Las bombillas de Diego de León 14.- MAT
Fecha Monday, 01 October 2018
Tema 060. Libertad, coacción, control


En mi anterior artículo explicaba el funeral del periodo farmacológico, así como el nacimiento del bullyng. Los efectos que éste ocasiona, comentados también parcialmente en mi artículo anterior, llegan a deshumanizar lo humano. El bullyng intoxica el alma y corrompe el cuerpo. El bullyng es un fabricante de muros. Aquellos que lo ejercen, en el centro (y también fuera de él) buscan levantar algo más que barreras para aislar en su soledad al presunto candidato. Pretenden cortar toda comunicación con él/ella. En este silenció ambiental y personal, resuenan todavía más las humillaciones orales, las indirectas sarcásticas, las burlas gestuales y a veces mímicas. El candidato saliente intenta primero sobreponerse, en su soledad. Pero ¿quién puede, de forma totalmente solitaria enfrentarse a todos los miembros de un centro, sacerdotes incluidos?

Es frecuente la aparición de síntomas depresivos. Él/ella se encierra en su parcela de soledad: su habitación. Allí permanece horas, días, cuál prisionero en la celda esperando la hora de fajina para reponer las pocas fuerzas restantes. Esta es la primera gran caída en una serie de acontecimientos que están por venir. Una caída que hunde en la soledad, en la apatía, en la desgana laboral, en el aislamiento verbal, en la impotencia.

Uno se pregunta: ¿aquello que me explicaron de la vocación, lo que me dijeron sobre la llamada de Dios, sobre que no podía defraudar al mismo Dios, etc., la santificación del trabajo, la vida de familia, la caridad, la misericordia… era verdad?

Pasados unos meses y parcialmente recuperado, busca vías de diálogo en el centro. Más bullyng. Más aislamiento. Más depresión. El cuerpo acusa este trato y el alma se cae a pedazos. Siguen las visitas a la delegación. Ignorancia, desprecio, acusaciones hacia el candidato. Ellos nunca se equivocan, claro. Son superiores, tocados por la gracia de Dios y por el carisma infalible del fundador. Son lo mejor del cristianismo, la élite, los elegidos, un estatus privilegiado que actúa como rector de los súbditos, sobre todo de aquellos que se desvían del recto camino fundacional. Esa es su caridad. Esa es su misericordia. En realidad esta es su condición. Son los excluyentes de la doctrina de Jesucristo, a la que no siguen. Están por encima del mensaje de amor, de la parábola de la oveja perdida. Llega a tal punto su superioridad que se regocijan al ver al candidato revolcarse en su propia “mierda”. Pero en realidad, este desagradable apelativo lo han derramado ellos sobre el indefenso y aislado.

Como dice SalyPimienta, a la cual felicito por su relato: ¿Cambios? Los mínimos

Fue, es y será su “marca de la casa”. Nada cambiará. Puede que los cambios sucedan, quizá, en la vida eterna. Mientras tanto, el tiempo y la vida siguen. Más humanos antes devotos de la causa, se deshumanizan.

Me saltan a la lengua algunas preguntas: ¿Qué idioma se habla en el Opus Dei?

¿El de la verdad? ¿El de la caridad? ¿El de la misericordia? ¿Simplemente… el sentido común?

Quizá y sólo quizá hay un lenguaje que pueden llegar a entender: el jurídico.

Lo único que si ha cambiado es la potencia en watios de alguna antigua bombilla fundacional de Diego de León 14.

MAT









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