El enorme tedio de la vida en la Obra.- Madurez
Fecha Monday, 09 July 2018
Tema 010. Testimonios


Tedio, aburrimiento, coñazo... Eso es la vida en la Obra, ya sea en un centro, atendiendo una convivencia o un curso de retiro o..., en un terrible curso anual en sus diversas modalidades.

Yo pité con 18 años, mi familia era muy deportista y pertenecíamos a tres clubs donde podías practicar toda clase de deportes: esquí, golf, tenis, hípica. Mis padres eran muy viajeros y muy viajados y en esos viajes fuera de España y en esos años sesenta y setenta pude conocer media Europa y algún que otro continente. El verano de mi primer curso anual, tras acabarlo, me fui con mi familia a un pueblecito en los Alpes austríacos donde había una conocida estación de esquí. Obvio las pegas que tuve, pero me fui, así como otros viajes en mi época de adscrito a esquiar dentro o fuera de España. O los clubes, lugares de perdición a no ser uno de ellos que tenía hasta hace un año piscina de hombres y de mujeres separadas y al que iban numerarios y agregados. Pero claro, yo allí tenía mi pandilla y eso no gustaba.

Por eso cualquier jornada de deportes en cualquiera de los centros en que estuve o cursos anules era un auténtico tedio. Como esos partidos recios y viriles de fútbol o ese “llama a Don Fulano y te vas a jugar al tenis con él” a ese pestilente lugar en Mirasierra donde los numerarios se bañaban y practicaban deportes, un coñazo. Para eso ya tenía yo el Club de Campo, no semejantes lugares y compañía.  O montar viajes de esquí con el centro de estudios o en el club de bachilleres en que estuve años, menos mal que había algún numerario o chico de san Rafael que sabía esquiar bien.

Recuerdo con horror los dos años de Centro de Estudios con sus correspondientes semestres de verano, en el día libre tener que ir a hacer la labor a la Sierra en tren o autobús y patearse un pueblo con un calor de horror. Una vez en uno de esos pueblos aparecí con dos numerarios en casa de unos íntimos amigos de mis padres, obviando ir a ver a los chicos de turno, para pasar una velada de piscina, barbacoa y diversión propia de nuestra edad. Para colmo nos dejó en Retamar a las doce pasadas de la noche la hija de esos amigos en su coche. Bronca total de Dirección, por supuesto no contamos en ninguna tertulia ad hoc nada de esa jornada de apostolado y proselitismo porque no lo hubo. Al siguiente día libre nos quedamos en el susodicho Retamar haciendo arreglos. Por suerte unos tíos míos vivían a diez minutos andando, buena vía de escape para ese verano y el siguiente. Y las tertulias con figurón totémico de la Obra, pitado en los años 30 o 40, de paisano o de sotana, contando unas historias absurdas dignas de una película de Alex de la Iglesia en la España de la postguerra, en la Europa de la postguerra o en el Colegio Romano donde levitaba el Fundador, primero gordo gordo y luego sílfide sílfide por mor de un milagro de media Corte Celestial que le curó la diabetes mientras don Álvaro le metía azúcar por la boca..., quienes estudiaban Medicina no daban crédito.

Como no daba crédito yo a esa extraña Europa donde fueron los cofundadores. Tertulias tediosas, peor cuando venía un director de la Comisión o de la Delegación a meternos en un matrix de pitajes, proselitismo y hazañas bélicas del brazo de San Rafael dignas de Marvel con The Avengers al frente (la Viuda Negra era de la Asesoría). Y durante el curso en el Centro de Estudios más de lo mismo. Si venía el Padre ya era el Sinaí, Fátima, Lourdes, el paso del Mar Rojo y la multiplicación de los panes y de los peces, teofanía total. Y yo me pregunto, ¿qué clase de PADRE, padre, papá... era aquel don Álvaro a quien para acercarse había que hacer un protocolo de líder de secta o de director general de multinacional o de jefe de estado...? Y medir las palabras, los gestos, no mirarle a la cara casi... ¿Así se acercaron Zaqueo, Bartimeo o la hemorroísa a Cristo que era Dios? Si alguno hubiera tirado de la impoluta sotana a don Álvaro para decirle algo, contarle algo, sonreírle..., hubiera sido aniquilado.

Me he desviado del tema del tedio que es el Opus Dei, falso falso en su fingida alegría campechana e impostada. Lo dejo para otro día, no os quiero cansar. Gracias a Dios nos fuimos y Dios ha salido a nuestro encuentro, eso que no lo dude ni el soplagaitas de director regional que me dijo que me condenaría cuando los mandé a paseo.

Pasad buen verano, el mejor sin duda comparado con esos veranos de horror, a no ser que fueras como fui una vez a casa de retiros superpremium a cuidad a los del Consejo, de la Comisión, de alguna Delegación o numerarios pata negra premium. Al menos esa vez, dos años antes de pirarme, pasé 20 días de comilonas, yate y tiempo libre a espuertas.

Madurez









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