Una historia más (V).- Lupe
Fecha Friday, 23 February 2018
Tema 078. Supernumerarios_as


Una historia más (V)

Lupe, 23/02/2018

 

 

Hijos como conejos

Pasaban los años y entre mudanza y mudanza yo iba trayendo hijos al mundo. Cumplidos los 30 mi cuerpo empezó a resentirse y mi mente también. Estaba muy cansada. Los niños son encantadores pero también muy demandantes, lo mismo que el plan de vida de una supernumeraria. La atención de una familia numerosa y las normas son absolutamente incompatibles (entonces pensaba que podía con todo). Comencé a sentir intensos dolores de cabeza, a veces tan fuertes que se me nublaba la vista y tenía la sensación de que me desmayaría en cualquier momento…



Otras veces sentía náuseas, comía poco y empecé a perder peso. Esto último lo disimulaba usando ropa suelta. Alguna vez hablé este tema en la charla pero no se le dio mayor importancia; lo de siempre: ofrece tu malestar por el Padre, por el pitaje de Fulanita que no se decide, por la labor en tal lugar; te encomiendo. Por el contrario, sí se le dio toda la importancia del mundo cuando manifesté una vez que ya no quería dormir con mi marido. 

Había momentos en los que no me apetecía tener intimidad con él. Ningún motivo puntual, simplemente no tenía ganas. Estaba agotada. Pero en la charla siempre me preguntaban si era generosa en este aspecto, tanto con mi marido como con Dios. La traducción era sencilla: ¿Tenía relaciones sexuales con Eduardo? y lo más importante: ¿Ponía barreras a la transmisión de la vida? Es una estupidez asociar generosidad con Dios a tener hijos como conejos (en palabras del Santo Padre). Sin embargo así se medía en la Obra la generosidad de las supernumerarias: en el número de hijos y en la aportación mensual. Agradezco que yo tenía suerte pues mis embarazos eran buenos y los partos sin grandes complicaciones. Había otras supernumerarias que la pasaban fatal, enfermas gran parte del embarazo y muchas otras debían dar a luz por cesárea. Conocí a una que había tenido 6 hijos todos por cesárea. Y allí estaba la numeraria, irresponsable, que la felicitaba y le decía que se estaba ganando un lugar en el cielo. Hoy lo pienso y me cuesta creer que todo ello alguna vez me pareció normal. Si yo era inteligente (o por lo menos así lo creía) ¿Por qué no me di cuenta? ¿Cómo no le dije a esta supernumeraria que por su bien y el de sus hijos ya debía dejar de ser "generosa"? ¿Hasta qué punto estaba mi mente enferma y no lo sabía? Creo que hay preguntas que aunque pase el resto de mi vida haciendo terapia jamás voy a poder responder. 

Dilema

¿Estás embarazada? Lo último que quiero escuchar ahora es que seré padre otra vez, me dijo Eduardo un domingo luego de que me negara a acompañarlo a dar un paseo con los niños a causa de mis náuseas. Este comentario me sonó muy mal. No era la primera vez que hacía referencia a sus deseos de no tener más hijos. Teníamos ya más niños que cualquiera de las familias que frecuentábamos y la tendencia era que siguieran viniendo -yo aún era joven y nunca me costó concebir. El dilema estaba expuesto: Eduardo no quería tener más hijos pero sí quería continuar con nuestra vida sexual. Un planteo lógico pero a su vez un planteo que a una supernumeraria entregada como yo le trastocó la vida. ¿Cómo combino el deseo legítimo de mi marido con un mandato específico de Dios de estar abiertos a la vida? (Porque eso es lo que me dijeron que quiere Dios y en ese momento yo no me encontraba en condiciones de poner en duda nada que viniera de la Santa Madre Iglesia). Es decir, ceder a nuestros bajos instintos y tener intimidad utilizando algún método anticonceptivo implicaría adquirir un boleto de ida al infierno. ¡Al infierno! Entiendo que alguien que no sabe nada del Opus Dei en este momento puede pensar que estaba exagerando. Se pueden reír si quieren. Pero para alguien que conoce la Obra -y no solo la Obra sino para alguien que se educó en un ambiente católico conservador (porque esto no se lo inventó el Opus Dei la verdad)- lo que cuento aquí lo puede comprender. (Reitero: yo soy hija de supernumerarios y me eduqué en un colegio de la Obra; tenía la religión marcada a fuego; había sido educada en la dualidad cielo/infierno y todavía no había tomado conciencia de ello).

Reconozco que no todos los católicos piensan así. Me animaría a decir que la mayoría, la gran mayoría de quienes acuden a misa los domingos, este tema de la castidad matrimonial no les quita el sueño. ¿Que me voy al infierno yo si uso métodos anticonceptivos? ¡Pero si ya tengo dos críos, mujer! ¡Anda tú con tus cosas raras! Me lo han dicho miles de veces. Si está más claro que el agua. Las únicas mujeres que traen al mundo todos los hijos que pueden concebir son las supernumerarias del Opus Dei (ahora se suman las Kikos y algún grupillo más). Por las demás, como decía mi abuela: predíqueme padre que por un oído me entra y por el otro me sale.

 

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