Ética en el trabajo en la Opus y Max Weber.- Dámaso
Fecha Monday, 13 November 2017
Tema 010. Testimonios


Parece que cada vez existen indicios más sólidos de que la “Opus Iosephimariae, sed non Dei” probablemente ya haya comenzado el largo tránsito de su agonía, tal como están poniendo de relieve los escritos de Jacinto Choza y Gervasio, entre otros.

Por ello, me referiré aquí únicamente a un aspecto de la mentalidad opusina con aparente fortaleza: la ética de la santificación del trabajo que se recoge el tardío lema escribariano “santificar el trabajo, santificarse en el trabajo, santificar a los demás con el trabajo” (Conversaciones, nº 55, -¡finales de la década de los 60!-).

Aunque es un asunto ampliamente tratado en la interesante obra de Joan Estruch, “Santos y pillos”, no obstante yo daré aquí mi humilde opinión, que diverge de la de Estruch en algunos puntos.

Creo que esa “santificación del trabajo ordinario” atribuida a Escriba y la ética calvinista de raíz protestante que contribuyó al nacimiento de la mentalidad racional capitalista están prácticamente en las antípodas.

Como consecuencia, la mentalidad opusina sobre la santificación del trabajo y la vida ordinaria jamás logrará mejorar en nada ni la sociedad, ni la economía como hizo la ética estudiada por Weber, y sí únicamente contribuirá al aumento de la balanza de resultados de la propia Opus.

El enorme genio que fue Max Weber probablemente se indignaría profundamente si llegara a su conocimiento semejante asimilación -ni tan siquiera parcial- de la ética opusina con la puritana que él estableció como última fase del proceso del proceso que llamó “desencantamiento del mundo”, como le ocurrió en vida no pocas veces, con el “incompetente” K. Fischer, con F. Rachfahl, W. Sombart, o con su “venerado maestro” Lujo Brentano,…

Weber, que ya había despachado el mismo tema respecto a los jesuitas señalando que la Compañía de Jesús (y la Opus igual, aunque se trate de fundamentos aparentemente diferentes) tenía un grado de racionalización sumamente consecuente y útil para el poder hierocrático (es decir, para incrementar el suyo propio), hizo también esta aclaración en 1920:

“La concepción tan característica del protestantismo ascético, de la comprobación de la propia salvación, la “certitudo salutis” en la vocación, es decir, las primas psicológicas que esta religiosidad derivaba de la ‘industria’, las cuales faltaban necesariamente en el catolicismo porque sus medios de salvación eran otros”.

Aclarado mínimamente ello, creo que la pretendida “ética del trabajo” de la Opus no sólo no aporta nada nuevo, y sí algo malo porque su fundamento no es otro que extraer los frutos del trabajo individual en favor de los intereses de la obra, siempre muy materiales (llámense proselitismo, expansión de la obra, "dar la vuelta al mundo como a un calcetín" o como quiera que se llamen ahora).

Por todo ello, estoy convencido de que esta pretendida y artificial peculiaridad sobre la santificación del trabajo y la vida ordinaria desaparecerá como el humo con la Opus sin dejar rastro alguno, (y así hay que reconocerlo en justicia) justo lo que no ha ocurrido con la ética puritana, que logró crear una mentalidad capitalista que, según señaló Weber, desde el siglo XVIII pervive mecánicamente al margen de cualquier referencia ética religiosa.

Dámaso









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