De cómo en el Opus traspasábamos la barrera de lo absurdo.- Fueraborda
Fecha Monday, 10 July 2017
Tema 070. Costumbres y Praxis


El escrito de Lawrence me ha emocionado; me ha transportado a aquellos locos años en los que obedecíamos sin ton ni son, a sabiendas de que no tenía sentido lo que hacíamos, o incluso poniendo en duda si aquello agradaría a Dios. Y un caso es el de las fechas previas a las malditas “Comisiones de servicio”.

Laurence ha descrito muy bien aquella locura, y se lo agradezco, porque hay cosas que conviene no olvidar.

Las “Comisiones de servicio”, solo un botón de muestra. Lo que vivió Lawrence es un calco de lo que hice yo y de lo que hicimos todos en cualquier parte del mundo, supongo.

Y he recordado algo que ocurrió en pleno trajín de ¡tapiceros, pintores, máquinas de acristalar suelos, compras…! que os cuento ahora para que os riais conmigo:

Fue una inoportuna llamada de la delegación: ¡Maldita sea!  Y… ¿qué querrán ahora? ¿Que forremos el cubo de la basura con pan de oro? Afortunadamente no. La llamada era sólo para que recordáramos  “que en nuestros centros no hay almacenes”. El Padre se llevaría un disgusto si (¿Marlies era?) le cuenta que sus hijas faltan a la pobreza almacenando cosas.

Y sin más, sin tan siquiera una sugerencia… nos las tuvimos que ingeniar para deshacernos de aquel “almacén” que había existido desde que el centro era centro.

 Pensé que aquella llamada había sido tan surrealista  como la nota amarilla que días antes tuvimos que leer en un círculo: “No existen sobras de vino de Misa”

¿Es que el santo Escriva recién llegado al cielo, iba a hacer el milagro de esfumar el vino que no había utilizado el sacerdote?

En la obra llegaban indicaciones que después de transmitirlas te entraban ganas de salir corriendo. La otra alternativa era mirar a los ojos perplejos y espetar: No se admiten preguntas.

Perdón. Me he ido por las ramas. Estábamos en el torbellino previo a la llamada Comisión de servicio, y en la información de que en nuestros centros no hay “almacenes”.

Pero resulta que en aquel largo pasillo del centro que visitaría la representante del Prelado, había una habitación siempre cerrada con llave que teníamos que hacer desaparecer, y no sabíamos cómo. Sus paredes estaban revestidas de estanterías metálicas abarrotadas, supongo que de las maletas, alfombras, lámparas, disfraces, un equipo de música, batas blancas que no eran de nadie… (bueno, pertenecieron a las que gracias a Dios se fueron), colchones para las enfermas, o para las que iban cumpliendo 40, una máquina de coser que no sabíamos usar, ropa de cama comprada en las rebajas de unos grandes almacenes, unas bicis, una TV que regalaron con cariño unos padres y no se nos permitía usar, unas muletas, ropa de montaña, un osito de peluche que le arrebatamos a una adscrita porque dormía con él, libros de medicina que una estudiante de medicina se le retiraron de su estantería, portarretratos con fotos de familia que un día desaparecieron de las mesillas de noches, la silla de montar de una adscrita, sombrillas de playa a la que ya no iríamos nunca, y un largo etc.

Se barajaron muchas estupideces: venderlo en un mercadillo, esconderlo en la casa de una vecina supernumeraria, quemarlo la noche de san Juan, alquilar un trastero… ¡¡Yo qué sé!! Ni idea de por cuál de ellas optamos  al fin, ni me importa, ni os importará a vosotros.

Lo que sí nos debe importar es que los que sigan ahí dentro puedan tener capacidad de discernimiento. Que los representantes del padre no son representantes de Dios. Que la rectitud de intención no es para predicarla, sino para vivirla, que la transparencia no hay que vivirla en la charla (que no debería existir), sino en toda nuestra forma de vida, que las directoras se equivocan, que no deberían jamás exigir la cuadratura del círculo, y a quien lo hiciera no hay que obedecerle, pero sí corregirle. Y mandarle a meditar, con sinceridad de corazón, si hay algún parecido entre esos centros y la calidez de la cueva de Belén y el hogar de Nazareth.

Desde vuestras mansiones de campo del curso anual, a meditar, amigos.

Y para todos, disfrutad de vuestras merecidas vacaciones, y que no se interrumpan nuestras comunicaciones en la época estival, porque Agustina está siempre a pié de guardia.

Cariñosos abrazos para todos: para los del curso anual, para los currantes, y para los que disfrutais del dolce far niente!!!

Fueraborda









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