La periodista francesa Marie-Lucile Kubacki pone voz a la denuncia de muchas mujeres, la mayoría monjas, que trabajan en el Vaticano al servicio de obispos y cardenales. El trato que éstos dispensan a las religiosas encargadas de las tareas domésticas que son vistas como sirvientas y reciben pagas exiguas, cuando no inexistentes. 

En un suplemento del mismo L'Observatore Romano, recoge testimonios de monjas que relatan esta forma de abuso laboral en el seno de la Iglesia católica. Casi nunca existe un contrato de trabajo.

El reportaje señala la falta de reconocimiento no sólo del trabajo doméstico, sino el hecho de que, en ocasiones, religiosas con estudios superiores son asignadas a esas tareas en vez de a misiones más acordes con su formación intelectual. "Y a veces, cuando la monja se pone enferma, es devuelta a su congregación para poner a otra en su lugar, como si fuéramos intercambiables", dice sor Paula, una de las entrevistadas.

La intención es dar voz a las que no se sienten con fuerzas suficientes para hablar, ser conscientes de la situación, que no se da sólo en el Vaticano y en Italia, sino también en España y más aún en otros países en desarrollo, dice Lucetta Scaraffia, la directora del suplemento.

Lucetta recuerda las palabras del papa Francisco "servicio no es esclavitud", pero reconoce y lamenta que él solo no puede cambiar todas las actitudes. (Yo añadiría que la supuesta voluntariedad derivada de una "vocación" tampoco la justifica).

Habrá que informarle pues que en el Opus Dei -institución de la Iglesia católica- son unos expertos en esos temas que a pesar de no denominarse religiosas, tienen a las numerarias auxiliares, antes llamadas precisamente sirvientas, y que muchas han estado y otras aún están en una situación muy similar, o peor.

Manzano