estar en gracia o de haber cometido este u otro pecado inexistente y tener que exigirme para salir de esa angustia simplemente recurriendo a la que llamo “falsa mediadora de todas las gracias”, la falsa María que parecía demandar y exigir más que dar nada a cambio: en mis tiempos posteriores a la obra me tenía que parar de vez en cuando en las Salves por las blasfemias que me venían a la cabeza… y tuve que quitar el cuadro suyo de mi habitación, porque cada vez que lo miraba me venía un insulto… para mí la falsa María encarnaba la tiranización en la obra, cuando se nos decía que estábamos obligados a mirar cada cuadro suyo cada vez que entrábamos en una habitación, y no era más que posar para la galería…

Un tío en el centro de estudios hizo una autoacusación en un círculo diciendo que no había “recurrido lo suficiente a los ángeles custodios”. Como se puede uno imaginar, si eso empieza a ser materia de confesión, la lista puede hacerse interminable (“porque hoy es san Bonifacio y no me he leído su biografía”, pecado grave…). A mis preguntas sobre por qué tenía esas blasfemias simplemente se respondía que yo “estaba cansado” y con eso se tiraban millas (ninguna explicación psicológica, y por supuesto una terapia ni de lejos, aunque yo la hubiera pedido). Todo al nivel del más puro voluntarismo en el nivel natural por un supuesto bien sobrenatural que nunca llegaba de ninguna forma sensible (ni consolaciones, ni “gaudium cum pace”, ni luces… nada la más pura aridez en el desierto). Y ellos exigiéndome más de todo (el Padre el primero): más oración, más penitencia, más sacrificio y mortificación… más de todo y yo sin obtener nada a cambio. Cómo iba a no deprimirme? (Y lo penoso es que el discurso del Padre –recién mandado a mi móvil por el Was Up- no ha cambiado en nada “hijos míos, hay que mantener el nivel de exigencia”). Con semejante panorama, la supuesta “fidelidad” es algo imposible… La institución misma se encarga de que no lo consigas. Estructura de pecado, dice Stoner? Si lo miras fríamente, no es más que una red de coacción y control por un supuesto bien sobrenatural que permanece invisible e inalcanzable. Los mismos del opus te lo dicen (en conversación con uno de sus delegados que tuve recientemente…): “el santo sabe que no lo es”. Con semejante criterio, mucho ánimo chaval, que lo tienes muy fácil…

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