Imaginando una posible conversación telefónica:
-FO: Pax, Mariano, por decir algo, porque de paz, nada. ¿Has leído ya la Gaudete et exultate?, porque lo que es yo ne gaudo neque exulto [aquí el prelado, en latín, manifiesta su pesar por la exhortación apostólica del Papa jugando con el título de la misma: Alegráos y regocijáos. Nota del Transcriptor]
-MF: In aeternum, Padre. Sí, la he leído, claro, la he leído… Es una bomba que nos ataca en la línea de flotación, sin nombrarnos…
-FO: ¿Pero tú no eras amigo del Romano Pontífice? (Dicho con retintín, tono de cierta ira).
-MF: Pues eso creía, pero ya sabe que no se deja manipular y no tuve acceso al documento mientras se redactaba. En cualquier caso, ya he dado órdenes de que se “resuma” adecuadamente para nuestra página en la Web; aunque seguro que estos malditos de OpusLibros la publican íntegra. O peor aún, subrayan los párrafos en que se nos señala y acusa de gnósticos, de pelagianos, o de cerrarnos anticristianamente en el mero cumplimiento de normas propias, ajenas al sentir de la Iglesia.
-FO: ¿Tú crees que los nuestros se sentirán interpelados ante tamañas acusaciones, la de pelagianismo, por ejemplo? ¿Crees que se darán por aludidos?
-MF: Padre, no creo, ¿quién sabe en casa lo que es esa herejía, o quién era Pelagio? Centrémonos en lo positivo: que habla de la santificación en la vida diaria, y que ese es el mensaje central de la Obra. Es decir, el Papa está en plena sintonía con Nuestro Padre.
-FO: ¡¡¡Pero si ni siquiera lo cita!!!!, a san Josemaría, digo, ni una línea, nada. Es intolerable, Mariano, y estoy seguro que en OL se están frotando las manos y que van a ventilar todos los ataques y acusaciones directas que nos hace el Papa…, y ya sabes que OL, en casa, lo lee todo dios.
-MF: Lo mejor es hacer como si nada, resumir las partes que no nos perjudican y, como siempre, manifestar públicamente nuestra fidelidad y lealtad al Papa, no vayamos a tener otra como la de hace unos meses. [Se refiere Fazio a la polémica “corrección al papa por hereje”]
-FO: No las tengo todas conmigo, Marianito, no me fío. ¿Alguna idea de fuste para parar el golpe?
-MF: Se me ocurren dos, Padre, una contundente a corto plazo y otra, muy delicada, a medio y largo.
-FO: Explícate, Mariano. Te escucho.
-MF: Podemos intentar hackear la web maldita, una vez más, o, si no se pudiera, prohibir el uso de internet durante unas semanas.
-FO: Va a ser peor el remedio que la enfermedad, recuerda lo que me pasó a mí cuando me enfrenté a ellos. Además, no se puede poner puertas al campo y, salvo los muy pero muy fanáticos, y los enfermitos, el resto va a entrar en la página con sus celulares aunque cerremos el internet en los centros. ¿Y la otra medida…?
-MF: Pues hacerle caso a mi amigo Bergoglio, convocar un Congreso General y refundar la Obra… [Carraspeos, tenso silencio]
-FO: ¿Estás loco, boludo? ¿Y la maldición de don Álvaro?, ¿Y la convicción de que todo el entramado de la Obra viene directamente de Dios a través de nuestro santo Fundador? Jamás, Mariano, jamás. Sobre mi cadáver…
-MF: De acuerdo, Padre, entonces, con su permiso, voy a enviar una nota a las Comisiones para que se dé orden de cerrar internet en todos los centros hasta nueva orden y la prohibición expresa de leer OL. Pax, Padre.
-FO: In aeternum… , pero no prohíbas leer OL, basta que lo hagamos para que entren aún más. [Breve silencio] Ay, Señor, con lo bien que vivíamos antes del maldito “internés”[Se oye un clic].