Tú que puedes, vuélvete, me dijo el río llorando.- Madurez
Fecha Wednesday, 25 July 2018
Tema 020. Irse de la Obra


Estimado Tresdécadas:

Vete, tú que eres libre como el viento, por favor vete. Eso cantaba Nino Bravo, como en el título que he puesto María Dolores Pradera, canciones que tarareaba y oía cuando ya tomé la decisión de irme.

Y te lo han escrito aquí, prevé lo que harás y si tienes trabajo fuera, provéete. Lo que no va en la vida hay que dejarlo: una relación, un matrimonio, un trabajo, una amistad, un lugar... Si no, malo, muy malo. No pasa nada fuera de la Obra, al revés, recuperar los cinco sentidos y todo huele, sabe, se oye, se palpa y se gusta mejor.

A esa cobertura económica y laboral hay que añadir el ir entrando poco a poco en el mundo. Y en el mundo hay mucha gente buena, amores, amistades, situaciones maravillosas. Y tan sencillas en sí mismas y gratificantes que eso sí que VALE LA PENA.

Estar en la Obra es como una abducción extraterrestre, es imposible que nadie la entienda por completo, es más, si no es absolutamente necesario ni hables de la Obra. Si en una conversación sale la Obra, calla, no por cobardía, sino porque no merece la pena. Yo hablo sobre la Obra con un par de amigos de verdad que fueron numerarios como yo y estuvimos en las mismas fechas en el Centro de Estudios y luego en un centro. Nos reímos, ya sea de tal situación o de tal personaje o para más cachondeo usamos alguna expresión de esas muy de Casa. Es como... reírnos de un pasado tragicómico. Vete, decide cómo y cuándo y no des explicaciones, agarras la puerta y fuera, se acabó.

La Obra se hunde, es ahora una endogamia pura, es imposible que pite alguien joven que no vaya por un colegio. Universitarios..., me da la risa. Y lo saben, pero hay que seguir tocando en la cubierta del Titanic. A mí, y lo he dicho aquí varias veces, me da pena, pena porque era un proyecto eminente y hay dentro gente buena, pero Escrivá oyó campanas pero no supo dónde, Dios le dio un don y equivocó el modo de hacerlo rendir. Del Portillo se dio cuenta, pero era tarde para parar la deriva de semejante barco y Javierito, un mindundi mental, hizo que encallara y ese portaviones no lo desatranca nadie. Y ahí está la nave, varada, pesa mucho para sacarla, queda el desguace y vender las piezas.

Vete, ya, vete. Olerás unas flores que te deslumbrarán por su brillo. Un abrazo, valiente.

Madurez









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