Una historia más (XI).- Lupe
Fecha Monday, 12 March 2018
Tema 078. Supernumerarios_as


Una historia más (XI)

Lupe, 12/03/2018

 

Lo que no te mata te hace más fuerte (Friedrich Nietzsche, “El ocaso de los ídolos”)

Evidentemente esta crisis no pudo conmigo y de todo esto salí, y salí fortalecida. Que he librado una batalla interior no lo puedo ocultar pero les aseguro que la lucha valió la pena.

Si es difícil cambiar un hábito de conducta imagínense lo que me costó a mí cambiar un patrón mental. Ya reconocer mi situación y aceptarla significó un gran esfuerzo. Fue como volver a nacer. El darme cuenta que toda mi vida fue digitalizada, desde la cuna, por el Opus Dei a través de mis padres fue algo que me costó mucho aceptar…



Como parte del tratamiento de desprogramación –creo que este fue el término que utilizaban en la clínica- me he visto obligada a poner en duda cada una de mis conductas y preguntarme: ¿por qué lo hago?, ¿con qué fin?, ¿lo he elegido yo?, ¿estoy convencida de que es lo que quiero hacer? He tenido que desaprender un montón de cosas y aprender otras, por ejemplo, a tomar decisiones basadas únicamente en los dictados de mi conciencia obviando toda intervención externa. Al principio me ha costado mucho; sentía inseguridad y miedo de no estar haciendo lo correcto. 

Los primeros meses han sido durísimos y ha sido un camino que he debido transitar sola. Por más ayuda que me ofrecieran desde afuera, la única que debía mirarse al espejo y escudriñar su conciencia era yo. He debido observar mi vida desde afuera, como si de otra persona se tratara y créanme que he visto cosas horribles. He llorado mucho y he tenido pena de mí misma. He conocido la autocompasión y no me ha gustado nada. He pasado revista a toda mi vida, empezando por mi infancia. Me he visto miserable, frívola y estúpida. He comprendido lo mal que me he comportado con mi prójimo (entiéndase toda persona ajena a la Obra). Me he dejado manipular como si de una muñeca se tratara. Me he visto arrogante y me he creído dueña de la verdad. No he sabido decir que no cuando mi conciencia así me lo indicaba. Espoleada por mi entorno he menospreciado a todo el que era diferente a mí y, entre otras cosas, he apoyado la postura radical de negar la Comunión a los homosexuales, los divorciados y las madres solteras (he sentido vergüenza de ello). Me he visto como un ser poco humano y he pedido perdón a la Vida por mi ceguera de tantos años. Especialmente he caído en la cuenta de que he abandonado a mis hijos cuando más me necesitaron. He repetido el patrón de conducta de mi madre para conmigo y darme cuenta de ello me dolió mucho. 

Fue necesario que todo esto sucediera. Es parte de la vida el recomenzar cuando uno ha equivocado el camino, aunque ese recomenzar a veces cueste tanto y nos dejemos la piel a cada paso. Frecuentemente me he preguntado si el camino lo había equivocado yo o simplemente mi entorno –empezando por mis padres supernumerarios- me había impedido ver otras opciones. Con permiso de nadie ellos, aconsejados por sus directores, me habían condicionado desde pequeña para que yo fuera ese ser que ELLOS habían imaginado. Ellos proyectaron una madre de familia numerosa (y no tan pobre la verdad) y así me formaron. Hicieron de mí un robot sin considerar que tal vez la Vida me había llamado a ser algo diferente. Esta crisis que padecí claramente sirvió para abrirme los ojos, dejarme ver el origen de mi problema y a partir de allí permitirme empezar a andar un camino que, si bien desconocido, es el mío, el que elijo transitar a cada paso, y que nadie determina de antemano más que yo. 

En la próxima y última entrega una reflexión final, un pedido y el día después.

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