Caminatas aleatorias.- zartan
Fecha Monday, 05 February 2018
Tema 020. Irse de la Obra


Muy buena la aportación de Hondo sobre los ex y si se puede decir que se “sienten” heridos o si, en realidad, han recibido patadas por varios y eventuales lados.

Pero hay una cita del prelado Ocariz que recoge y que me ha conmovido especialmente: "San Josemaría solía decir que guardaba afecto a todas las personas que se acercaban a la labor formativa del Opus Dei, aunque fuese por una temporada. Imagínese el afecto que conservaba hacia las personas que habían llegado a pertenecer a la Obra. Él sentía una profunda paternidad espiritual: nunca se deja de querer a un hijo o a un hermano"...

Querer. Palabra que puede concretarse de varias maneras. En el Olimpo los conceptos como querer, paternidad, hermandad, etc., son reales y tangibles, tienen carta de ciudadanía como los dioses y las virtudes pero en cuanto sales del Olimpo, cuando bajas al valle donde vivimos los mortales, esos conceptos hay que “cosificarlos”, hay que materializarlos en actos concretos, que los mortales semos mu bruticos.

Si yo digo que quiero a los chinos mis amigos pondrán cara de circunstancias y alguno se atreverá a decir “menos lobos Caperucita” mientras otro pensará en los productos que importo de vez en cuando y que me ayudan a llegar a final de mes y pensará que no debería haber dicho “querer” sino “me interesan”. Pero cuando digo que quiero a mis hermanos o a mis hijos la idea que se hacen mis amigos es bien distinta. La misma palabra pero con significados muy diversos.

Cada uno de nosotros tiene una experiencia distinta de su salida pero hay algunos elementos (comunes en casi todos los casos) que señalan la dirección en la que marcha la obra o que es la forma de actuar normal o mas frecuente. Hay un denominador común pero uno (yo) no termina de aclararse cual es la dirección programada y si tiene algo que ver con la dirección real en la que se marcha o, tal vez, nos encontramos de nuevo ante la dicotomía entre lo que se predica y lo que se hace, entre lo que se publicita y la realidad. Hay también otra posibilidad que consiste en que el trato que se da en una salida dependerá de la alineación de los planetas, de si el año es bisiesto, si el secretario de la comisión fuma o no y del color del vestido de la reina de Inglaterra en su última salida oficial. A esto es lo que yo llamo caminata aleatoria.

La realidad, lo que hemos sentido y experimentado la mayoría de nosotros, en la mayoría de los lugares y a lo largo de los años es lo que podemos considerar como el actuar normal de la obra con sus ex. En esta página tenemos datos consistentes para hacer una buena estadística que apunta, sin duda, hacia un “si te he visto no me acuerdo” o, como decían los viejos juristas romanos, hacia una “damnatio memoriae”, eres borrado de la memoria oficial y particular, ya no existes ni exististe antes.

Pero me hace ruido la experiencia de la mayoría de nosotros con mis recuerdos y con uno en especial: finales de los sesenta del siglo pasado o primeros setenta, Florentino Pérez Embid comentando en “petit comité” (o como entonces se decía: tertulia pirata) el encargo recibido del Presidente del Instituto Secular sobre cómo ayudar profesionalmente a Antonio Pérez-Tenessa (antes Pérez Hernández, pero esto es de otra historia). Parece que había una cierta preocupación en las salidas profesionales de D. Antonio y -en ese momento- Florentino era “gran mangarrán” de Bellas Artes, bien considerado en el Régimen y en los círculos de D. Juan de Borbón, tenía mano.

Otro de mis recuerdos corresponde al comentario de la carta “Videns Eos” hecho por su mismo autor. Durante el curso de retiro anual de los que vivíamos en Villa Tevere, Antonio R. traía un pesado magnetofón, nos explicaba que los comentarios se habían grabado inicialmente en “hilo magnético” (finales de los 40 o principios de los 50) y que, posteriormente, se habían pasado a cinta magnética y, en varias sesiones, conseguíamos escuchar todo. Mi principal recuerdo es cuando el autor de la carta comentaba, con bastante fuerza, algo así como “si te acuerdas que tu tienes un portaaviones, déjanos tranquilos en la barca y márchate a tu portaaviones” en su momento pensé que si Villa Tevere era una humilde barca, el portaaviones debería tener hasta jardines colgantes como los de Babilonia. Después, cuando me decidí a saltar de la barca porque pensé que mi sitio era otro, busqué los portaaviones y … nada, ni una mísera chalupa, mar de rejalgar duro y puro. Los barqueros que me vieron caer de la barca siguieron con su impasible ademán, nadie gritó eso de “hombre al agua” (parece que eso solo se grita en la película de Moby Dick).

Hay que intentar ser justo: uno de los de la barca, pasado un poco de tiempo, se venía de vez en cuando a un parque cerca de mi trabajo para almorzar juntos. Me trató con humanidad, rara avis. También hay que decir que el pobre hombre (sacerdote él) pedía en su casa comida de excursión porque pensaba almorzar con un sacerdote diocesano. Yo nunca he sido cura pero eso es lo que decía para que no hubiese reacciones negativas. Le guardo un inmenso cariño.

Como un año y medio después de mi salto desde la barca a la procelosa mar océana, alguien desde la barca me echó un salvavidas. El único pequeño detalle desagradable es que el salvavidas era de plomo y me costó mas de un año (y -a pesar de casi ni tener para sobrevivir- pagar a un abogado que me defendiera) para salir del hermoso regalo de cariño. También en esto hay que intentar ser correcto y debo decir que un supernumerario (sin habérselo pedido) se presentó como testigo a mi favor, le importó más la verdad que las apariencias, el resto de mis ex-hermanos solicitados me dijeron que no recordaban nada incluso el numerario que había montado el tinglado (hoy sacerdote de la prelatura). Eran hechos de dos o tres años antes pero todos sufrieron de amnesia aguda ante la posibilidad de que saliera perjudicada la madre guapa, que apechugara yo que era un ex.

Al saltar al agua nadie me dijo que, en dirección norte, había una isla a ochocientas millas o que procurara sacar la cabeza del agua cada cierto tiempo. Salí con dinero como para poder comer un par de días y nada más. Dejé de existir. Tal vez alguno de los más próximos me “echarían” algún acordaos y también tal vez mas por acallar su conciencia que por mi bien, tal vez.

Creo que mi caso no es único, recordemos casos serios como el de Antonio Petit. Si alguien de los que leen esto ha sido tratado en forma distinta, ha sido acompañado humanamente en su reinserción social, le han ayudado económicamente durante algún tiempo o algo por el estilo, es decir si ha sido tratado con un mínimo de consideración humana o de cariño, agradecería muy mucho que nos contase su experiencia.

En definitiva, que sería muy interesante hacerle saber al actual prelado, que una cosa es lo previsto (ese tratar con cariño a quien se va) y otra muy distinta es lo que se vive a diario.

Desde mi selva y con cariño por todos vosotros.

Zartán de los Nomos





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